Les cantamos a nuestros progenitores

SUSANA Susana Seleme Antelo

La estrofa del himno cruceño que tanto le molesta al presidente porque canta loas a la España conquistadora, no tenemos por qué discutirla con nadie, pues no la vamos a cambiar. Porque no vamos a revisar nuestra herencia, nuestra identidad y cultura, construidas dialécticamente en el tiempo, entre los de adentro y los de afuera, los de arriba y los de abajo, como históricamente sucede siempre. Herencia, historia, identidad y cultura vivas, que no estuvieron ni están en lucha con aquellos que honran a Manco Kapac, Mama O’kjlllo, la Pachamama u otras cosmovisiones.

Cuando cantamos “La España grandiosa con hado benigno, aquí plantó el signo de la redención”, le cantamos a nuestros remotos tatarabuelos de allende los mares, que aquí mezclaron su sangre con las de altivas indígenas, las más violadas, también nuestras tatarabuelas.



Surgimos del encontronazo de mundos y culturas en medio de la selva indómita, lejos de todas partes y en ningún lugar, dicen poetas e historiadores. Descendemos de originarios guerreros y otros joviales habidos en la llanura, y de la España aventurera, católica, la de la cruz y la espada, también mestiza. No en vano los árabes dominaron durante siete siglos Al Andaluz, donde convivían musulmanes, judíos, cristianos, bereberes e hispanogodos.

¿Quiénes serán los antepasados del Presidente? ¡Eureka: su primer apellido habla de una estirpe españolísima: Morales! Que no quiera reconocer sus orígenes, apunta que le importa poco la ‘verdad histórica’, no ésa de la que alardean él y los masistas, atiborrada de 36 plurinacionalidades, a la postre subsumidas todas en la visión andino-indígena etnocentrista. Esa visión de país no toma en cuenta otras verdades históricas y otras visiones de la realidad, al extremo de reducir a los mestizos a “colectividades interculturales”. ¡Oh! Por su primer apellido, el presidente pertenece a esas otras “colectividades”, disminuidas a ciudadanos de segunda categoría, pues ahora las únicas naciones son las indígenas.

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La estrofa que irrita al presidente es un tributo a la verdad histórica de este extenso territorio, desconocido, malinterpretado y satanizado por el centralismo andino de siempre. Cuando cantamos que a la sombra de la España grandiosa surgió “un pueblo eminente, de límpida frente y leal corazón”, nos estamos reconociendo como una realidad social sin complejos ni conflictos étnico-ideológicos frente a nuestros progenitores.

De aquella España descendemos, le guste o no al Presidente, porque no re-conoce la historia. Si la conociera en su diversa totalidad, quizás sería mejor presidente, y no usaría el discurso confrontador, cargado de odio y de rencor que ha fracturado la unidad del tejido social boliviano. Esa unidad, entre otras variables, debe partir de aceptar el mestizaje biológico y cultural que atañe tanto a las y los bolivianos del Oriente y de Occidente, sin pretensiones de asimilar, disminuir o borrar ni las identidades indígenas, antes no visibilizadas, ni tampoco las mestizas hoy. El verdadero indigenismo, no es aquel que rechaza la realidad del mestizaje, rechazo con olor a paternalismo de ‘oenegés’, sino aquel que aboga por la inclusión intercultural y el respeto a las diferencias. Aquéllas que hacen a la unidad del todo, que el MAS y sus hombres estropean.

Cuando cantamos a la “España grandiosa”, con sus luces y sus sombras, les estamos cantando a nuestros progenitores, a los de allá y a los aquí, porque es de bien nacidos ser agradecidos.

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