Los gobiernos unipersonales y la falta de separación de poderes son un peligro para la democracia. Lo dijo el secretario general de la OEA, el tibio José Miguel Insulza, al asumir su segundo periodo al mando del organismo de integración continental.
No es necesario que Insulza entre en mayores precisiones. Los países en los que se han establecido gobiernos unipersonales y en los que la separación de poderes está siendo abolida de forma descarada son aquellos que se ha adscrito al llamado “socialismo del siglo XXI” o de manera más grotesca aún, “socialismo bolivariano”.
A pesar de que se lo ha intentado ocultar bajo un ropaje plebiscitario y camuflarlo con la coartada del “voto popular” en Venezuela y en Bolivia por reflejo todas las acciones políticas han estado dirigidas a concentrar el poder en manos de sus respectivos presidentes, es decir Hugo Chávez y Evo Morales.
Para Montesquieu la separación de poderes es un elemento indispensable e imprescindible del sistema democrático. “Cuando los poderes legislativo y ejecutivo se hallan reunidos en una misma persona entonces no hay libertad, porque es de temer que hagan leyes tiránicas para ejecutarlas del mismo modo”, afirmaba.
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Dentro de la misma línea de razonamiento indicaba que “así sucede también cuando el poder judicial no está separado del poder legislativo y ejecutivo. Estando unido al primero, el imperio sobre la vida y la libertad de los ciudadanos sería arbitrario, por ser uno mismo el juez y el legislador y, estando unido al segundo, sería tiránico, por cuanto gozaría el juez de la fuerza misma que un agresor”.
Resumiendo Montesquieu sostenía que “en un Estado en que un hombre solo o una corporación administra en los tres poderes la democracia se perdería”.
El filósofo francés fue muy preciso al describir los peligros que podrían acechar a la democracia, peligros que ya se ha hecho evidentes en Bolivia. Desde un principio la intención del MAS ha sido controlar todos los poderes del Estado y a estas alturas se puede decir que lo ha conseguido.
Su mayoría parlamentaria le ha posibilitado entregar al Presidente del Estado Plurinacional la potestad de designar a los magistrados de la Corte Suprema y el Tribunal Constitucional. Es más, pudo nombrar Defensor del Pueblo a una persona que se sabe responde directamente al mandato de Evo y del partido gobernante.
Ese control sobre el sistema judicial le está permitiendo también actuar contra la oposición apelando a argumentos supuestamente legales.
Por tanto el peligro, al que finalmente tras haber hecho por mucho tiempo la vista gorda, se refiere hoy el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA) no es una ficción. Se trata de una realidad que en el futuro puede acarrear funestas consecuencias para la democracia. Es sabido que cuando las puertas de la democracia se cierran se abren otras que no son precisamente deseables. Un gobierno autoritario puede generar una oposición o reacciones populares que tengan sus mismas inclinaciones.