¿En qué momento se jodió el MAS?

aira Mauricio Aira

El escritor Plinio Apuleyo, del diario El Tiempo en 1990, preguntó por vez primera cuándo se jodió Colombia. La respuesta fue: a la 1:05 minutos de la tarde del día 9 de abril de 1948, con tres disparos que le arrancaron la vida a Jorge Eliécer Gaitán, desde entonces Colombia nunca más fue la misma. ¿Cuándo se jodió el MAS?, el 26 de enero cuando tres disparos dejaron sin vida al tarijeño Jorge O`Connor en la puertas de una casa vinculada al segundo hombre después de Evo Morales, y a partir de entonces se descubrió la maraña de corrupción más grande en la historia moderna de Bolivia.

La frase sin embargo viene de lejos. Aparece en una composición del colombiano Arnulfo Zúñiga “cuando se jodió la cosa?” cantada por el pueblo. ¿Cuándo se jodió el Perú? aparece en Conversación en la Catedral de Vargas Llosa. ¿Cuándo se jodió Bolivia? Fue la pregunta de Carlos Mesa entonces conductor del programa De Cerca, dirigió a Jaime Paz Zamora cuyo texto recorrió el mundo entero y le mereció un premio al autor en la Madre Patria, cuestionando al MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria) con el narcotráfico y que le hiciera perder prestigio y poder. Cuándo se jodió es la pregunta que lanza a menudo Carlos Valverde para aproximarse al momento histórico en que se jodió el MAS y en consecuencia jodió, momentáneamente claro a Bolivia, porque la Patria es Eterna y nunca estará definitivamente jodida.



Desde la perspectiva histórica se admiten muchas respuestas, aunque hay una genérica que vale siempre. La cosa se jodió al desconocer la Ley de Leyes e ir en contra del Estado de Derecho, en contra de los DDHH, en contra de grupos minoritarios que merecen respeto, cuando se privilegia lo originario a lo ciudadano, cuando gobierna la corrupción y la violencia, la sinrazón y la ignorancia.

El menú de argumentos vale desde la Revolución Nacional hito trascendental que marcó para siempre el destino de los campesinos, entonces dejaron de ser pongos y se convirtieron en asalariados, pudieron elegir y ser elegidos, cuando la economía minera pasó de mano de los barones del estaño al nuevo Estado, cuando se marcaron beneficios para la educación de todos. Que la RN cometió excesos, claro está, que se quedó estancada y que no estimuló estructuralmente el orden social, especialmente por carencia de medios para llevar a la práctica sus enunciados teóricos, porque sobrevino la corrupción y el partidismo, porque los militares se alzaron en contra y cortaron el proceso un 4 de noviembre de 1965.

Se jodió la cosa, cuando innúmeras ONG, le dieron recursos humanos y dinero abundante a Evo Morales y lo convirtieron de representante de los productores de coca en instrumento para destruir la Nación Boliviana, en un proceso diabólicamente nefasto que fueron armando de a poco, e involucrando en él a viejos líderes de la frustrada izquierda, que nunca antes tuvieron ocasión de hacerse del poder. Tomaron banderas legítimas enarboladas por auténticos bolivianos, la reivindicación marítima, la lucha contra la pobreza, el desarrollo nacional, la defensa de los recursos naturales, la igualdad social. Fueron incorporando los lemas en sus movilizaciones de tiempo completo, con miles de desocupados a los que retribuyeron con generosidad.

Se jodió la cosa cuando el llamado “instrumento político” se vendió alma y cuerpo a Fidel Castro y Hugo Chávez que están aportando en inteligencia, recursos humanos y dinero a viabilizar el proyecto del MAS, dotándole del apoyo de su poderosa red de propaganda internacional, de los instrumentos de represión y persecución a los líderes que se oponen al mismo y según se puede constatar, de un sistemático y dramático arrinconamiento y cercenamiento de las instituciones bolivianas, las que están siendo anuladas como ocurrió antes en Cuba y está ocurriendo ahora en Venezuela.

Se jodió la cosa cuando sometida la ciudadanía a un destructivo ejercicio de votaciones por todo motivo, se ha venido perfeccionando el fraude electoral que se está convirtiendo, qué paradoja!, en la clave para desvirtuar la Ley y el Derecho y legalizar y justificar todos los atropellos y violaciones.

Se jodió la cosa cuando el pueblo boliviano aprobó referéndum de por medio una NCPE, que contiene al menos entre muchos otros, dos crasos errores imperdonables. La renuncia a la reivindicación marítima y le abre las piernas a Chile para pactar definitivamente sobre el sagrado deber de volver al mar en condiciones dignas. Más de un analista como Carlos Valverde ha tipificado la cuestión como “traición a la Patria”, porque queda tan claro como la luz del sol, que aceptar un corredor sobre territorio peruano que no chileno o un miserable enclave que permita almacenar mercaderías de embarque y desembarque marítimo, y levantar campamentos para el personal que opere un incipiente puerto, que por otro lado no puede ser costeado por el Tesoro de la Nación, no podrá de ninguna manera colmar la expectativa de cada boliviano que revive en el hogar y en la escuela y en el cuartel el ideal de la reivindicación.

El otro error inadmisible es que la NCPE, tal cual está, permitiría que la llamada Asamblea Constitutiva que reemplazará al Congreso Nacional de Senadores y Diputados, se conforme con un 33% de representantes de las ciudades y un 66% de originarios, lo que convertirá a Bolivia en la primera dictadura a nivel mundial de los originarios que sojuzgarán al resto de la población o sea que un tercio tendrá bajo sus pies al resto o sea a los dos tercios, hecho político que destruye toda idea de democracia representativa e igualitaria. Un ciudadano un voto, un originario tres votos, un citadino un voto, así en esa proporción.

Que los militares hubiesen perdido la capacidad de raciocinio y la valentía, que triste sea reconocerlo, nunca la tuvieron, no nos extraña. A lo largo de la historia de Bolivia siempre se pusieron al lado del más fuerte, no del que más razón tiene. Quizá los hechos más notorios sean, el no haber acudido al departamento de El Litoral con la oportunidad debida, y haber organizado El Corralito de Villa Montes, para defenestrar al presidente legítimo de Bolivia en plena Guerra del Chaco y haberlo sustituido por un militar, cometiendo caracterizada traición a la Patria, que llevó a la pérdida de la contienda contra el Paraguay. Esos mismos militares, que aceptan la whipala como enseña nacional, que desfilaron con los ponchos rojos en Warisata, que permiten la presencia de cubanos y venezolanos en los cuarteles del ejército, de la armada, de la fuerza aérea, son los que están permitiendo el rearme nacional, quizá ante la perspectiva de hacerle la guerra al Perú, que se opondrá “a la solución marítima” que Chile propone a Bolivia y que será apoyada por Chávez, “aún al precio de las armas” (Compra apresurada de aviones de combate por Morales a Chequia, sin licitación, o sea como en tiempo de guerra)

Retomando el hilo, el MAS se jodió desde el asesinato del ingeniero Jorge O`Connor por un sicario contratado por Santos Ramírez para asaltarle el botín destinado a financiar los grupos de choque del masismo en las acciones violentas contra sus opositores. Este fue el principio del fin de los años perdidos, de una larga noche de pesadilla y angustia.

Nos asiste la esperanza que el pueblo de Bolivia se lance a resistir tanto avasallamiento y tanta traición e inscriba éste pasaje de su historia como la de los “años perdidos” cuyo final está en manos de los líderes de la democracia, de las autonomías, de la auténtica soberanía nacional, de los que no claudican, ni aceptan “el mendrugo de pan” que Chile arroja de la mesa opulenta a una administración hambrienta de poder, que haría virtualmente “cualquier cosa” inclusive vender su alma al diablo, para quedarse en el poder, con la complicidad de los soldados a los que tiene dormidos, quizá bajo los vapores bochornosos de las hojas de coca o del whisky y las mujeres que compra con el dinero mal habido de sus “generosos padrinos”. Esa esperanza no se puede perder violenta y cruelmente cada día, como afirmó algún escritor refiriéndose al aluvión de miseria y corrupción del populismo trasnochado de los 500 años.

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