Domingo de resurrección…

cayetano-5 Entre paréntesis….Cayetano Llobet T.

El Presidente tiene una ventaja: dice la verdad cuando quiere mentir. Sus palabras del domingo pasado no eran sinceras, pero su cara sí. Nos contó toda la historia del triunfo electoral de su partido, pero todos entendimos lo que nos estaba diciendo: ¡una victoria más de éstas y estamos jodidos! No tardó ni 48 horas para recuperar su carácter habitual y amenazó con juicios a las cortes electorales… en las que había perdido: ¡ése es el auténtico Evo, lo demás son cuentos!

Y la verdad es que tenía toda la razón para estar muy enojado. Durante los últimos meses, y sobre todo después de las elecciones presidenciales, Evo, su hermano Álvaro, el filósofo Choquehuanca, sus ministros, los buenos y los perversos  -porque se cuida siempre de tener las dos versiones- habían lucido ante el conjunto del país una de las mayores exhibiciones de soberbia, arrogancia y  prepotencia. Primero, eran invencibles; segundo, no existía ni rastro ni posibilidad de oposición y, tercero, el que rompía con él, por muy amigo que hubiera sido, estaba condenado a quemarse en el fuego del infierno.



Y se encontró con un domingo en el que algo había resucitado: un país que le decía que no quiere poderes absolutos, que quiere diversidad en democracia, que quiere ser tenido en cuenta en el ejercicio de gobierno, que no acepta que el desacuerdo con el poder lo convierta en malo o en maldito. Y se encontró con la sorpresa de que los “separatistas, terroristas y golpistas”  -porque sus adversarios eran solamente eso-, no sólo habían estado en Santa Cruz, sino en Tarija, en Oruro, ¡en Achacachi de los Ponchos Rojos!, y en La Paz , la mismísima sede de gobierno que convirtió en símbolo de su poder hasta asignarle el tristísimo e injusto destino de ser el campo de concentración del país.

El viernes (ahora no santo para el gobierno), lo dedicó a visitar a su amigo y mentor, el “Mussolini tropical” y seguramente le estuvo contando el triunfo que esperaba el domingo. Probablemente le comentó sobre la difunta democracia boliviana, pero ninguno supuso que el domingo encontrarían esa tumba vacía. Y menos que en la noche tendrían que retirar de la plaza Murillo, plataformas, luces y sonido, porque doña Democracia estaba festejando en otros lados. Pésimo momento además, porque sus amigos de Venezuela y Cuba no gozan precisamente de muy buena salud.

Pero tampoco hay que equivocarse. Los caudillos nunca aprenden lecciones: acumulan rabia. Y la rabia de los caudillos siempre encuentra enemigos a disposición, ¡y ahora le sobran!  Sería muy ingenuo aquel que piense que en la cabeza de Evo se ha instalado el análisis y la reflexión serena, la necesidad de apertura, la conciencia de que es mejor concertar que imponer: eso es lo que haría un demócrata… y él no lo es.  Su perfil, más bien, es el de un autoritario que en este momento se debe sentir engañado hasta por su propia gente, por su incapacidad de lograr las votaciones que él  ha logrado, de asegurar las mayorías que lo llevaron a su actual posición. Lo más probable es que su pensamiento se incline por ser más duro, por la necesidad de demostrar que no sufrió una derrota, que es más fuerte que nunca.

Es así como razonan los caudillos. Y es así como van despertando en las sociedades la necesidad de resistir. Y a más resistencia, más fuerza.  Es un círculo vicioso que normalmente termina en muertos… de bala, o de huelgas de hambre. El gran problema de los caudillos es que la historia enseña que los que siempre pierden, son ellos.