Lugo dijo que «esta recíproca determinación de concordia se convertirá en denominador común que debemos respetar bolivianos y paraguayos».
Los presidentes de Bolivia y Paraguay, Evo Morales y Fernando Lugo (ABI)
Por Coco Cuba
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La Paz y Buenos Aires (Argentina) 27 abr (ABI) – La presidenta de Argentina, Cristina Fernández, entregó el lunes a sus pares de Bolivia, Evo Morales, y de Paraguay, Fernando Lugo, el Acta de Demarcación de Límites definitiva, 77 años después que estos dos últimos países se enfrascaran en una guerra por el control por el control del petróleo en el Chaco Boreal.
El acto tuvo lugar en la presidencial Casa Rosada, en Buenos Aires, donde Fernández, en representación de su país, que ofició, en julio de 1938 de garante de la paz duradera entre Bolivia y Paraguay, puso fin definitivo a un conflicto bélico que en tres años, entre 1932 y 1935 se cobró la vida de 100.000 soldados bolivianos y paraguayos.
Poco más de 71 años después que el canciller argentino de la época, Carlos Saavedra Lamas, lograra coronar trabajosas negociaciones entre La Paz y Asunción, bajo la égida de la Liga de Naciones, predecesora de Naciones Unidas, para zanjar el conflicto armado, Fernández entregó este lunes la carta demarcatoria de límites entre Bolivia y Paraguay.
El documento de resolución de límites «simboliza el fin de aquella etapa de enfrentamientos sin sentido que lo único que hizo fue llevar agua al molino de otros», dijo la presidenta argentina al enunciar que la Guerra del Chaco tuvo «olor a petróleo» y que fue alentada por interés transnacionales infiltrados en las naciones entonces beligerantes.
Por su lado el presidente boliviano, un pacifista empedernido, dijo en tono solemne que el acta de demarcación limítrofe representaba «la paz social duradera» entre su pueblo y el paraguayo.
«Un mundo sin guerra es el acuerdo que estamos suscribiendo hoy aquí», señaló.
Su par paraguayo se dijo convencido que «esta recíproca determinación de concordia se convertirá en denominador común que debemos respetar bolivianos y paraguayos».
Lugo calificó a la guerra boliviano paraguaya de «innecesaria confrontación y «un viejo heredado pleito de fronteras».
Morales celebró, asimismo, «este día histórico» en que ambas naciones liquidaron los trámites limítrofes señalados en la firma del Tratado de Paz suscripto en Buenos Aires el 14 de julio de 1938 cuando se dejó, para una definición cartográfica posterior, la precisión de los nuevos límites entre Bolivia y Paraguay que ahora comparten una frontera común de 738 km lineales.
La guerra entre las dos naciones más pobres de Sudamérica estalló en junio de 1932 en Laguna Chuquisaca o Pitiantuta, un punto perdido en la árida región del Chaco, en el corazón sudamericano.
Controversias fronterizas heredadas de la errática delimitación hispana (Uti Posidetis Iuris, de 1810) mezcladas con intereses petroleros británicos y estadounidenses desataron una guerra que durante sus tres años de duración movilizó los esmirriados esfuerzos de ambas naciones.
Bolivia y Paraguay, dos naciones que hasta 1932 prácticamente no se conocían a pesar de compartir una inmensa frontera, no habían logrado nunca ponerse de acuerdo desde su nacimiento a la vida independiente a principios del siglo XIX.
La relación bilateral se inició de manera traumática en 1825, justo después de proclamada la independencia de Bolivia, y catorce años después de la emancipación de Paraguay.
El primer presidente de Bolivia (entonces República de Bolívar) y comandante en jefe del Ejército Libertador de la Gran Colombia, el venezolano Simón Bolívar, pidió el establecimiento de relaciones con Paraguay, ese año gobernada por Gaspar Rodríguez de Francia.
La respuesta de Rodríguez de Francia (que inspiró la obra del escritor paraguayo Augusto Roa Bastos, «Yo El Supremo»), autodeclarado dictador bajo un régimen proteccionista sin precedentes en América, fue algo así como un «portazo en las narices del Libertador» Bolívar y poco faltó para que éste se dirigiera hasta Asunción al mando de sus tropas para lavar la afrenta», según relata el historiador boliviano Roberto Querejazu Calvo en su obra «Masamaclay» (Donde pelearon dos hermanos, en lengua guaraní).
Más de 80 años de negociaciones fueron, sin embargo, insuficientes para que Bolivia y Paraguay lograsen un acuerdo de límites.
La guerra, evitada en 1928 por medios diplomáticos con mediación de la Liga de Naciones, estalló en Laguna Chuquisaca (o Pitiantuta en guaraní) en junio de 1932 y extendió su manto de muerte hasta junio de 1935.
Bolivia perseguía por el Río Paraguay una salida al Océano Atlántico, tras haber perdido su acceso al Pacífico en la guerra que, aliada con Perú, libró contra Chile en 1879.
Paraguay llegó a la guerra con su población masculina notablemente diezmada tras la conflagración que libró contra la Triple Alianza (Argentina, Brasil y Uruguay) entre 1865 y 1867.
Acicateados por movilizaciones de tinte nacionalista, los gobiernos de entonces de Eusebio Ayala (Paraguay) y Daniel Salamanca (Bolivia), pusieron en marcha la maquinaria de muerte.
Caracterizado al inicio de la conflagración por escaramuzas, y mientras La Paz y Asunción hacían algunos esfuerzos diplomáticos por frenarlo, el conflicto terminó por encenderse en setiembre de 1932, tras el asalto por parte de tropas bolivianas al fortín de Boquerón, controlado por un pequeño destacamento del ejército paraguayo.
En este episodio -en el que entra en escena el más grande estratega que haya conocido la historia castrense de Paraguay, el mariscal José Félix Estigarribia (luego ungido presidente y muerto en la década de los 40)- Asunción movilizó unos 15.000 hombres que, tras 26 días de cruentos combates, logró reducir a un destacamento de 600 soldados bolivianos comandados por el coronel Manuel Marzana.
A partir de la batalla de Boquerón la balanza de la guerra se inclinó decididamente a favor de Paraguay, cuyo Ejército se puso, menos de tres, a punto de tomar los ricos yacimientos petrolíferos del sudeste boliviano.
Errores tácticos y permanentes antagonismos políticos internos, del lado boliviano, y aciertos militares y la fuerza de la unidad de conciencia nacional, del lado paraguayo, determinaron el desenlace de la guerra que a Asunción le permitió adicionar a la jurisdicción territorial paraguaya 234.000 km2 de territorio.
Rechazado el segundo cuerpo del Ejército paraguayo de los contrafuertes de la cordillera de los Andes, en la batalla de Villamontes, el cese al fuego se declaró el 14 de junio de 1935, merced a las gestiones de Paz de Chile, Brasil, Argentina y Estados Unidos.
La Paz definitiva se selló en Buenos Aires en julio de 1938 y Saavedra Lamas, representante de la poderosa oligarquía vacuna argentina de aquella época, fue distinguido con el primer Premio Nobel de la Paz.