Leopoldo, el preso político de la era del «cambio»

Han pasado nueves meses y los sucesos de Porvenir están lejos de ser aclarados. El único hecho concreto es que el prefecto de Pando, Leopoldo Fernández, está encarcelado sin el debido proceso y sin que al gobierno le importe mucho esta situación. El objetivo político de defenestrar a un prefecto opositor se ha conseguido y las formas importan poco.

image

El prefecto (Gobernador) de Pando, Leopoldo Fernández, momentos en que fue detenido en Cobija por las Fuerzas Armadas y trasladado a La Paz. Septiembre 2008.



Como ocurría en los oscuros periodos dictatoriales, más de un centenar de ciudadanos pandinos confrontan una situación incierta y se han visto obligados a buscar refugio en el Brasil para evitar las represalias del gobierno o ser enviados de manera expeditiva a La Paz para someterlos a ese remedo de la justicia que ha establecido en esta ciudad el régimen del MAS.

El abuso de poder se muestra hoy de manera descarnada porque el gobierno se siente omnipotente. En lo interno maneja a discreción a las llamadas «organizaciones sociales», a las FFAA, Policía, el parlamento y gran parte del poder judicial; en lo externo cuenta con buenos amigos que responden al silbato de Caracas, como es el caso de Unasur y el burdo informe elaborado por la comisión de Mattarolo, donde hablaba de muertos que estaban vivos y de “torturados” y “desaparecidos” de los que nadie pudo dar cuenta y que solo existieron en la mente del exguerrillero argentino. 

El objetivo político fue cumplido a cabalidad: se logro defenestrar a Fernández, cuya vida política seguramente tiene luces y sombras, pero fue elegido por el voto popular y por ser un opositor había que deshacerse de él y al mismo tiempo lanzar una advertencia a los otros prefectos «rebeldes». Los muertos y heridos de uno y otro bando solo resultaron un daño colateral muy útil para ser usados en los discursos de los oficialistas.

image Leopoldo en su convivencia con los otros presos y sus familias en el penal de San Pedro

El caso de Leopoldo Fernández es emblemático. En el régimen de Evo, por ahora, es el preso político más connotado. Se encuentra a la fecha en el limbo legal, no se le ha iniciado proceso alguno y el gobierno no tiene la menor intención de hacerlo.

Al fin y al cabo, en nueve meses de encierro Leopoldo ha hecho buenos amigos en la cárcel y pronto podría tener la compañía de algunas destacadas personalidades que van desde dirigentes cívicos, prefectos de la media luna, algún ex contralor y hasta el mismísimo presidente de la Corte Suprema de Justicia. El gobierno, los parlamentarios masistas y un grupo de fiscales del Ministerio Público están trabajando intensamente para cumplir con este objetivo nacional.