Vámonos pa´la unidad

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La crisis política y social que hoy ataca a Santa Cruz ha redoblado los llamados a la “unidad”.

Esto nos exige una revisión de este concepto para que finalmente se comprenda en su esencia y no se enrede con otros intereses o se use como una de las tantas banderas falsas que en esta época se enarbolan gastando y hasta tergiversando conceptos valiosos como justicia social, igualdad, cambio y ahora unidad entre otros.



Las voces que claman y hasta exigen unidad suman, siguen, corean y hasta se ponen en imperativo. Para comenzar a abordar este tema debemos plantearnos que la unidad exige un objetivo común, exige un proyecto o visión departamental (en este caso) común, y plantea además una práctica de democracia interna en torno al proyecto para que todos los sectores y las voces se sientan representados en el conjunto.

Por supuesto que la unidad es un ideal- un horizonte que muchas veces pasa a ser compartido en la medida que el conjunto social apuesta y cree en el proyecto y en quienes lo liderizan. Esto ocurrió por supuesto en Santa Cruz en torno al proyecto autonómico, una de las aspiraciones de más larga data e importancia que venimos construyendo los cruceños como sociedad y que plantea características identitarias y reivindicativas comunes.

La unidad nos concentró en sendos cabildos al pie del Cristo Redentor, convirtió a jóvenes y mujeres amas de casa en improvisadas pero no por ello menos efectivas y dinámicas, activistas que salieron en todas las ocasiones que encontraron necesarias a defender el proyecto que planteaba crecer como comunidad, romper la aborrecida dependencia del centralismo y permitirse un espacio de decisiones y acciones propias para surgir como pueblos con derecho a voz y voto.

La unidad se rompió cuando el pueblo descubrió que los liderazgos y la dirigencia que estaba conduciendo el proyecto tomó en sus manos decisiones no sólo desacertadas sino inconsecuentes con el proyecto por el que se había luchado, la unidad se fragmentó cuando el pueblo descubrió que las decisiones se tomaban en grupos cerrados y comandados por poderes económicos locales que comenzaron a capatacear a la dirigencia y a hacer de las suyas para uso y beneficio propio.

Después de todos los desaciertos cometidos, de las pérdidas sufridas, de las manipulaciones de la voluntad popular a vista y paciencia de todos, la consecuencia lógica es que cada quien haya tomado la de Villadiegos y en medio del caos reinante pretenda salirse con la suya. La desunión no la crea la disidencia con lo que estuvo mal hecho y mal actuado, la desunión la crea el grupo de poder económico que maneja a los dirigentes que pretenden seguir guiando un proceso que hicieron fracasar y que por lo tanto ha llevado a que el pueblo no crea más en ellos.

Y he aquí que al grito de unidad pretenden que el pueblo entero vuelva otra vez a cuadrárseles para poner a sus mismos operadores, a aquellos que tienen repartidos en un congreso que feneció en las elecciones del 6 de diciembre y en puestos dirigenciales que apuestan a una reelección que hoy por hoy es muy controvertida.

La dirigencia que pretende que todos le disculpen sus “errores” a nombre de la unidad, no se unió en torno a un proyecto opositor convergente el pasado diciembre en las elecciones nacionales y se quedó enquistada en su grupúsculo cerrado aspirando a no compartir con nadie el poder porque según los términos que acuñan para engañar y escamotear la democracia participativa a las alianzas políticas totalmente válidas y valiosas le llaman “cuoteo” para ridiculizarla y salirse con las suyas en la búsqueda de una hegemonía sin participación de otros frentes.

En realidad el poder autoritario y la búsqueda de concentración de poder no se puede confundir con “la unidad” que es un concepto estrictamente distinto en esencia, en prácticas políticas y sociales.

Si siguen con esa cantaleta nunca habrá unidad, pues la unidad de los cruceños sólo se puede conseguir a través de una práctica de democracia real interna y parece que todavía no hemos llegado a ese estadio social. Si esto no ocurre olvidémonos de la unidad porque sería confundirla con el arrebañamiento y el caudillismo que pretende asustar y calar en el miedo de las gentes nobles para volver a llevar agua a su molino dictador y concentrador de riquezas, poderes y prebendas.

La unidad es una práctica que surge en torno a liderazgos respetuosos, que gozan de consenso y que no necesitan asustar, ni calumniar, ni manipular sentimientos para quedarse en posesión del poder.

La verdadera unidad se consigue a veces con procesos difíciles, y este es el camino que parece que está desandando Santa Cruz, no nos asustemos porque la verdadera luz siempre está al final del túnel. Si tenemos que pasar el túnel hagámoslo convencidos que no fue el pueblo el que falló sino quienes se pusieron a guiarlo y finalmente lo dejaron a medio camino.