Han causado sorpresa las declaraciones del Canciller de la República, que para salvar responsabilidades aseguró que los responsables del deterioro de las relaciones diplomáticas de Bolivia con el Perú son los periodistas y los medios de comunicación.
Pero los errores de uno no deben ser descargados en otros que nada tienen que ver con esos problemas y menos con la falta de capacidad para solucionarlos. El dicho popular “el cojo echa la culpa al empedrado” se aplica cuando el Ministro de Relaciones Exteriores quiere culpar a quienes no corresponde. Esta forma de actuar del responsable de la política internacional de Bolivia, forma parte de la estrategia masista para buscar el enfrentamiento con instituciones, personalidades, gobiernos de países amigos y contra todo aquel que se oponga a la forma de gobernar del Movimiento Al Socialismo. No será extraño que algún representante del Ejecutivo responsabilice a la Jerarquía de la Iglesia Católica del desabastecimiento de hidrocarburos en el territorio nacional y se podría echar la culpa del enclaustramiento marítimo a algún país cuyo Gobierno esté en entredicho con el del mandatario boliviano. Pero si se cometió algún error, las autoridades deberían enmendarlo, sin culpar a quienes nada tienen que ver con las determinaciones emanadas por el Gobierno, cuyo responsable es el Jefe de Estado.
Es evidente que hay una política de ataque a los medios de comunicación y a quienes laboran en los mismos, porque con frecuencia los gobernantes se estrellan contra la prensa, asumiendo actitudes propias de los gobiernos de facto. Al respecto los ejemplos sobran, el más reciente es el de una veintena de periodistas, camarógrafos y reporteros gráficos que fueron encerrados en una oficina de Palacio de Gobierno, para evitar que puedan entrevistar al presidente de Venezuela, que llegó por invitación del Jefe de Estado, para que realce con su presencia los actos conmemorativos de los 200 años de la Revolución del 16 de julio de 1809. Esa maniobra es un atentado a la libertad de expresión, a la libertad del trabajo y al libre tránsito. De nada sirven las disculpas presentadas por el otrora dirigente de la Federación de Trabajadores de la Prensa, Iván Canelas, quien al parecer apoya el trato injusto que brinda al sector el Gobierno de Morales Aima.
El deterioro de las relaciones diplomáticas de Bolivia con el Perú es por obra y gracia del Presidente boliviano y líder de los cocaleros, quien había insultado a su homólogo Alan García, descendiendo al insulto doméstico, responsabilizando al mandatario peruano de la muerte de campesinos y policías durante un bloqueo de caminos en la hermana república, calificando la acción de uniformados como un genocidio alentado por las autoridades gubernamentales peruanas y condenando las mismas. Además Morales Aima arengó a la lucha y las acciones de violencia, por medio de una carta enviada a dirigentes campesinos peruanos que organizaron un encuentro internacional. Esas provocaciones no fueron por determinación de la prensa, lo único que hicieron los periodistas fue informar sobre esos sucesos y los exabruptos del Jefe de Estado, que estuvo secundado por sus compañeros de partido que lideran las organizaciones sociales del sector rural.
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La rabia que expresa el Primer Mandatario contra la prensa es por haber divulgado la determinación del Gobierno de EEUU de descertificar a Bolivia debido al crecimiento del narcotráfico, por lo que nuestro país fue suspendido de los beneficios que otorga la Ley de Preferencias Arancelarias Andinas y Lucha contra las drogas (ATPDEA), o por los cuestionamientos que surgieron ante los constantes ataques oficialistas contra la Iglesia Católica, el Poder Judicial, los gobiernos que no son afines a la ideología que propugna, o por la subordinación al presidente de venezolano Hugo Chávez. Los medios de comunicación cumplieron con su labor de informar y no prestarse a la censura que quiere imponer la administración masista, o a la manipulación informativa que es realizada desde medios de comunicación del Estado, puestos al servicio del MAS, ocultando algunas acciones que son contraproducentes para el Ejecutivo.
Sólo faltaría que el Ministro de Gobierno responsabilice a la prensa y a la Iglesia de la proliferación de los cultivos de coca en el territorio nacional o del incremento del narcotráfico, cuando se sabe que las tareas de prevención, interdicción, desarrollo alternativo y destrucción de los sembradíos de coca ilegal corresponden a los gobernantes, lo que no ocurre porque esa ilícita actividad se desarrolla a vista y paciencia de las autoridades y de los organismos encargados de su represión y control. Las impertinencias y ocurrencias del Canciller cada vez son más frecuentes, siendo motivo de mofa, como las revelaciones que hizo en sentido de que la coca es más nutritiva que la leche o que las piedras sienten como los seres vivos. Todas esas “genialidades” no corresponden a la prensa y no se la tiene que responsabilizar de las mismas.