La república ha muerto. ¡Liberen al Kraken!


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kraken En ambas versiones de Lucha de Titanes, la de 1981 y la del 2010 con Sir Laurence Olivier en la primera y Liam Neeson haciendo de Zeus en la segunda versión hay un momento de extremo dramatismo. Es un momento clásico de la mitología griega.

Es el momento en que Zeus el Dios supremo, creador del hombre, amo del rayo y de la luz decide liberar al monstruo para que destruya su creación, el hombre, que ya se tornaba cuestionador e irreverente.



Así de dramático como en la película y la mitología es este momento en que el monstruo ha sido liberado. Es el monstruo del totalitarismo que azotará nuestra sociedad, que la someterá y reducirá. Al Kraken sólo lo pudo petrificar la Gorgona, la medusa que sostenida por Perseo a sola mirada lo convirtió en pétreo material y lo partió en mil pedazos. ¿Quién es Perseo? ¿quién es la Medusa en nuestra sociedad boliviana carente de titanes y paupérrima en iniciativas?

Nadie mejor que Hannah Arendt para describir la conjunción de factores que van constituyendo los estados totalitarios. Leyendo sus textos encontramos un sinnúmero de coincidencias entre sus descripciones y el camino que ha tomado el país. Ya no cabe ninguna duda, el Kraken ha sido liberado y las fuerzas del totalitarismo asolan Bolivia, la peste, la catástrofe ya sienta sus reales en nuestra sociedad, hemos perdido la libertad, la democracia es una mascarada y el debido proceso ha sido conculcado. La república ha muerto. Solo vive la incertidumbre.

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Si el gobierno del nuevo Estado ha logrado la suma del poder público, ¿por qué sigue la incertidumbre e inestabilidad política? En la lógica totalitaria, dejar que las cosas se reordenen crea un nuevo estado de cosas, un nuevo orden y una nueva certidumbre, crea reglas de juego y eso no le conviene al gobierno. El gobierno habla del nuevo estado, está en la constitución pero lo que menos quiere es hacer Estado. El gobierno totalitario quiere mover fichas a su antojo, tornar lo cierto como incierto y generar permanente zozobra, incertidumbre e indefensión. De esta manera plantea un nuevo juego que los actores convencionales no entienden, sus códigos quedaron obsoletos y son presa fácil de intimidación y persecución.

El punto de partida entonces es reconocer la situación. Hay una autocracia, el autócrata detenta la suma del poder público y en sus manos están vidas y haciendas. El monstruo del totalitarismo anda suelto, ha sido liberado…

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