Pensar distinto…

cayetano-5 Entre paréntesis….Cayetano Llobet T.

La agresión a Víctor Hugo Cárdenas no es un hecho menor. Es una síntesis. Es la concentración de los mecanismos de manipulación, de demagogia, de justificación de la impotencia oficialista para ahogar totalmente la posibilidad del ejercicio del derecho esencial del ciudadano: el derecho de pensar distinto.

Tiene que ser muy jodido haber entrado al gobierno por las vías de la democracia constitucional, cuando se tiene una cabeza totalitaria. Y, definitivamente, la democracia es una cosa que al gobierno le estorba. Le molesta que un medio difunda las imágenes incómodas. Le indigna que un camarógrafo hubiera logrado  -en necesaria actitud de clandestinidad- la evidencia del delito. Le impacientan las preguntas sobre el tema, porque sabe que todas sus respuestas son insuficientes. Y aún suponiendo que no hubiera tenido nada que ver con la concepción, preparación y ejecución del atropello, ¿cómo explicar su falta de posibilidad o de voluntad para enmendarlo y sancionarlo?



No hay que buscarle tres pies al gato. Víctor H. Cárdenas ha cometido la peor falta que se puede cometer en un régimen autocrático: ha ejercido el derecho republicano a la disidencia. Es la manera directa de desafiar al autócrata. Mucho más grave si ese desafío –hecho por un indio orgulloso de serlo- llega a poner en duda la autenticidad del indigenismo presidencial: “discutamos en quechua o en aymara”.   

El gobierno no necesita impartir instrucciones directas y puede aparecer distante y ajeno al atropello, ¡aunque no pueda negar su complacencia!  Las técnicas de instrumentación de los “movimientos sociales”, no son ninguna novedad. Y aunque esté lejos de pensar que se trata de un gobierno fascista  -el fascismo tiene un nudo conceptual radicalmente diferente-, no tengo la menor de las dudas sobre la copia literal que se está haciendo de los modos fascistas. El actual oficialismo no puede disputar ningún derecho de autor sobre la organización y acción de los grupos de choque, pero hay que otorgarle distinción como excelente alumno. ¿No acabamos de ver a una autoridad prefectural, en Cochabamba, diciendo que si Carlos Mesa  -¡simpatías aparte!- no modera sus declaraciones, “le puede pasar lo mismo que a Cárdenas”?

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Y es que, además, no hay Estado. El propio gobierno admite su impotencia estatal cuando habla de “esa situación de aparente desamparo de algunos ciudadanos”  (J.R. Quintana, entrevista a El País de Madrid) y de “los actos de esta naturaleza que estarían explicando una especie de veto contra líderes políticos del pasado”. ¿Estaría pensando en Pando y en Leopoldo Fernández cuando dio la entrevista?

Víctor Hugo Cárdenas y su familia  -los políticos sin familia no saben lo que es el sacrificio compartido-,  están conscientes, y ya tienen la experiencia, de que hay precios que tienen que pagarse. Es, precisamente, lo que no saben algunos muchachitos del gobierno que están ahí sin tener la más remota idea de que la democracia que hoy les sirve para disfrutar su autoritarismo, ha costado más de lo que se imaginan. Y, como nunca han peleado, no saben que cuando se atropella y se reprime, ¡los Cárdenas se multiplican! 

La maldición de los totalitarismos es una maldición histórica. No importa cuánto duren ni qué contenido ideológico tengan, siempre se terminan, y terminan mal. Y es que, desgraciadamente para los totalitarios, siempre aparece un desgraciado dispuesto a arriesgar todo… ¡por pensar distinto!