¿País en auge o quebrado?

 

Winston Estremadoiro

winston Los organismos internacionales auguran buenos tiempos para Latinoamérica. El FMI recomienda aprovechar “la transitoria bonanza”, en espera de crisis futuras. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) sostiene que la solidez comercial y financiera será clave para la economía. ¿Son escuchados tales consejos en el gobierno?



Pues no. Sostengo que el libreto del régimen se elabora en Caracas, presunción que se afianzó de último. El Presidente boliviano estuvo dos veces en la capital venezolana antes del evento climático de Tiquipaya. En ambas ocasiones estuvo pegadito a su mentor bolivariano. Sobrevino el desplante a Hugo Chávez por el regimiento Colorados de Bolivia, cuyo silencio retumbó ante el “patria o muerte” que gritara el mandamás venezolano. Luego vinieron los dislates de Evo. Chasqueó los dedos el piloto y el copiloto corrió a Caracas. Me late que se le ordenó pisar el acelerador a fondo, que se le paraba el carro en media carrera.

Y vinieron nuevas “nacionalizaciones”. Un gobierno que se jactaba de haber penetrado la media luna opositora, se ha abierto una decena de frentes de lucha y resistencia civil en la luna entera del país.

A veces las causas aparentes no son el origen de los problemas. Bajo el enfado por la asignación arbitraria de escaños, yace la ansiedad por el autoritarismo creciente de un régimen que imita al dictador de Sabaneta al no respetar a las minorías: ignora que los menos de hoy son las mayorías de mañana. Las promesas incumplidas devienen del habitual rasgo demagógico de ofrecer el oro y el moro en lugares que festejan efemérides, siempre en el discurso previo al plato repleto de la comilona de rigor. La molestia con magros incrementos de salario refleja el contrasentido de un gobierno ostentoso que compra millonarios aviones presidenciales y satélites sobrevaluados –ahora construirán nuevo palacio presidencial- pero impone austeridad a los trabajadores dizque para no caer en inflación –que en los últimos años se comió una tajada mucho mayor que el aumento salarial en el queque ciudadano.

Tal contraste entre lo aparente y lo real se manifiesta en el manejo de la economía boliviana. Hace poco el gobierno envió una avanzadilla al ombligo del capitalismo a seducir financieras con una danza del vientre del progreso boliviano y encandilar inversionistas con el buen manejo del Estado. Pero ni la ministra de Planificación es Shakira, ni el ministro de Economía es Keynes.

Cómo no darse cuenta del blablá de un régimen demagógico, contrastando el “modelo económico neoliberal” y el “modelo económico-social comunitario y productivo”, con medias verdades y mentiras lado a lado. Categorías asumidas como estáticas de que el “crecimiento depende sólo de la demanda externa” en el modelo neoliberal, y que el “crecimiento se basa en la demanda externa e interna” en el “comunitario”, harían desternillarse de risa a planificadores de países socialistas como Suecia, estatistas como Francia, comunistas como China, y aún capitalistas a ultranza como EEUU. Ni qué decir de similitudes entre países estatistas como Brasil y neoliberales como Colombia, que no cambiarán sus políticas de Estado, así sus nuevos gobernantes sean Serra y Mockus, respectivamente.

Una profusión de curvas puede impresionar a quien ignora de axis y coordenadas en La Paz, pero en Washington apenas dieron para una ponencia de “sophomore” –universitario de segundo año: reporte de cómo mentir con cifras, al provenir de una institución manoseada del Estado: el Instituto Nacional de Estadística. Teóricamente inmune al manoseo de políticos de paso, igual que otras como el Poder Judicial, la Fiscalía, la Policía, las Fuerzas Armadas, hasta la Corte Nacional Electoral, ¿no son hoy víctimas de la estrategia de subordinarlas al poder autócrata siguiendo el libreto de Hugo Chávez?

Si de encandilar a tecnócratas y seducir a inversionistas se trata, ¿qué mayor prueba del doble discurso del régimen, si días después vinieron las nacionalizaciones de capitales ingleses, franceses, estadounidenses y bolivianos? Pregúntenle a la Jindal (Mutún), o a la Sumitomo (San Cristóbal) si no es un saludo a la bandera la seguridad a las inversiones que garantiza la nueva Constitución.

El gobierno tiene una pose triunfalista sobre logros de su gestión: ¿cómo negar que ha habido aumento de la renta petrolera como consecuencia de la llamada “nacionalización”? La pregunta es si el incremento valió la pena contrastado a la sequía de inversiones, la pérdida de vocación de proveedor de gas natural a mercados naturales de países vecinos que por poses demagógicas del gobierno han buscado alternativas al gas boliviano. Fue como matar la gallina de los huevos de oro, en vez de comer uno cada día. ¿Qué hará el país cuando se caiga el padrino venezolano?

Un ejercicio de aritmética ayuda a discernir si estamos en auge o quebrados. Las reservas del Banco Central son el indicador. Antes unos ocho mil millones de dólares más sacrosantos que el Arca perdida, hoy han abierto la cacha a caprichos del inquilino de palacio.

Primero fueron mil millones para YPFB, en un negocio donde tal monto no da ni para los puchos. Ayer otros mil quinientos millones para asustar a la Jindal con el coco de explotar la mitad estatal de Mutún. Invertirán otro millardo y medio en generadoras eléctricas nacionalizadas: más vale que la gente compre velas para los apagones. Otros dos mil millones, porque nacionalizar había costado juicios: ¡hay que “provisionar” las indemnizaciones! ¿Y el aumento de gasto corriente del régimen dispendioso? ¡Pop!, se reventó la burbuja del auge. Estamos quebrados como antes. El país huele a insolvente, con el añadido de ser inseguro e ingrato para los inversionistas sensatos de muchas partes.

El Día