Evocación a las heroínas cruceñas. “Nuestro hogar es sagrado”

image Carlos Dabdoub Arrien

1) ANTECEDENTES HISTÓRICOS



Ante el arribo inminente de las tropas comandadas por el general español José Manuel Goyeneche para sofocar una image segunda revuelta en Cochabamba, valerosas mujeres del campo y la ciudad encabezadas por la anciana no vidente Manuela Gandarillas y la esposa del patriota Esteban Arze, Manuela Rodríguez, decidieron organizarse y detener a las fuerzas opresoras realistas. Bajo el lema “Nuestro hogar es sagrado” se dirigieron en romería hacia la colina de San Sebastián (La Coronilla), llevando en andas la imagen de la Virgen de la Merced. Esto ocurría en víspera de la celebración de Corpus Christi. El enfrentamiento y la masacre ocurrieron el 27 de mayo. Al día siguiente, mientras el tirano general presidía los actos litúrgicos, eran fusilados el gobernador Mariano Antezana y otros patriotas revolucionarios.

Este ilustre recuerdo de las valerosas señoras cochabambinas, nos impele también a rememorar a valientes mujeres y madres de Santa Cruz, que en distintas épocas y circunstancias nos legaron un ejemplo de valor, fe y entereza. Hasta ahora seguimos siendo mudos testigos de una sociedad donde prioritariamente se exalta la belleza y la simpatía a través de concursos y pasarelas, que si bien son valores innatos de nuestras mujeres, relega su carácter ideológico y cultural a la biología como objeto. Que nuestro aporte contribuya a enriquecer la nueva historia de la mujer cruceña, cuya fuerte convicción ha creado una conciencia y un estilo de vida en esta Santa Cruz. He aquí la narración sucinta de algunas de nuestras heroínas.

2) PRIMERAS HEROÍNAS CRUCEÑAS

La estampa de Elvira de Mendoza y Manrique de Lara, nacida en Asunción y esposa de Ñuflo de Chaves surge en medio de aquella proeza por encontrar ‘El Dorado’, llena de valentía y osadas aventuras. Cuentan que este matrimonio tuvo cinco hijos, tres mujeres (María, Catalina y Elvira) y dos varones (Francisco y Álvaro), que fallecieron siendo jóvenes. Doña Elvira era hija del gobernador Francisco de Mendoza, hombre querido y respetado, ajusticiado en Asunción, y de doña María Angulo, mujer de mucho carácter, que sobrevivió a todas las penalidades de la etapa heroica de la conquista del Plata. Sus hermanos fueron Diego y Francisco de Mendoza; también era cuñada del capitán Hernando de Salazar, uno de los fundadores de Santa Cruz y primer presidente del Cabildo del 5 de mayo de 1561, realizado en esta ciudad.

A la muerte de su hermano Diego de Mendoza, gobernador de Mojos y Chiquitos, doña Elvira vivió una historia llena de privaciones y desvelos, como el destierro y el despojo de sus bienes por orden del centralismo limeño. Casi diez años después los servicios de Ñuflo de Chaves fueran reconocidos por el Rey. Al retornar de Lima a la ciudad de su esposo en 1583, sufrió una emboscada de indígenas, a quienes “alcanzó a contenerlos y apaciguarlos. En esta celada murió su madre, doña María de Angulo, quedando herida su hija Elvira por un flechazo en la pierna. El lugar habría sido cerca de Jorochito. Elvira conocía la lengua guaraní, condición que salvó la vida de toda su familia en esta trágica celada.

Nadie en estas colonias había sufrido tantas desgracias como doña Elvira de Mendoza. Llevaba en su recuerdo la muerte de las personas más queridas de su familia, desde la ejecución de su padre, el asesinato de su esposo Ñuflo, el vil e injusto colgamiento de su hermano y la agonía y muerte de su madre. No se conoce donde murió. Santa Cruz la Vieja, Cotoca o España, son los tres lugares posibles que Enrique Finot refiere.

Elvira de Mendoza pertenece a la segunda generación de mujeres heroicas del Río de la Plata. Quedó en la memoria de los indígenas el río Elvira, nombre escogido para los dos arroyos por donde estuvo la benemérita viuda y el río de Las Cruces, lugar donde fueron enterrados los nueve hombres caídos en la ‘guazabara’ de 1583. Elvira de Mendoza junto a María de Angulo –fundadora de tres ciudades y líder de la rebelión cruceña de 1572– se inicia la epopeya de la mujer abnegada, fiel y heroica de Santa Cruz.

3) HEROINAS DE LA INDEPENDENCIA

Luego de la muerte de Ignacio Warnes (El Pari, 21 de noviembre de 1816) y colocada su cabeza sobre una picota en el centro de la plaza, Ana Barba y su esposo Francisco Rivero la hurtaron del sombrío lugar, contando con la eficaz ayuda del romancesco Cañoto. Casi siete años después, una vez proclamada la libertad en Santa Cruz (1825), Ana Barba hizo conocer el lugar donde estaba depositada los restos mortales del valiente Warnes. Oficialmente se celebraron sus funerales, partiendo el cortejo fúnebre desde el barrio del Tocotocal rumbo a la Catedral, en cuyo cementerio se depositó la ‘caja fúnebre’. Con el tiempo, la hija de Warnes Manuela Antonia, fijó su residencia en Cotoca juntamente con su madre doña Micaela Castro.

También destacan otros nombres de cruceñas valientes de la época. Entre ellas merecen recordarse a Florencia Mendoza Bazán, ‘Florita’, la esposa y compañera de andanzas del guerrillero “Cañoto”; Francisca ‘Panchita’ López se opuso a peinarse el cabello con la raya o ‘cutibí’ a la izquierda y moño, como ordenaban los españoles a las cruceñas. Rosa Montero, junto a su hermana Micaela Montero, estuvo en prisión por orden del general cruceño Aguilera, no cediendo a las presiones para delatar el paradero de su hijo, el patriota ‘Colorao’ Mercado. Doña Manuela Velasco de Ibáñez al pagar 4.000 pesos de su propio dinero, salvo a la ciudad de Santa Cruz de una contribución de guerra que exigía Manuel Antonio Blanco, mientras que Dolores Melgar, esposa de José Manuel Mercado sufrió miserias, sacrificando todo por la patria. Adrián Melgar (2008) también destaca a valerosas mujeres ‘vallensas’ como “las Albas, las Aldana, las Arteaga, las Pedraza, las Ripalda, las Salazar, las Lara, las Arze, las Nogales.

4) HEROINA DE LA GUERRA DEL PACÍFICO: IGNACIA ZEBALLOS:

La comunicación del Ministerio de Gobierno fechada el 3 de marzo de 1879 con carácter de ‘urgente’, que instruía el recojo de armamentos y municiones para la guerra del Pacífico, recién llega a la Prefectura de Santa Cruz el 28 del mismo mes. La noticia sobrecoge y entristece, pero al mismo tiempo se enciende la llama votiva del sentimiento patriótico. Aunque esta disposición exceptuaba a quienes residían en Santa Cruz y Beni por razones de distancia y escasez de recursos, la juventud cruceña se movilizó y formaron el ‘Escuadrón Velasco o Rifleros del Oriente’.

En la batalla del Alto de la Alianza (26 de mayo de 1880), hicieron los cruceños lujos de valor, no siendo pocos los que rindieron en ella la vida. Aquí sobresale una mujer cruceña, Ignacia Zeballos Taborga, alias ‘La Tabaco’. Fue la única en su género que se halló presente en aquella cruenta jornada. Además, participó en las excursiones a Ite y Moquegua. Fue condecorada por el Gobierno de Bolivia y ascendida al grado de capitán de la Sanidad.

Ignacia Zeballos, nació el año 1831 en la Enconada, hoy provincia de Warnes del departamento de Santa Cruz. Su abuelo materno Juan Taborga era apodado ‘Tabaco’, heredando de él su sobrenombre. Vivió en La Paz y trabajó como costurera. La describen como una mujer dinámica y temperamental. Fue acusada de intervenir en el incendio del Palacio de Gobierno en 1876. Por ese motivo retornó a Santa Cruz. Relatan que anoticiada de la invasión chilena utilizó el traje de su marido fallecido para camuflarse entre los soldados que partían a Tacna, donde se alistó como enfermera de la Cruz Roja en 1879. Falleció el 5 de septiembre de 1904 en La Paz, con todos sus honores. En 1982 sus restos fueron trasladados a su pueblo natal.

5) HEROINAS DEL 11%

En el Cabildo Abierto del 31 de octubre de 1957 convocado por el Comité pro Santa Cruz, las mujeres cruceñas que asistieron masivamente, decidieron organizar una nueva institución. “Más de 1.000 mujeres cruceñas, sin distinción de clases sociales ni edad, se reunieron en la Plaza Blacutt, al sur de la ciudad, lideradas por la Dra. Elffy Albrecht Ibáñez, formaron la ‘Unión Femenina Cruceñista’, “bajo los signos de lucha, de fe y de solidaridad, para respaldar a todo un pueblo en defensa de sus propios intereses y sus propias necesidades”. La presidenta electa era una dignísima dama de vastos conocimientos; sumaba a sus virtudes ciudadanas, el valor, la capacidad y la rebeldía de nuestras mujeres. En la casa de la Sra. Cora Osuna de Freerking, se eligió el primer directorio de la ‘Unión Cruceñista Femenina’, conformada de esta manera: Presidenta: Elffy Albrecht Ibáñez; Vicepresidenta: Alicia Ribera de Cerruti; Secretaria General: Giselle Brunn Sciaroni y Secretaria de Hacienda: Ana Suárez de Leigue”. La presidenta electa era una dignísima dama de vastos conocimientos; sumaba a sus virtudes ciudadanas, el valor, la capacidad y la rebeldía de nuestras mujeres

La Unión Cruceñista Femenina realizó la primera huelga de hambre en Santa Cruz un viernes 6 de diciembre de 1957, que inmediatamente se masificó con mujeres de todos los sectores sociales de la ciudad. De este modo, mientras los hombres combatían aquel 7 de diciembre en el lugar llamado ‘Los Mangales’, al oeste de la ciudad, más de cien señoras ayunaban en el Salón de Actos de la Alcaldía, exigiendo vivir como pueblo libre en paz y tranquilidad. Al siguiente día de la huelga de hambre llegaba al edificio municipal un grupo de unionistas que acompañaban el cadáver de uno de sus socios, el valiente Gumercindo Coronado Zambrana. El domingo 8 de diciembre a las once de la mañana se enterraba al segundo mártir por la lucha del 11 %. El primero, Jorge Roca Pereyra había sido abatido el 31 de octubre de 1957.

Un relato personal de Carlos Glogau, hijo de la doctora Albrecht, cuenta que su madre fue detenida una madrugada en su residencia particular de la calle Ingavi 316, y trasladada a las celdas de la Policía en la plaza 24 de septiembre, a la vista de la gente que entraba a misa de la Catedral. En aquellos días, la ciudad estaba casi desierta, habitada sólo por mujeres, niños y ancianos, pues la juventud y sus líderes eran perseguidos por las milicias armadas y Pinto Parada con otros notables cruceños estaban en el exilio. Anoticiada la población del abuso cometido, unas quinientas mujeres se congregaron frente al edificio policial, exigiendo la libertad de la doctora Albrecht, hasta conseguir su objetivo. Este es uno de los tantos ejemplos del sentimiento cruceño y la valentía de la mujer de aquella época, donde el pueblo era un solo cuerpo y espíritu, sin distinción de clases, razas o religión, que defendía un solo ideario: arrancar al centralismo el pago de las regalías del 11%.

6) HEROÍNAS ANÓNIMAS. REFLEXIÓN FINAL.

En el caso especial de Santa Cruz, existen expresiones admirables del aporte de madres organizadas en instituciones o clubes femeninos que han incursionado en todos los campos de la actividad social, cultural, económica, etc. Un claro ejemplo es el Voluntariado cruceño, que a través de la historia siempre estuvo presente al lado de los enfermos, ancianos, niños y desamparados.

Tampoco olvidaremos recordar a las abnegadas madres que son el sustento de cada hogar cruceño; a la madre profesional, técnica o trabajadora, que contribuye a la economía familiar, sin dejar su ternura y su apoyo en la faena diaria de su casa; a la madre campesina, que desde la aurora hasta el ocaso, junto a su compañero y sus hijos está labrando la tierra.

La madre como factor esencial de cohesión familiar -célula social que silenciosamente viene incubando un pueblo que tiene destino de grandeza-, representa como la piedra filosofal que funde la argamasa nobilísima del hogar, altar de nuestros mayores afectos. Este sagrado recinto hoy está en peligro. No sólo lo acechan el carácter societal individualista y sin cariño, económicamente frívolo y de pragmatismo casi mundano, sino porque pretenden crear un estado que arranque de nuestros hogares el futuro de nuestros hijos o nietos, además de privarnos de lo más preciado que nos entregó Dios: la libertad.

No será con palabras formales y buenos deseos nuestra salutación al homenajear este día. Que la abnegación de estas madres en el tiempo sirva de faro para mostrarnos el camino de la victoria, de la paz y el trabajo. Ello exige renovar nuestros compromisos, no con la pasividad o indiferencia que quiere convertirse en costumbre, sino mediante la militancia activa de luchar cotidianamente por nuestros valores y principios. Que nuestro lema sea el mismo de las heroínas de la Coronilla: “Nuestro hogar es sagrado”.

En la humanidad sabemos que hay tiranías que persiguen, torturan o matan por imponer ideas, pero también ellas saben que hay mujeres y hombres que luchan por defenderlas y que siempre vence la verdad. ¡Sólo la verdad nos hará libres!