Marcelo Ostria Trigo
El acuerdo entre la iglesia cubana y el régimen de los Castro para la liberación de 52 presos políticos es visto por algunos –seguramente con buena fe– como una señal de que algo está cambiando en la isla; que la “nomenclatura” comunista dará nuevos y esperanzadores pasos para restaurar la libertad y la democracia y que, consecuentemente, hay que agradecer esta liberación de prisioneros de conciencia.
Entre los de buena fe, no se cuenta al canciller de España, Miguel Ángel Moratinos, que festeja esta liberación a cuenta gotas. Moratinos es un personaje sectario pro castrista, que ha venido insistiendo majaderamente para que la Unión Europea abandone la posición común sobre el gobierno de Cuba, concertada por las evidentes violaciones a los derechos humanos, por la negación de las libertades y por su carácter antidemocrático y represor. Pero sus esfuerzos, aun contando con la presidencia española temporal en la UE, perdieron fuerza cuando el preso político, Orlando Zapata Tamayo, murió el 24 de febrero de este año, luego de una huelga de hambre de 85 días en protesta por la persecución política y el encarcelamiento a disidentes.
Ahora Moratinos, con impudicia, se adjudica el logro humanitario de la Iglesia Católica de Cuba. A propósito, la disidente Martha Beatriz Roque, dijo a BBC Mundo, que la liberación de este puñado de prisioneros "no es un triunfo de él (en referencia Miguel Ángel Moratinos, que llegó a Cuba para ayudar en las gestiones por la liberación de los presos) ni es un triunfo de la Iglesia. Si este movimiento (la liberación de los presos) se produce –añadió– hay que dar gracias a la muerte de (Orlando) Zapata, a las Damas de Blanco, que han sido tan hostigadas por la policía política, y también a la huelga que está realizando (Guillermo) Fariñas". (Declaración a BBC Mundo).
Nadie puede deplorar que 52 presos de conciencia sean liberados. Pero, parece que se apresuran los que ven señales extraordinarias, o que felicitan a los Castro por esta acción parcial que denota hipocresía y cálculo. Quizás se trate de una variante del síndrome de Estocolmo. Pero, lo cierto es que, luego de cuatro meses, quedarán más de cien prisioneros políticos, además de los que se apresen nuevamente. Esto ya ha sucedido.
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Todo indica que el régimen cubano no abandonará –ni lo ha prometido– su política de represión contra los que reclaman libertad, ni la violencia contra quienes se manifiestan pacíficamente en público, como las Damas de Blanco. No hay signos de que Castro va promover la democracia representativa, como resultado de “elecciones periódicas, libres, justas y basadas en el sufragio universal y secreto como expresión de la soberanía del pueblo; el régimen plural de partidos y organizaciones políticas…” (Carta Democrática Interamericana).
Quienes sufren directamente la opresión, son cautos. Ven solamente una acción oportunista del castrismo para detener la creciente condena mundial que se desencadenó por la muerte de Orlando Zapata Tamayo y por la dramática huelga de hambre de Guillermo Fariñas.
El portavoz de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, Elizardo Sánchez, apuntó que “El gobierno de Cuba al dar este paso está persiguiendo objetivos políticos de corto plazo así como fines puramente mediáticos”. “No satisface –añadió– las expectativas de los movimientos de derechos humanos sobre Cuba, que reclamamos la excarcelación incondicional de los presos". "La situación de derechos humanos en Cuba no habrá de mejorar a corto ni a mediano plazo porque el gobierno continúa criminalizando el ejercicio de los derechos fundamentales". (BBC Mundo, 08.07.2010). Hay cubanos que, por lo visto, no son fáciles de engañar.
Entretanto, los liberados cubanos que llegan a España, tienen una “mezcla de alegría y dolor porque para vivir en libertad han tenido que salir de su país” (El País, Madrid, 12.07.2010). "Estamos desterrados, esa es la realidad. No habrá nada que celebrar hasta que no haya democracia en Cuba". (Ricardo González ex preso de conciencia ahora expatriado en España)