Daniel A. Pasquier Rivero
Hace una semana titulaba ¿Condenados al fracaso? Sin duda, insistir en el tema refleja una preocupación acentuada ante la proximidad del riesgo. ¿Fracasará el Estado Plurinacional (EP) como propuesta alternativa a la República de Bolivia, con todo lo que ello arrastraría o implica? Después de tanta esperanza, muy fundada, en los resultados de los referendos sobre autonomías departamentales y la aprobación con el 86% de los Estatutos para Santa Cruz. Pero al cabo de sólo dos años el aniversario pasó inadvertido y deslucido. El Cabildo del Millón es un hermoso recuerdo. Se impone la lógica del centralismo, ir a la mesa de “negociaciones”, que no será de concertación ni diálogo, y donde siempre el centralismo recupera lo que pierde en cancha.
El éxito se lo apuntan los del gobierno y todos aquellos a los que conviene seguir usufructuando del eterno poder centralizado, aunque no es mérito exclusivo de ellos. Se cometieron errores en la oposición, todavía no asumidos con la gallardía que corresponde, y por las dirigencias regionales abanderadas del movimiento autonomista. Se engolosinaron con la victoria antes de terminar la batalla. Los consuelos, entre pretextos y echarle la culpa a otros, siempre están a mano y sirven para tapar algunas heridas. Una vez más se comprueba que el centralismo alcanza a los intereses de muchos, en muchas partes, que no es patrimonio exclusivo de una zona geográfica del país.
El 4 de abril mostró una nueva realidad política del país, distinta a la de los cuatro años anteriores, gracias a la sabiduría del pueblo. Con esos resultados el MAS ya sabe que no lo tiene todo y el gobierno ha visto que su propuesta hegemónica tiene fuerte resistencia. La Bolivia centenaria no sólo sufre los ajustes del EP, sino que resiste y trata de reconducirlos. Sin embargo, la oposición no es al cambio, si no al qué y al cómo. Y la reconducción reclama de liderazgo y visión de Estado, elementos de los que carecen, por el momento, tanto el oficialismo como la oposición; pero es la oportunidad para los nuevos liderazgos. El mensaje es claro: se han perdido cinco años en confrontar a los bolivianos y a todas sus instituciones, ya es hora de rendir cuentas. La inestabilidad en todo el país se acentúa y hay violenta resistencia a las fuerzas del orden, al poder electoral y judicial.
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Otra vez la pobreza se estrella contra la pasividad y la soberbia de las autoridades. Y seguirán los muertos. De nada sirven: plata, oro, caucho, petróleo, gas y otros mil que se esconden detrás del encandilamiento del litio. Sin riesgos de desastres naturales de gran magnitud, ¿qué haríamos con terremotos, tsunamis, tornados, o volcanes en erupción?; hasta las inundaciones y sequías en el país son predecibles. Con todo, la mitad de la población permanece sin servicios básicos de infraestructura, educación, salud, vivienda y trabajo estable, y las diferencias económica y social sólo han encontrado respuestas en el Oriente, de donde nace la mayor fuerza del movimiento autonomista como propuesta nacional.
Pero, aunque parezca increíble, el mayor riesgo a la estabilidad y desarrollo del EP, radica en el excesivo poder del partido en gobierno y, sobre todo, de su jefe caudillo. Fuera de algunos chistes, al imponer su voluntad o la de sus asesores, contra toda lógica y sin el mínimo respeto a la estructura jurídica del país, induce al desorden, la inseguridad y finalmente a la violencia social. Según los estudios de la organización Fondo para la Paz, que analiza desde 2005 la evolución de 177 estados de todo el mundo, mediante miles de variables abiertas a todo público (www.fundforpeace.org), “aunque son muchos los factores que pueden hacer desmoronarse una nación, pocos son tan decisivos y tan letales como un mal dirigente”, aunque pueden ser muy populares, como lo fueron Sadam Hussein en Irak, Idi Amin Dada en Uganda o, entre los peores, los de Chad, Sudán y Zimbabue. Tampoco importa cuántos años gocen del poder, ¿ejemplos?, Cuba, Uzbekistán, Yemen, etc.
El EP está en “zona de peligro” (2009) de convertirse en un Estado Fallido, sin perspectiva, sin porvenir, en el puesto 51/177 (Finlandia, Suecia, con los mejores índices) y el vecino Brasil el 113. Falta incorporar para el 2010 el impacto que tendrán la continua y agresiva “judicialización de la política”, el utilizar como arma política contra la oposición y la disidencia los procesos judiciales con base real o ficticia; el recurrir fraudulentamente al discurso “nacionalizador” aunque se trate en realidad de una estatización o de una nueva versión de capitalización estatal; el desconocimiento de los principales derechos humanos como son la garantía a la libertad individual y a la propiedad privada. El retroceso de ambas conducirá indefectiblemente a mayor pobreza y por tanto a mayor inestabilidad y violencia.
Promover a Evo como el Robín Hood planetario, para enfriar la tierra, también tendrá su costo. El mayor, por dejar atrás la atención urgente a los grandes desafíos nacionales, San Cristóbal, Mutún, las hidroeléctricas brasileras, la industrialización del gas, del litio, además de las eternas falencias del país invertebrado. El gobierno ha renunciado, ¿a qué precio?, a la planificación y la industrialización del país: que la realicen Brasil y Venezuela (de dudosa capacidad). En ese contexto nada vale el discurso del Presidente de YPFB, “que se hará cargo del proyecto”, si es la Braskem la que va a invertir los 2 a 3 mil millones de dólares en una petroquímica. Y todavía no se ha valorado lo suficiente el apareamiento del EP con Afganistán y Colombia como productores y exportadores de droga a escala mundial. ¿Cuánto tardará el narcotráfico en infiltrar todo el aparato del estado, y en crear sus zonas rojas? Ha bastado que el gobierno decrete un aumento del 5% al salario mínimo, es decir, 1.65 Bs/día (0.23 $US/día), para desatar la ira de la clase trabajadora, que ha roto su compromiso con el gobierno del cambio. Es que a la hora de la verdad “el pueblo quiere comer aunque sea pollo y vivir bien aunque se vuelva calvo”. ¿Vamos al fracaso del Estado “Virtual” Plurinacional?