Paul Krugman – The New York Times
NUEVA YORK. ¿Recuerdan esos alardes de los republicanos, que afirmaban que convertirían el sistema de salud en el Waterloo de Obama? Bien, las encuestas de boca de urna insinúan que si ese fue un tema de peso en las elecciones del martes, funcionó a favor de los demócratas.
Pero aunque el sistema de salud no será el Waterloo de Obama, la política económica está empezando a parecer su Anzio. En Nueva Jersey, los votantes que consideraron que la reforma del sistema de salud era el tema más importante favorecieron al gobernador Jon Corzine por un margen de cuatro a uno; Chris Christie ganó los votos de todos los preocupados por los impuestos a la propiedad y por la corrupción.
Sin embargo, hubo un elemento nacional en esta elección. Los votantes de todo el país están de mal humor, mayormente por la aún sombría situación económica. Y cuando se sienten mal, se las agarran con cualquiera que esté en el gobierno.
Y a los opositores les fue bastante bien aun cuando no tuvieran ninguna alternativa coherente que ofrecer. Esto es un mal presagio para los demócratas en las elecciones de mitad de período, que se celebrarán el año próximo? y no porque los votantes vayan a rechazar su programa, sino porque todas las previsiones dejan suponer que dentro de un año el desempleo seguirá siendo elevado. Y es muy posible que eso beneficie a los republicanos, pese a que se han convertido en el partido sin ideas.
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Esto me lleva a la analogía de Anzio. En la Segunda Guerra Mundial, la batalla de Anzio fue el ejemplo clásico de los peligros que implica ser demasiado cauto. Las fuerzas aliadas desembarcaron mucho más atrás de las líneas enemigas y tomaron a sus adversarios por sorpresa. Sin embargo, en vez de aprovechar esta ventaja, el comandante estadounidense se quedó atrincherado en su cabeza de playa; pronto fue encerrado por los alemanes apostados en las colinas circundantes, y sufrió grandes bajas.
Obama proclamó la necesidad de actuar enérgicamente en la economía. Sin embargo, sus propias acciones fueron más cautas que enérgicas. Así, la ley de estímulo se quedó corta con respecto a lo que muchos economistas ?incluidos algunos del propio gobierno? juzgaban apropiado.
Los funcionarios presumiblemente argumentarían que estaban limitados por la realidad política, que una política más audaz no hubiera sido aprobada en el Congreso.
Pero nunca probaron esa suposición, y tampoco ofrecieron ninguna manifestación pública de que estaban haciendo menos de lo que hubieran querido hacer. La interpretación oficial era afirmar que la política era correcta, lo que dificulta mucho entender por qué ahora hace falta más dinero de estímulo.
Y hace falta más. Sí, la economía creció con bastante rapidez en el tercer trimestre? pero no con suficiente rapidez como para reducir significativamente el desempleo. Y hay pocas razones para esperar que las cosas mejoren más adelante. El estímulo ya ha ejercido su máximo efecto sobre el crecimiento.
En Washington, la opinión general parece haberse congelado en la idea de que el déficit excluye cualquier posibilidad de un nuevo estímulo fiscal? Una opinión errónea desde el punto de vista económico, pero eso no parece tener importancia. Así, el presidente, por no haber aprovechado oportunidades favorables, está inmovilizado en su propia cabeza de playa.
Si los demócratas pierden rotundamente en las elecciones de mitad de período, los sabiondos dirán que Obama intentó hacer demasiado, que esta es una nación de centroderecha y cosas por el estilo. La aciaga decisión de principios de este año de aceptar medidas económicas a medias puede ser un flagelo para los demócratas en los próximos años.