Provoca estupor las medidas lanzadas por el presidente para poner patas arriba a las FFAA, y peor aún la complicidad del Alto Mando con el partido gobernante.
La caricatura es de La Prensa
Se debe reconocer que en muchos aspectos el gobierno del MAS es consecuente. Mientras está empeñado en obligar a las Fuerzas Armadas a adoptar símbolos y lemas que no solo no corresponden a su tradición histórica sino que son contrarios a ella, también se ha dado a la tarea de humillar a quienes, cumpliendo su obligación como soldados, combatieron y derrotaron a un grupo armado comandado por extranjeros.
Varios de ellos los combatieron a pesar de que estaban de acuerdo con su ideología y podríamos nombrar algunos casos pero no es necesario. De lo que se trata, insistimos, es de que cumplieron su obligación y no hacerlo simple y llanamente hubiera significado un acto de deserción, una traición a la patria.
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La guerrilla de Ñancahuazú, a más de 40 años sigue generando posiciones encontradas producto de las tendencias ideológicas. Unos ensalzan la figura de los guerrilleros y particularmente de su comandante, el “Che” Guevara. Están en todo el derecho de hacerlo así como las Fuerzas Armadas de Bolivia hicieron lo que correspondía en ese momento de la historia del país.
La misión de las Fuerzas Armadas es repeler cualquier intento de grupo extranjero, independientemente de su ideología, de hacerse del poder en el país y los excombatientes de Ñancahuazú cumplieron su deber, aún a costa de muchas vidas.
Por eso resulta inconcebible de que se llegue a extremos tales que se los quiera castigar y humillar por el solo hecho de haber defendido la soberanía nacional respondiendo a un mandato constitucional.
No puede menos que provocar estupor el observar la serie de medidas lanzadas por el presidente y Capitán General para poner patas arriba a la institución castrense, mediante el cambio de lemas, símbolos, marchas, uniformes y doctrina; y lo que es peor que estos ensayos se ejecutan con el consentimiento de un Alto Mando Militar que está llegando a extremos inauditos de servilismo y sometimiento, no a la Constitución, sino a un gobernante y a un partido político que a las claras está dispuesto a convertir a las Fuerzas Armadas en su guardia pretoriana.
Definitivamente la politiquería ha hecho presa de la institución castrense, y es una decisión de política-partidista el impedir que los excombatientes de Ñancahuazú y de Teoponte participen en la ceremonia conmemorativa de la heroica defensa de Calama y constituye una afrenta tanto a los sobrevivientes como a los caídos durante esas acciones.
Esta suerte de castigo a los oficiales y soldados de entonces trae un mensaje: Mientras gobierne Evo, las puertas de Bolivia están abiertas a cualquier aventura terrorista o guerrillera siempre que ésta se identifique con la izquierda "revolucionaria"; de hecho los gobernantes Morales y García Linera acuden a cuanto acto de homenaje al Che Guevara tiene lugar dentro y fuera del país.
En esta coyuntura decir que no existe malestar dentro de las Fuerzas Armadas es sencillamente una necedad. Se sabe que una gran mayoría de los uniformados no están de acuerdo con que su institución se transforme en un apéndice del MAS dejando de lado el rol institucional, pero poco pueden hacer porque las decisiones se toman en la cúpula castrense, cuyos comandantes gozan de serie de beneficios que no llegan a la tropa.
También ocurre que dentro de las Fuerzas Armadas se ha instalado un aparato represivo copiado de Venezuela que relega a los oficiales más capacitados y promueve a los mediocres porque estos son más dóciles y diligentes a la hora de adscribirse a la línea impuesta por el gobierno de Evo Morales.
El actual Alto Mando militar debiera recordar que el paso de los partidos políticos por el gobierno es transitorio en tanto que las Fuerzas Armadas surgieron con la patria misma. Los actuales comandantes responderán mas temprano que tarde por las decisiones que asumen hoy y que marcan el principio del descalabro institucional de las FFAA.