José Gramunt de Moragas • S.J.
Estamos irremediablemente sumergidos en plena chacota carnavalera y tengo mis dudas sobre la oportunidad de escribir algo más o menos serio en esta desmelenada oportunidad. Pero como todavía me queda la esperanza de que los distinguidos ciudadanos que me hacen el honor de leerme no sean aquellos que se recogen a sus hogares con el “último” trago entre pecho y espalda, trataré de esbozar un par de temas de actualidad. El más socorrido en este momento es, lo que no dudo en llamar, la “olimpiada del adobe”. Como el avispado lector habrá adivinado, me refiero a la insólita pelea entre el pretendiente a Gobernador de La Paz, Don Félix Patzi, PhD. (Doctor en filosofía) y el Presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Don Evo Morales. Nadie podía imaginar que el ilustrado PhD al que me refiero tuviese tantas agallas como para plantarle cara, desafiarle y gritarle sin temor al fornido y temido Presidente y guía espiritual de los pueblos autóctonos. Nadie. Y, sin embargo, Don Félix se encrespa, moviliza a sus huestes campesinas y desbarata la unidad monolítica (¿?) del Movimiento al Socialismo.
En una novedosa demostración de originalidad, ambos autóctonos ilustres se han enzarzado en una discusión sobre el número de adobes que un hombre puede fabricar. Polémica que, como todos podemos comprender, ha de resultar de gran provecho para la reconstrucción o, mejor, la refundación del país. Pero tal como van las cosas, es posible que la unidad del MAS sufra algún rasguño que viene de uno de sus más preclaros y radicales ideólogos. El mismo partido ya soportó el golpe bajo del íntimo colaborador presidencial, Santos Ramírez. Y está en la cárcel. La Aduana Nacional fue también, por largo tiempo, una cueva de Ali Babá. Muchos salieron de la cueva con sus faltriqueras llenas a rebosar. Y no por estos casos, y otros, el MAS se tambaleó.
En la olimpiada de los adobes, Don Félix se defendió como pudo, aunque me temo que lleve las de perder, si es que ya no ha recibido el KO técnico final. Ni pensar en producir otros mil adobes, que es la pena impuesta por su comunidad campesina. Es ésta una muestra de la arbitrariedad -si no de la hipocresía- de la justicia comunitaria. Y aquí termino la historieta de los adobes.
Pero sigo en otro tema que tiene algo de carnestolendas: la llamada “ley corta”. Remedando la cancioncita carnavalera uno se pregunta “¿Esta leyecita, quién la inventaría…?” Creo que en lugar del camuflaje de “ley corta” habría que llamarla pura y simplemente “dedazo”, porque nombrará a jueces y magistrados a capricho del partido de gobierno.
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
El Día