La existencia en Bolivia no tiene nada de normal. El discurrir ciudadano está lleno de sobresaltos tensionado desde estamentos administrativos y con anuncios tremebundos que en realidad son amenazas y advertencias capaces de perturbar las mentes más disciplinadas, es que la combinación de circunstancias llámese campañas electorales, agitación, perturbación, rumores cada vez más intensos, convierten los días en interminables. Súmese a ello la carestía, el aumento de precio en los comestibles, el transporte, los alquileres y los servicios y lo que es peor, la inseguridad ciudadana constituyen un conglomerado de malas noticias poco aleccionador.
No extrañe por tanto la inclinación del pueblo por la vida espiritual, la recurrencia a sus creencias religiosas y sentimientos profundos que llena los templos y hace renacer la fe como es fácil comprobar con la llegada de festividades populares como la del Carmen y ahora la de Urcupiña, cuando el número de peregrinos se multiplica y el fervor cristiano se exterioriza pese a los deseos de los que persiguen “el cambio” que interpretan como el olvido de Dios y de costumbres ancestrales heredadas de padres y abuelos y bisabuelos.
Corren rumores de razzia en la administración pública donde deben quedar solamente los masistas, cambio en el nombre de calles, plazas y avenidas que de alguna manera evocan a los héroes republicanos y sustituirlos por otros originarios, eliminación de efigies representativas de la República en las monedas, los billetes de banco, los membretes oficiales y el papel sellado y los timbres, así como la modificación del calendario haciendo desaparecer fechas religiosas y otras muy íntimas a la vida nacional.
Se podrá creer como lo insinúan a menudo los portavoces del nuevo estado de cosas que se trata de cambios comunes a todos los denominados “bolivarianos” pero no hay tal. Pongamos el caso del Ecuador cuyo presidente católico militante, instruido y profesional está muy lejos de encarnar la vorágine que caracteriza al originario presidente, maleable y dúctil a los mandatos de Chávez y del asesoramiento de ONGs españolas y otras que vienen experimentando en Bolivia. (A ver qué pasaría si los europeos no hubiesen llegado jamás al Tahuantinsuyo)
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Provoca cierta esperanza que la última cumbre de UNASUR hubiese rechazado las propuestas de Morales secundadas por Chávez de asumir actitudes agresivas y contundentes a propósito de las diferencias entre Colombia y Venezuela y al interior de Honduras. Todos los presidentes exceptuando a los nombrados optaron por una línea moderada, diplomática, que compagine la realidad con los principios democráticos de convivencia.
En medio de tanta angustia y sobresalto, de trasplantes poblacionales y anuncios de control de territorios y de áreas de votación sin permitir una real libertad a los frentes participantes, llama la atención que las mujeres del MAS de mottu propio hubiesen renunciado solemnemente a postularse a responsabilidades como presidente, vicepresidente, senatorias y otros en contradicción a determinaciones anteriores sobre el género y porcentaje entre hombres y mujeres al margen de cualquier otra consideración, para repetir el dúo en su carrera re electoralista.
La esperanza como virtud persiste en el pueblo basada en la certidumbre y la seguridad de mejores días, con la perspectiva de saber elegir, desechando ilusiones y falsas promesas de valor oportunista, circunstancial y contrario a nuestras creencias ancestrales que aprendimos de niños en el seno del hogar cristiano y la escuela humanista y racional.