«Mi vida a los siete años era la de un delincuente»


Pecados de mi padre, el largometraje que se estrena este jueves, narra la historia de Pablo Escobar desde la perspectiva de su hijo, Juan Pablo.

image 1984. Año del gran cambio, cuando los sicarios enviados por el padre de Marroquín, Pablo Escobar, matan al ex ministro de Justicia de Colombia, Rodrigo Lara Bonilla.

Por: Victoria Reale



Ñ Revista de de Cultura de Clarín

Sebastián Marroquín: «Mi vida a los siete años era la de un delincuente»

Pecados de mi padre, el largometraje de Nicolás Entel que se estrena este jueves, narra la historia de Pablo Escobar desde la perspectiva de su hijo, Juan Pablo. En esta entrevista, el personaje central de esta historia cuenta cómo fue crecer con opulencia y por qué, tras la muerte de su padre, cambió su identidad por la de Sebastián Marroquín y se asentó en la Argentina.

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Juan Pablo Escobar creció en la «Hacienda Nápoles» rodeado de riqueza y montando en elefante y otros animales exóticos que coleccionaba su padre en su zoológico privado. Ese mundo se le derrumbó a los siete años, cuando Pablo Escobar asesinó al Ministro de Justicia de Colombia Rodrigo Lara Bonilla y su familia huyó de ese país, para escapar de la condena. A sus dieciséis años, luego de la muerte de su padre y habiendo vivido en la clandestinidad durante años, cambió su identidad por la de Sebastián Marroquín para empezar una nueva vida en la Argentina.

Pecados de mi padre</EM />, el largometraje de Nicolás Entel, se estrena el jueves próximo, y narra la historia de Pablo Escobar desde la perspectiva de su hijo. También reúne por primera vez a Sebastián Marroquín con los hijos de Rodrigo Lara Bonilla y Carlos Galán, ambos asesinados por Pablo Escobar.

-¿Cómo era su vida a los siete años, cuando su familia escapa a Panamá luego de que su padre manda a matar a Rodrigo Lara Bonilla?

-Mi vida a los siete años era la de un delincuente. Vivía llorando porque estaba alejado de mi familia y de mis amigos. El hogar que había tenido se rompió y fueron muchas pérdidas. Mi padre dejó de vivir con nosotros para esconderse. Nosotros también vivíamos clandestinamente y estábamos empezando a pagar una condena por los delitos que él cometió.

-¿Cómo fue crecer rodeado de riqueza y violencia?

– Era una vida de muchos contrastes. Podíamos tener dos millones de dólares en la mesa de luz, pero no podíamos ir al supermercado a comprar comida.

-¿Por qué se cambió la identidad?

-Luego de la muerte de mi padre, tardamos un año pidiendo auxilio a todos los países del mundo y nadie nos quería recibir. Finalmente Mozambique nos ofrece residencia, pero para viajar allá no había vuelos directos y ningún país nos dejaba hacer escala. Así que el gobierno colombiano nos ofreció el cambio de identidad para toda la familia. Llegamos a Mozambique con ropa y pertenencias para vivir diez años, pero nos quedamos cuatro días porque encontramos un país devastado por la guerra civil.

-¿Por qué eligieron venir a vivir a la Argentina?

-Para llegar a Mozambique hicimos escala en Buenos Aires por un día y en el aeropuerto nos dieron un visado de tres meses como turistas. Decidimos volver a la Argentina porque para nosotros tres meses era una eternidad. En aquel momento no programábamos más que las actividades del día, porque al siguiente no sabíamos si íbamos a estar vivos o muertos. Gracias a Dios hace dieciséis años que vivimos acá.

-¿Cómo fue vivir en Buenos Aires?

-Fue un cambio muy drástico porque venía de estar rodeado de aduladores, recibiendo un tratamiento preferencial. Y acá por primera vez viajé en colectivo y tuve mi primer encuentro con la realidad y la cotidianeidad. Buenos Aires me dio una libertad que nunca había tenido gracias al paraguas del anonimato. Pude ir a estudiar y no fui discriminado por ser el hijo de Pablo Escobar.

-¿Qué lo llevó a romper el silencio que había mantenido tantos años y protagonizar el documental Pecados de mi padre?

-El primer factor fue la detención de mi madre y mía en los 90 en la Argentina por el delito de parentesco. Porque nos detuvieron cuando se enteraron de que éramos la esposa y el hijo de Pablo Escobar. Eso puso en evidencia nuestro lugar de residencia y nuestras identidades. No queríamos someternos a un nuevo proceso de recambio de identidad y buscar otro lugar para vivir. Por eso decidí contar la historia de mi familia. Por otro lado, yo había aprendido lecciones muy fuertes con todo lo que hizo mi padre y sentí la necesidad de aportar mi testimonio a otros jóvenes colombianos que piensan que el narcotráfico les va a solucionar los problemas y los llevará al paraíso. Últimamente hay producciones televisivas que glorifican la vida de los narcos, mostrándolos sólo en fiestas con mujeres. Pero ese es el momento más breve de la vida narco, después vienen la violencia, la persecución y la muerte.

-¿De qué forma viviste el proceso del documental?

-Hacer el documental fue abrir un baúl de recuerdos que tenía olvidados. También significó empezar una búsqueda de archivos familiares que fueron apareciendo y que con mi madre pensábamos que ya no existían. Porque antes de irnos de Colombia habíamos pedido que quemaran todo el material, ya que había muchos datos y fotos comprometedoras. Así que reencontrarme con una historia que creía superada fue un proceso muy duro, pero a la vez muy positivo y liberador para mí y para las otras familias que participan del documental.

-¿Por qué decidiste escribirles una carta a los hijos de Luis Carlos Galán y de Rodrigo Lara Bonilla, a quienes tu padre había mandado matar?

-Desde el principio del documental, Nicolás (Entel) y yo nos pusimos como objetivo contactar a Juan Manuel Galán. Nicolás comenzó un acercamiento con su familia y luego con los Lara Bonilla para explicarles el proyecto. Yo sentí la necesidad de acercarme a ellos con mis propias palabras a través de una carta, pero fue durísima para escribir. Tardé diez días en hacerla, porque la borré mil veces. Me parecía que todo lo que podía decir los iba a ofender y no quería aportarles más dolor del que mi padre les había causado.

-¿Cómo fueron las reuniones que mantuviste tanto con Rodrigo Lara Restrepo como con Juan Manuel, Carlos y Claudio Galán?

-Yo me sorprendí muchísimo el día que me llamó Nicolás y me dijo que en tres días llegaba a Buenos Aires con Rodrigo Lara Restrepo. Nunca imaginé una respuesta tan contundente por parte de Rodrigo, de tomarse un avión y venir a conocerme. Durante el encuentro estuve tranquilo, pero luego cuando me fui a mi casa no paraba de temblar.Fue muy duro arrancar las dos reuniones. ¿Cómo empiezas una charla con las víctimas más importantes de tu padre? Les pedí perdón con total franqueza y eso abrió el camino para el diálogo fluido que se dio después. Si bien hubo mucho dolor en el medio cuando expresamos todo lo que habíamos vivido, cada uno desde su lugar, nos sentimos parte de una tragedia. Para mí fue muy positivo porque sentí que habíamos podido encontrar otra salida, diferente a la posición de la mayoría de los colombianos, que creen que la violencia es hereditaria y que a la muerte hay que vengarla.

-¿Qué repercusiones tuvo la película en Colombia, donde ya fue estrenada?

-En Colombia hubo dos etapas, la primera cuando los medios anunciaron el encuentro que tuve con Rodrigo Lara Restrepo y los hermanos Galán. Entonces la película fue tomada como un ejemplo muy esperanzador, tanto la izquierda como la derecha se manifestaron en sus columnas de opinión a favor del camino del perdón y la reconciliación. Sin embargo, después algunos representantes del poder colombiano sin haber visto el filme dijeron públicamente que estaban en contra del proyecto. Creo que les dio miedo que yo hubiera contado más de la cuenta frente a cámara y algunos tuvieran que salir a dar explicaciones. Porque a Pablo Escobar se lo investigó exhaustivamente, pero no a sus cómplices y sus conexiones.Espero que se reabra el debate cuando el filme se pase por televisión y contribuya a pensar otra salida para el futuro del país, que no sea más violencia. Creo que el camino del perdón es una decisión personal y tampoco digo que por perdonar haya que olvidar y renunciar a que se haga justicia.

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Marroquín Básico

Sebastián Marroquín nació en 1978. Es el único hijo varón de Pablo Escobar. Con una infancia llena de lujos y privilegios, su vida cambió para siempre en 1984, cuando sicarios al servicio de Escobar asesinaron al ex ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla. Sebastián fue forzado a pasar sus próximos 10 años en la clandestinidad bajo las máximas medidas de seguridad. Tanto él como su familia se convirtieron en el objetivo de los enemigos de su padre. Después de la muerte de Pablo Escobar, Sebastián se vio obligado a cambiar su identidad por razones de seguridad. Antes era Juan Pablo Escobar, ahora es Sebastián Marroquín. Actualmente, y bajo su nueva identidad, vive en la Argentina</PERSONNAME /> donde trabaja como arquitecto. En el largometraje «Pecados de mi padre» es la primera vez que narra la historia de su familia. Se estrena el jueves 22 de abril.

La historia de Pablo Escobar

Pablo Emilio Escobar Gaviria nació en 1949 y lo mataron las fuerzas de seguridad colombianas durante una persecución, en 1993. Es considerado el capo de la mafia más grande que ha tenido la historia de Colombia. Los principales medios de comunicación del mundo lo catalogaron como uno de los hombres más ricos del planeta. Cuando estuvo a la cabeza del cartel de Medellín, Escobar fue el único civil en la historia que se atrevió a desafiar a un Estado, ordenando cientos de atentados y asesinatos de policías, jueces y políticos. El ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla y el candidato a la presidencia de Colombia Luis Carlos Galán fueron asesinados por orden de Escobar por haberlo denunciado como narcotraficante.