Escogiendo amistades…


cayet Entre paréntesis….Cayetano Llobet T.

La desmesura en las declaraciones de Rubén Costas confesando sus desacuerdos, sus desconfianzas y sus repugnancias, es una invitación a su análisis. Su sentido de la oportunidad ha hecho que la definición de la necesidad de un acercamiento con el gobierno  -“el final de esta lucha de Tom y Jerry”, ha dicho-, se dé apenas unas horas antes de que el gobierno, ordenara la detención  -“retención” en la sofisticación del lenguaje represivo-  del presidente de la CAINCO , uno de los símbolos de la institucionalidad cruceña.

Para comenzar, son declaraciones que no deben asombrar. Son parte de una secuencia lógica, de una línea coherente, que tiene su comienzo el 4 de julio de 2008, cuando, en conferencia de prensa, firma la capitulación de Santa Cruz frente al gobierno, aceptando la realización del referéndum revocatorio. Y éste, más que el de la declaraciones, es el punto que se debe analizar.



Desde el comienzo del ascenso de Evo Morales a las excelsitudes del poder, quedó meridianamente claro que la única posibilidad de oposición real a su proyecto hegemónico era de carácter regional. Y, naturalmente, esa definición pasaba por el liderazgo natural de la región más fuerte, la más poderosa económicamente y la que, por añadidura, había sido definida por Evo Morales, como una suerte de madriguera de terratenientes, oligarcas, racistas, reaccionarios y separatistas. Todas las demás regiones, con sus especificidades, sus luchas especiales  -caso de Sucre con la capitalidad-, sus peculiares y no siempre iguales concepciones de una “autonomía” más vagamente definida como aspiración que como proyecto, tenían que aglutinarse en torno al liderazgo cruceño. No es una casualidad que el proceso de contestación regional, comenzara con la convocatoria al referéndum departamental en Santa Cruz: “Hay que impedir como sea ese 4 de mayo”, había dicho el ministro Quintana… ¡y tenía razón!

El 23 de junio, seis departamentos reunidos en Tarija, adoptaban solemnemente  -y se la comunicaban al gobierno- la decisión de no participar en el referéndum revocatorio. En ese momento, era materialmente imposible para el gobierno enfrentar un desafío de esas dimensiones y se quedaba sin el instrumento, el único, que podía viabilizar el masivo pronunciamiento plebiscitario de su proyecto de copamiento total del poder.  Rubén Costas no ha explicado, hasta hoy, en consulta con quién, basado en qué argumentos, sin consulta con los otros prefectos (sólo lo acompañaba Ernesto Suárez), rompió el acuerdo firmado –sí, firmado- en Tarija, sólo diez días antes. Los resultados del revocatorio y sus consecuencias son de sobra conocidos.

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Un gobierno con inteligencia política no podía desperdiciar semejante victoria: llegó el momento de someter a una crisis profunda al conjunto de una dirigencia cruceña que había perdido su posibilidad de anclaje nacional. Y no ha sido muy difícil, en la medida que ha sido una dirigencia que, en términos generales, se ha basado en el pacto permanente de distribución del poder y de la economía locales articulado por la dinámica de las  logias. Dirigencia que, colocada a la defensiva política, planteó su lucha antigubernamental basada en una suerte de catecismo de errores, de los que no dejó de cometer ninguno, convirtiéndose en protagonista de su propia derrota.

Rubén Costas es una parte importante de esa derrota. Tengo muchas y fundadas dudas de que esos amigos que está buscando, los triunfadores, lo traten con mucho cariño…