Avalancha opositora

Sólo hace falta mirar a Venezuela, donde acaba de aprobarse una ley que prácticamente elimina la libertad de expresión.

ElNuevoDiaEditorial El Día

Está por llegar a una veintena el número de candidatos a la presidencia para las elecciones generales del 6 de diciembre y si todo marcha como hasta ahora, la lista podría aumentar para el 7 de septiembre, día fijado para el cierre de inscripciones en la Corte Nacional Electoral.



Mirando la avalancha desde un punto de vista positivo, no deja de ser esperanzador que haya tanta gente con ganas de hacerle frente a los intentos de erradicar del país la libertad política e implantar un poder hegemónico de corte autoritario y con pretensiones de perpetuidad en el país. Hay algunos casos en los que se nota la convicción por configurar un tejido de resistencia contra los atropellos a la ley y al sistema democrático, aunque hay otros que llevan el rótulo de opositor bien entrecomillado. La opinión pública debería denunciarlos y rechazarlos con la misma vehemencia con la que está luchando por la vigencia del estado de derecho en Bolivia.

De todas formas, quienes llevan bien puesto el título de opositor, no han conseguido hasta ahora estructurar un mensaje coherente, es más, ni siquiera parecen saber contra qué o quién se están enfrentando el 6 de diciembre. Durante los últimos meses se han enfrascado en debates poco relevantes como ¿candidato colla o camba? ¿frente único o separados? ¿candidato indígena o mestizo? ¿visión regional o nacional? ¿político tradicional o cara nueva? ¿hombre o mujer?, discusiones a la que se ha sumado también la peregrina idea de ganarle en la votación a Evo Morales.

Y no es que las urnas estén bloqueadas para la oposición y que el MAS sea un monstruo invencible, no por nada el oficialismo busca de todas formas obtener ventajas extras apelando al fraude y al juego sucio. Tampoco significa que quienes se oponen a este populismo disgregador se hundan en el ostracismo esperando a que un día se vaya solo el aluvión. El asunto es que la contienda electoral, a la que hay que ponerle mucho empeño, no es nada más que uno de los componentes del conjunto de acciones que hay que encarar para luchar por la democracia. Esta visión puede convertirse en una trampa, más todavía, si quienes buscan medirse a través del sufragio con Evo  Morales no tienen bien clara la figura del contendor. Y el candidato que más clara tiene la figura –dejando el plano de lo hipotético-, sólo es un opositor “for export”. Mencionar el nombre es pecar de redundante. Cuidado con confundirse, porque hay más de un camaleón suelto en la arena política.

Afortunadamente, no todo parece estar resuelto y pese a que no hay mucho tiempo de aquí hasta diciembre, es posible todavía aguardar un proceso de decantación que ayude a visualizar a quienes estén mejor preparados para una elección vital, tanto así que para el 6 de diciembre, muchos bolivianos no sólo deberán tener lista su decisión sobre el voto, sino también una idea muy clara de lo que ocurrirá, por ejemplo, con la libertad un día después. Sólo hace falta mirar a Venezuela, donde acaba de aprobarse una ley que prácticamente elimina la libertad de expresión, para hacer la relación de lo que podría suceder en Bolivia. La búsqueda de un equilibrio indispensable depende de la oposición.