Sequías: entre el Éufrates y el Mar Aral

a_saavedra3 Agustín Saavedra Weise * en El Deber

El río Éufrates forma con el Tigris la llamada Mesopotamia y culmina en Irak. Su extensión es de 2.780 km desde las nacientes en Armenia y finalmente se une al Tigris para formar un delta que desemboca en el Golfo Pérsico. En la Biblia se nombra al Éufrates varias veces. La llegada de Adán y Eva –según el Libro del Génesis– se produjo en esa histórica región.

Por su lado, el Libro del Apocalipsis (16:12) –al anunciar el final de los tiempos– expresa que “el sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Éufrates; y sus aguas se secaron para que fuera preparado el camino para los reyes del oriente”. Profético en verdad esto último. Las aguas del Éufrates se secan ahora progresivamente, provocando un desastre ecológico-social en su área de influencia. El problema del mítico río ha sido divulgado por varios medios internacionales.



El Éufrates no es muy caudaloso, pero sus aguas son vitales para la zona. El secado del río ha diezmado los sembradíos a lo largo de sus orillas, ha empobrecido a los pescadores y ha reducido la población ribereña a medida que los granjeros partieron hacia centros urbanos en busca de trabajo. A las noticias transcritas arriba, se agregan arrozales y trigales destruidos, canales menguados y embarcaciones pesqueras que yacen en tierra seca.

El tema de fondo en este drama es una pésima coordinación multinacional en materia de administración de aguas. Siria y Turquía construyeron represas sobre el Éufrates, que perjudican a Irak por estar aguas abajo. Esto se hizo, además, sin consultas ni acuerdos previos. De ahí los perjuicios, que hoy son enormes. A su vez, la administración iraquí ha fallado de múltiples maneras en lo que hace a sus propias tareas y lamentablemente no vislumbro nada positivo para el futuro inmediato. La insurgencia como producto de la invasión estadounidense de 2003 y el cisma entre chiitas, sunitas y kurdos –que prácticamente ha dividido en tres a un caótico y ocupado Irak– dificultan aún más las cosas.

La creciente sequía del Éufrates se agrega a otros serios problemas en los ecosistemas del resto del planeta. Casi siempre, la causal general es un conjunto de factores tales como imprudencia, falta de previsión o no coordinación de políticas hídricas entre las partes involucradas.

Otro drama que pocos comentan es el del Mar Aral, secado hace mucho tiempo al haber desviado el régimen comunista de la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) dos de sus principales afluentes. Ubicado en Asia Central (entre Kazajstán y Uzbekistán), este ‘mar’ de 67.000 kilómetros cuadrados de superficie figura azulado sólo en los mapas. En realidad es tierra seca con barcos varados y el abandono casi total de otrora prósperas ciudades portuarias. Felizmente y desde hace unos tres o cuatro años –mediante la aplicación de buenas políticas por parte del Gobierno kazajo–, el Mar Aral empieza a recuperarse. El nivel del agua sube progresivamente. Este aumento está permitiendo regenerar la fauna de peces. En algunas partes, las aguas ya se han elevado tres metros. Es un notable progreso.

La reversión de la suerte trágica del Aral podría servir de estímulo para realizar algo parecido en el Éufrates. Hará falta voluntad, adecuada coordinación entre países ribereños y cooperación internacional. Ojalá el Éufrates no se seque por completo. Más allá de las profecías bíblicas, es mejor que siempre fluyan sus aguas para beneficio humano y tal como lo vienen haciendo desde hace miles de años.

* Ex canciller, economista y politólogo, www.agustinsaavedraweise.com