Entre paréntesis….Cayetano Llobet T.
Estamos acostumbrados al transfugio de las personas. Total, es parte de la normalidad de la miseria humana. Pero hay palabras que han cambiado de bando, y lo han hecho de la noche a la mañana, sin anuncios previos, sin pudor y sin ninguna explicación. Es el caso de la palabra “fraude”. La propiedad intelectual de esta palabra estaba registrada a nombre de la oposición y se la utilizó en todas las elecciones realizadas. Ahora cambió de bando y se ha convertido en propiedad del gobierno. Y es que las derrotas producen más milagros que los triunfos.
Como en el vocabulario gubernamental no existe la palabra derrota, ¡y la derrota ha sido real!, sus personeros tienen que editar rápidamente nuevos diccionarios y, para efectos de entrevistas, informes, declaraciones, etc., utilizar códigos tan complicados como “perder significa ganar”. Uno de los términos clave para esa extraña traducción es la palabra “fraude”. Obviamente, eso tiene consecuencias automáticas: los que hasta hace quince días eran honorables guardianes de la transparencia electoral, se convierten en bandas de “mafiosos”, enemigos de la democracia, de la voluntad mayoritaria del pueblo boliviano y aliados del separatismo, del terrorismo y de la corrupción. Como el fraude -léase derrota en castellano normal- ha sido tan grande, hay que comenzar por juzgar a los órganos electorales.
Y como la orden es no hablar de derrota –y se trata de un sindicato vertical en el que las órdenes se cumplen-, voceros y protagonistas con fama de inteligentes, se las ven en figurillas para hacer creer a los demás lo que ellos mismos no creen. Son ateos tratando de convencer a los demás de la existencia de Dios.
En anteriores elecciones, el triunfo no necesitaba traducción. Era triunfo y punto. El gobierno podía, en consecuencia, darse el lujo nacional e internacional del discurso democrático. Los enemigos de la democracia eran los que no aceptaban ese triunfo. Pero ahora, después de una elección que el gobierno daba por fácilmente ganada -arrasamos con el voto consigna, ponemos los candidatos que nos dé la gana, llevamos gente a Pando, compramos opositores, utilizamos todos los recursos posibles, el Presidente en persona, ¡el caudillo, el “jefazo”!, se encarga de las proclamaciones y cierres, los que fueron personajotes de Congreso compiten por alcaldías, tenemos amarrados con procesos a los principales candidatos de oposición-, y el resultado es adverso, al gobierno se le cae la careta democrática y tiene que mostrarse sin maquillaje y sin afeites.
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Y ahora es el propio Presidente el que tiene que confesar públicamente su pensamiento más íntimo y verdadero: “no puedo gobernar con opositores”. Lo de “mafiosos” a órganos electorales corresponde al Vicepresidente, y el anuncio de que éstas han sido las últimas elecciones con las actuales autoridades electorales, al Presidente de diputados. Entre los tres, y respetando escrupulosamente la jerarquía, han notificado que los versos de democracia son buenos para los festejos victoriosos, pero que en la confrontación en la diversidad, en el juego democrático de verdad, es mejor no andar con cuentos y menos con poesía.
La notificación está hecha: el “fraude”, es decir la derrota, no se admite. Prepárense amiguitos de la oposición, porque ahora van a saber quiénes somos. No creemos en nuestra derrota y vamos a demostrarles que actuamos como triunfadores… En el rústico empedrado democrático se oyen los cascos de la caballería.