Dominicus
Al César lo que es del César, como reza el adagio bíblico. En estos tiempos –dizque– de ‘cambio profundo’, una de las ‘innovaciones’ pseudorrevolucionarias ha sido el auge de lo nativo impuesto por S.E. el señor presidente Evo Morales. Sus trajes –diseñados por una conocida modista– no son típica indumentaria autóctona, pero el mandatario los impuso y sus seguidores se copiaron casi instantáneamente, salvo el señor vicepresidente, quien sigue usando trajes y corbatas al estilo del mundo occidental. En todo caso, S.E. fue pionero y no cabe discusión alguna. Al saco con ribetes le agregó una camisa con motivos indigenistas y que invariablemente la lleva puesta cuando asiste a diversos eventos formales.
Pero la moda no cundió solamente entre sus seguidores, algo que al fin y al cabo cabía esperar. El estilo fue copiado hasta por los opositores, quienes a su vez trataron de resaltar aspectos nativos de sus regiones. Eso explica aquí el auge de la camisa chiquitana, indumentaria que antes casi no se usaba y ahora la llevan por doquier los miembros de la dirigencia cruceña. Se copiaron sí, pero al mismo tiempo trataron de adaptar algo propio. Ese valor no quita, empero, la falta de originalidad y acrecienta la manía de la ‘copiandina’.
Con motivo de la reciente transmisión del mando de los gobernadores, en Potosí y en Beni se hicieron ‘ceremonias’ con trajes de cada región y al mejor estilo de la celebrada en Tiwanaku por S.E. al iniciar sus dos mandatos. Lo criticado pasó a ser copiado y donde no hubo copia, la aparatosidad formal imitó también al pasado reciente, tal como ocurrió en la posesión local del gobernador Costas.
No critico ni tengo nada en contra de este resurgente ‘nativismo’ ni de las formalidades ceremoniales. Tal vez todo esto es parte de los tiempos que corren y está bien el exaltar lo ancestral o copiarse lo tradicional. Lo que sí llama la atención es que –aunque jamás se lo admita– paradójicamente se sigue imitando una conducta en materia de indumentaria y procedimientos. Por tanto, no hay originalidad en ninguna de estas expresiones.
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Al que hay que darle la originalidad es a S.E. Él comenzó y el resto –como en el juego del ‘mono mayor’– le siguió la corriente, con las lógicas adaptaciones de lugar.
Más allá de estas modas efímeras, lo mejor es la naturalidad en el vestir y actuar y no la ‘copiandina’, mímesis que termina siendo algo grotesca o poco auténtica.
El Deber