La ilusión del cambio

Daniel A. Pasquier Rivero *

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Sólo hace tres años y medio el 53.7 % de los electores, muchísimo menos de la mitad de la población del país, elegía a Evo Morales presidente, en realidad elegido por el 53.7 % de 2.8 millones de electores en una población de 9 millones, en conclusión, elegido aproximadamente por el 16.6 % de la población. El electorado ha sido arrastrado por el canto de sirena de moda en todo el planeta, la marca registrada del éxito político: el cambio. Sea en Europa, en América, en Asia, en cualquier lado, las candidaturas ganadoras hicieron flamear la misma bandera, porque en toda sociedad hay problemas graves sin resolver y la esperanza pública se aferra a que el nuevo líder será capaz de encararlos y resolverlos. ¿Acaso en el Estado Plurinacional, ex Bolivia, era novedad la pobreza extrema de gran parte de la población, la existencia de marginalidad, la práctica de la exclusión, la presencia de la injusticia? No. Y los etiquetados como “partidos tradicionales o sistémicos” tuvieron que llevar a cuestas, con mucha razón, la responsabilidad y la culpa de no haberlos atendido oportunamente y con la firmeza requerida a pesar de los muchos años en el poder.



Pero de las promesas a los hechos, dista mucho trecho. Los transportistas chillan, los mineros en armas, los agricultores quebrados lamiendo sus heridas, productores grandes y chicos sin saber donde enderezar con sus productos, los alimentos por las nubes (unos pocos con precios “justos”, es decir, políticos o ficticios), las inversiones paralizadas o en picada esperando ver hacia dónde va la política económica del gobierno, para decidir dónde, cuándo y cuánto invertir. Los grandes rubros, hidrocarburos, minería y agropecuaria reducidos hasta en el 60 % por la convergencia de políticas antinacionales que traban las exportaciones, tratan de controlar la actividad y los precios, y politizan la gestión en las empresas “renacionalizadas”, convertidas en los soportes financieros directos e indirectos a la campaña permanente, diurna y nocturna, del oficialismo, haciendo ver lo que no existe: crecimiento económico, institucionalidad democrática y respeto a derechos y libertades ciudadanas.

Sólo los cocaleros están felices, el fruto de su trabajo da para comprar Hummers además de Volvos, antenas parabólicas, cosméticos de lujo, llenar casinos y hacer tronar conjuntos siete días a la semana, ¡el Chapare parece Las Vegas! Es que la hoja sagrada hace milagros, atrae peregrinos colombianos y mejicanos, aparecen personas sin cabeza y fábricas por doquier capaces de refinar cien kilos por día. Tanto auge tiene “la kopsa” que ya tienen partido, presidente, y ahora se plantea de manera abierta convocar a referéndum para aprobar la legalización de plantar más coca para satisfacer tanta demanda. Oh paradoja, este gobierno antineoliberal practicando el capitalismo más puro.

Todo configura el caldo ideal para un Estado corrupto y perverso. Lo primero, por obvio, no requiere mucho análisis ni comentario: desde los más chicos hasta los más grandes pringados hasta el jopo descuartizando el dinero público con obras financiadas y no realizadas (Plan de vivienda social, taladros para exploración petrolera, proyectos de carreteras, etc.), bienes incautados, pasaportes, o la movilización permanente de masas campesinas e indígenas sea para bloquear, patear o para el circo, marchando al lado de las FFAA al poner una piedra fundamental de una obra cualquiera. Y, ¿Cuánto habrá costado la matanza en La Calancha, Huanuni, Porvenir, o el truculento asalto al Hotel Las Américas, y los guiones de The Old Man, con trama terrorista, y su segunda parte The Spanish Connection? Pero no hay plata para más médicos y enfermeras en los hospitales, más escuelas con desayuno escolar, ni reactivos para diagnosticar la AH1N1.

La perversión está, sin embargo, en creer que esto va a cambiar. Los abanderados del cambio no van a cambiar y actúan en función de esa minoría que los llevó al poder. Pero lo asombroso es constatar que la oposición tampoco cambia. Son más fuertes los celos de los políticos, no sólo contra Evo, sino también entre ellos. Se percibe en la cultura política de los líderes nacionales y regionales una mezcla de soberbia, miedo e ignorancia, que los anula. Algunos son simples “autoproclamados” líderes, porque han olvidado que la legitimidad no se consigue de un día para otro o por la cantidad del espacio contratado o “solicitado” en los medios. Es notorio cómo siguen haciendo ostentación de una sobrada y mal entendida autoestima, trastocada en soberbia: no hablan, y si hablan no explican, se repiten y no convencen. Es difícil percibir sinceridad cuando oscurecen su voluntad de llegar a acuerdos y consensos para ceder el primer lugar en función de un proyecto nacional, a convertirse ahora casi en proyecto de salvación nacional. Según las tesis bolivarianas las minorías se imponen y para Mel Zelaya, sería la hora, “La insurrección es un proceso legítimo que forma parte de los conceptos más elevados del sentido de la democracia».

Es por eso oportuno recordar, lo que se está jugando, no son las formas, sino el fondo. Que se hayan saltado todos los reglamentos, atropellado leyes y hasta la misma CPE ya es pasado. Lo que debe interesar en este momento es tener claro dónde nos está llevando el proyecto de Evo-Chavez-Castro, al socialismo siglo XXI. O, ¿es que no está claro? Cuba muriendo de hambre, después de 50 años de comunismo, Venezuela sobreviviendo del petróleo, que no es producto ni mérito del modelo. El proyecto bolivariano se ha convertido en el gran cártel de la droga: más pobreza, más injusticia, menos dignidad nacional e internacional. Entonces, ¿A qué tiene miedo la oposición? Si da lo mismo ir preso en montón o de uno en uno. Por el contrario, que se cuide el gobierno, porque ya se exporta “crack” gracias al proceso de industrialización en el Estado Plurinacional. Pero, lo que amarra y silencia a la oposición es el juego de intereses y de los beneficios personales, por encima de los intereses de la Nación. Olvidan que no hay “Perestroika” sin “Glasnot”, sin transparencia, y en este momento tan crucial para el futuro del país, los líderes tienen que hablar claro sobre cómo van a enfrentar el reto de diciembre. Entretanto, la soberbia y la cobardía están pavimentando la ruta de Evo hacia su reelección. El cambio, es una ilusión.

*ICEES, Santa Cruz (Bolivia), www.eldia.com.bo/20090730

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