El primer presidente ateo

aira Mauricio Aira

Durante su estadía de algunas horas en Buenos Aires uno de los medios incondicionalmente a sus órdenes por formar parte del aparato propagandístico de “los bolivarianos castro-chavistas” el presidente de Bolivia Evo Morales no tuvo empacho en declarar “yo no creo en Dios. Jamás entraré a una Iglesia a rezar. No creo en esas cosas…mi opositor más grande es la Iglesia. Algunos jerarcas y ciertos órganos de prensa…” Más claro agua. Después de la confesión en Cumaná, Venezuela “soy marxista, leninista, comunista y ahora qué!”, viene la brutal declaración de Buenos Aires.

Utilizamos el adjetivo “brutal” como el más adecuado frente a un pueblo católico, cristiano tradicionalmente creyente, cuya historia está intrínseca con las devociones a las vírgenes de Copacabana, Luján, El Carmen, Cotoca, Urkupiña, y a otras profundamente arraigadas en el alma boliviana en Potosí El Justo Juez, en La Paz, el Gran Poder, en Oruro la Virgen del Socabón, etc., etc., ante cuya realidad se realizaron no pocos intentos de arrancar la fe del pueblo, sin haberlo logrado jamás, de tal manera que la rimbombante confesión de parte del mandatario originario, que no pocas veces en su pasado reciente apeló a la Iglesia para buscar protección, apoyo, comprensión y porqué no revelarlo hoy día, la vía para no ser eliminado en otro momento de la historia, pasará por el mar receloso del tiempo sin dejar otra huella que la del anecdotario de dichos y hechos, similar al que nuestro colectivo conserva del paso por el poder el General Melgarejo.



El texto bíblico que corresponde al Evangelio de hoy, es una tácita referencia a la necesidad de creer en Dios que nos enseña toda la Sagrada Escritura, cuando los discípulos quedaron poco menos que escandalizados por las sentencias del Maestro “El espíritu es el que da Viva, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen” Se estaba refiriendo a las dudas que según el narrador Juan en su Cap. 6 habían expresado y El conocía al que lo iba a entregar por ello agregó: “Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede” Juan hace notar que a partir de aquel momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de seguirle, fue entonces que refiriéndose a los Doce “también ustedes quieren irse?” Simón Pedro le respondió “Señor, a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios”.

También en el lenguaje espiritual se pueden usar adjetivos fuertes como el de feroz, inhumano, impío, bárbaro, déspota o sádico para calificar la conducta de un Presidente con relación a la fe del pueblo boliviano por el que no muestra ningún respeto, más por el contrario Morales es irracional, inculto, tosco y grosero cuando se refiere a la condición de cristianos de la gran mayoría del pueblo creyente. Hasta antes de ahora se había mostrado con piel de cordero, manso y humilde, hasta inofensivo, pero ahora ya insociable, y sañudo la emprende contra los católicos en primer lugar y contra los cristianos que ingenuamente lo han venido apoyando de mil maneras, muy lejos de sospechar de su brutalidad y salvajismo.

Si no existe respeto y temor de Dios en la vida humana se desatan todas las pasiones y no hay barrera alguna que ponga límite a la iniquidad. La fe en Dios es imprescindible en nuestra existencia y la de la Nación, que se origina aquel 6 de agosto de 1825 y sitúa nada menos que en el artículo cuarto de la flamante constitución el reconocimiento de la Religión Católica como parte de la institucionalidad patria. Nadie, ni siquiera la Iglesia opuso obstáculos al cambio de la Ley y a la incorporación de un texto más generoso de tal modo que se diera paso a otras religiones en el plano del conocimiento. De ahí, a la negación de Dios y a declarar que la Iglesia es el objetivo de la lucha política del originario hay un largo trecho.

Por lo demás la maestra de la vida que es la historia de la humanidad, se ha encargado de mostrarnos que todos aquellos que intentaron sojuzgar a la Iglesia en los últimos tiempos fueron borrados de forma inmisericorde y terminante del escenario del poder, Perón, Hitler, Mussolini, Napoleón para nombrar unos pocos que perecieron en el intento, mientras que la Iglesia fulgurosa, triunfante, resplandeció siempre ante el error y la mentira y su obra de bien entre los mortales ha continuado porque tiene la promesa del Hacedor “Cielos y tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán: Estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos”