Garantía Constitucional Imperdible

mauricio_aira3.JPG Mauricio Aira

Se pretende cuestionar la inviolabilidad del secreto de las fuentes informativas aduciendo que “los periodistas mienten y calumnian” o sea se apela a pretextos desgastados para incurrir en grave desprecio de garantías constitucionales pactadas a favor de la libertad de expresión y de las normas universales que rigen la profesión periodística.

Vigente como está el principio que garantiza el respeto a la reserva de la fuente informativa no es hora de tolerar su violación. Es evidente que la sociedad tiene derecho a saber la verdad completa, en forma oportuna, sin intereses ni prejuicios personales y el periodista asume la obligación de cumplir publicando los hechos con fidelidad, describirlos con exactitud sin omitir, distorsionar ni falsear la información, que se sustenta en datos verídicos para fortalecer la confianza del usuario. El periodista por ello mantiene un trato estrictamente profesional en relación con sus fuentes sin confundirlo con la amistad ni el servilismo.



Habida cuenta que el periodista no puede estar siempre en el lugar donde nace la noticia ni ser testigo de todo lo que pasa necesita alimentar el hecho noticioso en las ruedas o conferencias donde recopila la información que será la base para escribir la noticia. Muchas cosas suceden sin que el periodista lo atestigüe personalmente por lo que necesita recurrir a una fuente que le proporcione los detalles. Estas fuentes son personas, instituciones, documentos, etc. si son fiables otorgan calidad y prestigio al medio y al periodista. Así se relaciona con el informador que puede proporcionarle datos valiosos que serán refrendados por la fuente que es exclusiva cuando va a un medio o periodista determinado y compartida a varios medios como ser agencias noticiosas, gabinetes de prensa, voceros, comunicadores, etc., el periodista está en el deber de nutrirse en fuentes creíbles, serias, confiables y conocidas.

Cada reportero que cubre un área determinada cuenta con fuentes oficiales, a menudo autoridades o sus relacionadores y privadas de tal manera que pueda cruzar la noticia y sacar sus conclusiones. Lo que no sabe el gran público es que muy a menudo las fuentes proporcionan noticias interesadas, tergiversadas de un mismo suceso periodístico por lo que se impone una confrontación o chequeo sistemático hasta obtener el cuadro mayormente veraz. Normalmente el periodista revela la fuente donde obtuvo la noticia o parte de ella. No obstante por la naturaleza de ciertas noticias, las fuentes desean permanecer anónimas o es el mismo redactor que considera no revelarlas porque podrían poner en riesgo al informador. Riesgo que puede ser físico o de algún tipo de represalia por el efecto que puede traer la revelación. A esta función denominamos como el secreto profesional o sigilo periodístico. Esta es la madre del cordero al parecer que ha sacado roncha a cierto mandatario. Todos los días los periodistas reciben “chips” datos parciales “of the record” para publicar sin precisar la fuente, especialmente en temas sensibles que se agudizan en períodos de inseguridad política, que obligan a consultar a la contraparte que muchas veces no es encontrada o no quiere pronunciarse lo que necesariamente debe constar en la crónica pertinente.

Existe otro estilo perfeccionado en Cuba que arranca del principio “somos objetivos pero no imparciales” y que califica al periodismo de ser parte de la propaganda por cuanto el periodista que tramita la noticia llega a ser parte de ella o se parcializa con sus contenidos. A los poderosos les gustaría que no existiese el secreto profesional, así se evitarían amedrentar al periodista o simplemente cuestionarlo, para anular la capacidad informativa de las fuentes. Queda entonces el recurso de atacar directamente al periodista por hacer su trabajo como lo hemos visto varias veces en los últimos tiempos.

La salida del problema sería traicionar el secreto profesional lo que no es posible por la conducta ética y moral del comunicador, preservar sus fuentes es un derecho esencial que hace al sistema democrático de ahí que los gobiernos autocráticos lo primero que hacen es destruir la prensa libre, subsisten con radios y periódicos y canales de carácter propagandísticos destinados a la propaganda del régimen y que repiten hasta el cansancio una faceta oficial de la verdad, hasta que se cae y entonces aparecen los hechos reales ante el ciudadano, dicha caída puede demorar meses o años.

Hoy en día ante el impulso que cobran fuentes modernas como el internet y la interacción en el hecho noticioso y de formación de la opinión existen corrientes que aceptan al periodismo libre como instrumento para evitar la concentración del poder y comienzan a reconocerlo como una necesidad, aunque persisten como en Bolivia intenciones de “regular y normar” su funcionamiento para colocarlo al servicio de una ideología o de un programa político. Esto ha venido ocurriendo en sucesivos gobiernos caudillistas que han puesto de rodillas a los medios para secundar su acción gubernamental y echar incienso a sus acciones partidistas. No resulta extraño por tanto el hecho de ver encarcelados, perseguidos, si acaso no asesinados a cientos de periodistas que actuaron al amparo de la libertad de expresión y en defensa de sus fuentes informativas. Salta a la luz el deber de luchar por su plena vigencia.