Alfonsín y Fujimori

Alfonsín y Fujimori surgieron en democracia. Uno se mantuvo en sus convicciones y el otro la traicionó. La historia acaba de juzgarlos.

ElNuevoDia Editorial El Nuevo Día

Jueves,  9 de Abril, 2009



Dos ex presidentes sudamericanos han hecho noticia en estos días. Raúl Alfonsín, el emblema de la recuperación democrática en Argentina y Alberto Fujimori, quien habiendo sido elegido por el voto popular, decidió darle un golpe a la democracia y retornar a los métodos de las dictaduras. Uno es llorado por propios y extraños y elogiado incluso por los que propiciaron la ingobernabilidad de su país y lo obligaron a renunciar antes de cumplir su mandato. El otro acaba de ser condenado a 25 años de prisión luego de haber sido juzgado por la Corte Suprema de Justicia, por el asesinato y desaparición de 25 personas durante su administración entre 1990 y el año 2000.

Alfonsín fue un demócrata puro. Su tenacidad, si bien no evitó la debacle económica alentada por las dictaduras sindicales que hoy gobiernan su país, impidió que retorne el golpismo a Argentina, pero también le puso freno a los extremismos de izquierda que durante los años ‘60 habían asolado esa nación. Tal vez la historia del continente hubiera sido otra en estos 25 años, si en la Casa Rosada no hubiese habido un hombre de profundas convicciones democráticas que bloqueó con sabiduría y firmeza varios intentos de los militares de retornar al poder.

=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas

Fujimori era un perfecto desconocido cuando en el año 1999 le ganó las elecciones al afamado escritor Mario Vargas Llosa. Con mano dura pudo frenar al terrorismo que amenazaba con desestabilizar al país y que había causado miles de muertos. Rápidamente, Fujimori se erigió como la respuesta a todos los problemas peruanos y logró renovar su mandato de manera abrumadora en 1995. En 1992 había disuelto el Congreso, medida que fue respaldada por el 73 por ciento de la población y tras un segundo mandato se lanzó ciegamente al prorroguismo que condujo al régimen al abuso de poder, a la corrupción y a la instauración de un sistema dictatorial con persecuciones y asesinatos.

Argentina le debe a Raúl Alfonsín la continuidad democrática que no se ha interrumpido desde 1983. Y fue precisamente la democracia la que se puso al frente de los desbordes absolutistas de Fujimori, quien ha sido juzgado y condenado en el marco de un proceso judicial impecable y que sin duda alguna se convertirá en uno de los grandes hitos de la historia democrática de América Latina.

La muerte de Alfonsín y el juzgamiento de Fujimori no son los únicos componentes de una serie de coincidencias que se han dado estos días en América del Sur. Justamente en Bolivia se ha estado hablando alegremente esta semana de cerrar el Congreso, como método para que el Gobierno de Evo Morales promulgue de manera dictatorial una Ley Electoral que viola de forma flagrante los principios de la democracia.

Tal vez la clausura del Congreso reciba el apoyo de una buena parte de la población que hoy respalda al presidente Morales. Así sucedió con el “Fujimorazo” de 1992 en Perú, donde la inmensa popularidad presidencial sirvió para hacer añicos la democracia y poner en riesgo todo lo que había conseguido con sangre y dolor. En ese país, lo que fue una gran promesa política se desvirtuó en diez años. En Bolivia, el proceso de deterioro del cambio prometido parece más acelerado.