Venezuela: un desprecio y un vistazo

EL CHAVISMO O LA PREPOTENCIA DE HUGO CHÁVEZ  El Comercio, 21/6/09

image Por: Jorge G Castañeda*

El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, ha mostrado una notable resiliencia durante su carrera de 20 años de duración en políticas de todos sabores y colores. Es, por excelencia, el chico que siempre recupera el éxito, como frecuentemente llamaban a Bill Clinton.



Intentó un golpe de Estado, fracasó, y fue encarcelado, pero emergió de prisión triunfante y enormemente popular.

Fue víctima de un golpe de Estado fallido, y emergió triunfante de la experiencia.

Derrotó una vasta huelga patronal y un paro petrolero.

Perdió en un referéndum sobre cambios constitucionales que le hubieran permitido permanecer indefinidamente en el poder, pero al año siguiente regresó con otro referéndum sobre ese tema y ganó.

Después de un decenio en el poder, Chávez ha sobrevivido a una trampa tras otra, y la mayoría de las apuestas en contra de su supervivencia en el futuro a cercano o mediano plazo casi seguramente se perderían. Sin embargo…

Hace unas semanas pude echar un vistazo de primera mano tanto al comportamiento errático de Chávez (que lo ha metido en problemas una y otra vez) como al descontento creciente en su país. Estuve en Venezuela en una breve visita para asistir al XXV aniversario del Centro de la Divulgación del Conocimiento Económico (Cedice), un comité de expertos (o “think tank”) conservador y democrático en Caracas.

Varios intelectuales públicos latinoamericanos fueron invitados, algunos fueron hostigados en el aeropuerto, y todos nosotros fuimos insultados y condenados por los medios de comunicación e incluso en pequeñas manifestaciones al otro lado de la calle del hotel donde nos hospedamos, y donde el encuentro del Cedice se iba a realizar.

Decidimos pedir a Chávez que, para reparar las cosas, nos invitara a su programa dominical de radio de charla que dura todo el día, a lo cual inicialmente se negó, sugiriendo que organizáramos un debate con sus académicos bolivarianos. Replicamos que él normalmente invita a docenas de personas para conversaciones, y que nosotros preferiríamos conversar con el titiritero, no con los títeres. Él aceptó, lo que nos satisfizo inmensamente, llevándonos a proponer al novelista peruano Mario Vargas Llosa como nuestro vocero. El presidente reaccionó indignado; canceló la invitación y desató un intenso contraataque contra Vargas Llosa y el resto de nosotros.

Esta anécdota es irrelevante en su mayor parte, salvo por el contexto en el que tuvo lugar. Subsecuentemente, Chávez suspendió dos de los cuatro días que su programa de radio de aniversario estaba programado para transmitirse; desinvitó al presidente boliviano Evo Morales para una visita breve que haría en su viaje a San Salvador, donde ambos asistirían a la toma de posesión del centroizquierdista presidente Mauricio Funes; después canceló su propio viaje a la celebración en esa nación centroamericana, alegando la existencia de una conjura para asesinarlo.

Todo esto ocurrió contra el fondo de una caída notable de sus índices de popularidad en las encuestas, una crisis económica cada vez más intensa, la radicalización de su campaña encabezada por su gobierno para apoderarse de todas las empresas a su alcance, la renovada persecución de sus rivales políticos y de los medios de comunicación oposicionista, y la crisis que sus políticas sociales enfrentan.

Chávez ha empezado a apoderarse de cada eslabón de la cadena de la producción petrolera, a nacionalizar incluso las siderúrgicas argentinas (los Kirchner, en Buenos Aires, están entre sus mejores amigos políticos en América Latina), a socavar a los alcaldes y gobernadores de oposición, recortando sus presupuestos y reduciendo su autoridad, además de seguir hostigando a la única red de televisión crítica que queda en el país.

Se dice que los médicos cubanos que forman parte de sus “misiones barrio adentro”, en los barrios bajos de Caracas y aldeas del campo, están desertando y huyendo en gran número a las colinas y a Miami, e incluso hay rumores (siempre sospechosos en América Latina, y particularmente en una sociedad tan polarizada como es la de la Venezuela actual) que se escuchan voces de descontento en las Fuerzas Armadas.

El caudillo venezolano se ha beneficiado por el alza reciente de los precios petroleros (aún muy por abajo de lo que había presupuestado para este año, pero muy por arriba de lo que eran en los primeros meses del año).

Y está en una pequeña racha de buena suerte en América Latina: la Organización de los Estados Americanos aceptó su iniciativa para invitar a Cuba a regresar al redil después de casi medio siglo de suspensión (si bien no incondicionalmente).

Funes, en El Salvador, no siente simpatía por él, pero su partido, el viejo grupo guerrillero Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), y su líder, el vicepresidente Salvador Sánchez Cerén, sí lo admiran.

Ha buscado innecesarias reyertas con Argentina, pero el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, sigue dándole mucho margen de acción, y el presidente mexicano, Felipe Calderón, le perdona prácticamente todas las afrentas.

Su amigo Mahmud Ahmadineyad acaba de ser reelegido en Irán, y todos sus colegas más cercanos, los presidentes Morales, en Bolivia, Daniel Ortega en Nicaragua, Rafael Correa en Ecuador y, hasta cierto grado, Fernando Lugo en Paraguay, se han consolidado en el poder.

Incluso en Cuba, pese al desplome económico de la isla, las cosas se ven bien: Fidel Castro parece haber recuperado parte de su salud y poder, y su hermano Raúl da la impresión de haber cedido ante las demandas radicales e intransigentes de “El Caballo” (como a veces llaman afectuosamente a Fidel), tal como Chávez hubiera deseado y quizá conspiró para hacerlo realidad.

No obstante, quizá haya algo podrido en Caracas, y como dijo Vargas Llosa cuando estaba en Caracas, la vitalidad y el vigor de la sociedad civil del país han resistido un ataque que pocas otras naciones en la región hubieran soportado.

Chávez quizá quiera convertir a su país en otra Cuba, pero hasta ahora no lo ha logrado. De hecho, posiblemente esté cerca de un fracaso rotundo y total.

(*) Ex canciller mexicano