La frase “La unión hace la fuerza” es muy utilizada por los gobiernos y militantes de partidos considerados de izquierda, a tal extremo que la palabra “unidad” la utilizan como un eslogan y en todo aquello que les sirve como emblemas y otros, porque han comprendido que cuando se unen las personas para enfrentar a un adversario común, requieren de toda la fuerza posible.
La unidad es sinónimo de colaboración y eso se observa en las épocas de la siembra y la cosecha, cuando gente de la comunidad o de otras se reúne para ayudar en las tareas agrícolas a uno de sus vecinos o congéneres o para enfrentar fenómenos naturales.
Esto no ocurre con quienes dicen pertenecer a la “clase política”, porque al interior de las fuerzas políticas se observa desinteligencias, confrontaciones, denuncias, desacatos entre militantes, por lo que son organizadas diferentes fracciones, cada una representando a determinado dirigente, región o sector social. Esto se hace más patético en los partidos de la oposición, que tienen un oponente común que es el oficialista, que está en función de gobierno. Pero en lugar de unir fuerzas y acciones para un buen enfrentamiento, optan por dividir esfuerzos y actuar solos sin un objetivo claro, lo que significa desperdiciar la fuerza que representan y que aumentaría si actuaran unidos todos los líderes de las fuerzas opositoras, dejando de lado el falso protagonismo y los apetitos personales y de grupo, que es lo que sucede hoy en el país.
Bolivia está pasando por una etapa electoral que concluirá con la elección de las nuevas autoridades del Legislativo y del Ejecutivo en la consulta popular el próximo 6 de diciembre. Es decir que los bolivianos somos testigos de una campaña proselitista de todos los partidos y frentes políticos y de las agrupaciones ciudadanas que participarán en dichas elecciones generales. Cada agrupación, de acuerdo con sus posibilidades económicas, realiza su campaña electoral, notándose una gran diferencia entre la cantidad de material proselitista que utiliza la candidatura gubernamental en relación con las otras candidaturas, muchas de las cuales no tienen recursos para desplazarse por el territorio nacional ni para la impresión del material que se requiere en este tipo de contienda político-electoral.
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Por lo tanto a los partidos de oposición les corresponde hacer los mayores esfuerzos y un trabajo electoral planificado para enfrentar a la candidatura del oficialismo. Sin embargo en lugar de unirse se atacan entre sí, minando sus fuerzas, lo que beneficia al contendor masista. Todo esto hace que los líderes y candidatos de las fuerzas opositoras interesados en hacerse daño asuman el papel de tontos útiles a favor de quienes detentan el poder, los que ante los desaciertos de los contrincantes se sienten seguros ganadores. Por tal motivo consideran que no tienen por qué esforzarse en debates que no les beneficiarán.
Llama la atención el deseo de los partidos y frentes de la oposición de llegar a la segunda vuelta, a fin de quedar habilitados para participar en una elección entre los que ocupen el primer y segundo lugar en los comicios de diciembre. Aquí surge la pregunta, ¿el partido que ocupe el segundo lugar contará con el apoyo del resto de los opositores, si no pueden conciliar criterios y unir fuerzas cuando la contienda está ingresando en la recta final? Uno tiene que estar ciego para no observar las condiciones y las perspectivas que tienen los opositores si van divididos a los comicios. Es como querer tapar el sol con un dedo pugnar por aparecer como el candidato que le hará sombra a la fórmula oficialista.
Los políticos, con raras excepciones, demuestran que no tienen una formación sólida, porque actúan según las circunstancias, sin acatar, en algunos casos, las instrucciones de sus superiores en niveles partidarios. Un caso insólito es de aquel candidato que pide a los electores que el día de las elecciones hagan el voto cruzado, es decir que pueden marcar la papeleta de sufragio apoyando la elección del candidato presidencial oficialista y en el listado de los diputados uninominales favorecerlo a él. Esta es una muestra de inconsecuencia con el compromiso contraído a tiempo de ser incluido en las listas de candidatos. Está visto que el personaje que nos ocupa no tiene confianza en la persona que encabeza la fórmula de la que forma parte y sólo piensa en su interés personal.
Otros políticos recurren a recursos incluso vedados para ser elegidos a cualquier costo, así perjudiquen a un compañero de partido. Quienes son candidatos tienen que dejar el cálculo político y el transfugio, que se registra después de los comicios, pues algunos que aparecían apoyando a un frente, pasado un corto tiempo aparecen en otro y reniegan de sus ex partidos y ex compañeros. Eso no es democracia, es cálculo y comercio político, que tiene que ser erradicado tanto por autoridades como por los políticos.