Rompiendo clichés: Santa Cruz y el Estado boliviano


Pablo Javier Deheza

deheza2 La mirada de la sociedad cruceña sobre el Estado está empañada por la exitosa producción y reproducción de estereotipos equivocados. Santa Cruz debe asumir su liderazgo nacional más allá de lo estrictamente económico. Para replantear el papel del departamento en la historia hace falta crear mayor capital humano.

El discurso dominante en Santa Cruz nombra al Estado boliviano como si éste constituyese un enemigo y una otredad. Se han repetido hasta el cansancio los mismos argumentos hasta convertirlos en clichés; muletillas que a falta de pienso sirven para salir del paso en cualquier tarima. Que el Estado centralista, el centralismo salvaje, que el Estado bloqueador de nuestro desarrollo, el Estado avasallador y una largo etcétera, son lugares comunes en el discurso de cívicos y cruceñistas. Sirven para el aplauso entre convencidos, aunque el fondo ya se haya perdido.



Una mala relación con razones

José Antonio Prado, director del programa de formación Ciudadana del Centro de Estudios para el Desarrollo Urbano y Regional (Cedure), tiene un punto de vista interesante y provocador al respecto. Señala que “esta pésima relación con el Estado central tiene su historia y su explicación, eso es innegable y por todos bien conocido. Desde los primeros días de la Colonia fuimos un grupo de levantiscos perdidos en medio monte, sin riquezas mineras y cuya función era ser fortín de frontera para frenar avances portugueses y mantener a raya a los Chiriguanos. Fuimos también un lugar de confinamiento para políticos indeseables o revoltosos. Así las cosas, y gracias en parte a la capacidad organizativa de los jesuitas, desarrollamos nuestra vocación agropecuaria sin haber necesitado nunca del Estado. Más bien, cruzando los dedos para saber lo menos posible de éste porque invariablemente nos traía malas noticias. Casi da lo mismo que la Revolución del 52’ hubiera transformado radicalmente la realidad nacional y nuestro papel en la República: en el imaginario cruceño quedó marcado a fuego el Estado con cara de colla encorbatado que viene a imponer sus cosas sin conocer nuestra realidad”.

Pero la cosa no es tan sencilla y la realidad es demasiado dinámica, así que José Antonio continúa elaborando e indica que: “el problema es que esa idea popular y un tanto infantil del villano allá arriba en las montañas no se quedó entre el vulgo, sino que ha sido tomada y utilizada por políticos irresponsables e incapaces de proponer un proyecto cruceño que no sea sólo definido por su oposición o defensa frente al mencionado ogro, sin plantearse siquiera la posibilidad de ejercer un papel creador, propositivo y transformador”.

=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas

Superando traumas

Efectivamente, hoy no es realista ni mucho menos saludable seguir planteando una escisión entre el Estado boliviano y Santa Cruz habida cuenta del peso propio que tiene el departamento dentro de la formación del mismo Estado boliviano. Es necesario superar los traumas y los clichés para que Santa Cruz camine hacia una madurez respecto a su lugar y su papel histórico para consigo y con Bolivia. Esto es algo que pasa también por la visión, lucidez y compromiso de sus líderes.

Para Prado, “la postura –del Estado como el enemigo– empezó a hacer aguas hace rato, y eso es claramente verificable haciendo un análisis de discurso del Comité Pro Santa Cruz de los últimos años. Da incluso la impresión de que la corriente dominante hubiera preferido que el proceso autonómico no avance, que no se constitucionalice ni se norme, para poder tener siempre en frente a un enemigo enorme, invencible y tirano, que nos haga sentir sobrevivientes heroicos, víctimas del centralismo canalla”.

Esto es así porque hasta ahora los liderazgos cívicos y políticos del departamento han encontrado como casi única veta discursiva la reacción frente a una iniciativa política que no tienen y que tampoco se plantean tener. El elemento unificador no lo pone una utopía o una ideología, sino la defensa frente a lo contingente. “Es la misma realidad la que nos exige hoy otra postura”, concluye nuestro entrevistado.

Repensando el camino

Cambiar las percepciones que se tienen al respecto no es un camino exento ni de dificultades ni de riesgos. Al poder departamental actual le es muy útil y cómodo el discurso de un Estado boliviano enemigo de Santa Cruz. ¿De qué otra cosa podrían discursear? ¿Qué propuesta podrían presentar? José Antonio Prado ve que es necesario “sacudirse de encima los complejos que arrastramos. Eso no es fácil, pero postergar ese proceso no hace más que agravar el problema”.

Continúa su análisis indicando que “no basta con ser la vanguardia productiva, generar un enorme porcentaje del PIB y atraer como miel a las moscas a empresarios de toda laya; llenarnos de industrias, casinos y gigantescos conglomerados de servicios. Para que el poder económico se transforme en poder político y en capacidad transformadora de la realidad en función de un plan o una idea, se necesitan también las destrezas que hacen a esos ámbitos de la vida. Es decir, no basta con generar plata, hay que tener una visión clara de lo que queremos lograr y, sobre todo, se necesita una generación completa de profesionales que entiendan cómo funcionan las ciencias sociales y políticas. Es claro que tenemos una función fundamental que desempeñar en el país, pero no nos hemos preparado aún para hacerlo. Con cada día que pasa, serán los empresarios –lícitos e ilícitos– los que tomen nuestra voz y hablen por nosotros; no con propuestas, planes ni proyectos, sino con hechos consumados, con negocios rentables y punto”.

“Si la región se da a la tarea revolucionaria de formar en sus universidades no sólo a ejércitos de contadores, auditores y administradores; sino a historiadores, sociólogos, antropólogos, filósofos –en fin, a científicos sociales–, las capacidades de la sociedad van a mejorar y los liderazgos deberán reflejar eso. Santa Cruz es a todas luces una parte vital de nuestra Bolivia. Cualquiera que la conoce lo sabe. Y en este siglo deberemos pasar de ser los alegres y dicharacheros guitarreros con las magníficas mujeres y las ferias archiglamorosas, a ser también la gente creativa, llena de ideas locas y transformadoras, que debaten y aprenden, que integran con inteligente diligencia a todo el país en un solo lugar”.

El papel de la dirigencia

La pregunta obligada es si la dirigencia política cruceña está en condiciones de llevar adelante este proceso de debate, al interior del departamento y de sí misma, que pueda apuntar a construir una relación entre el departamento y el Estado boliviano que sea mucho más realista, saludable, práctica y madura. Prado ve que si bien “la dirigencia cruceña no la tiene tan difícil –vivimos el auge del proceso globalizador y desde cualquier rincón del planeta se puede acceder a información y conseguir sesudas asesorías para empaparse de nuevas ideas y aprender de otras experiencias–, yo pienso que la dirigencia al mando por estos días no tiene las capacidades concretas para hacerlo. Pero insisto, heréticamente, a estas alturas eso no es indispensable si los políticos se rodean de gente capaz. Lo imprescindible es entender la necesidad y estar dispuesto a encarar un proceso complejo que invariablemente implica democratizar el poder –mediante el debate– y conseguir ayuda de los técnicos y científicos que saben cómo se hace. Entonces la pregunta sería, ¿le interesa a la actual dirigencia llevar adelante ese proceso? Pienso que no, aunque da la impresión de que entiende que es urgente mover algunas piezas antes de que el vendaval los deje sentados donde empezaron, solo que sucios y despeinados”.

Esa poca voluntad de replantearse cosas que son necesarias para el bienestar del departamento y del país se entiende únicamente a partir de no poder prescindir de la idea del Estado boliviano como el otro, como el enemigo, en la formación del discurso dominante actual. Para José Antonio esto es algo que se debe superar para poder avanzar. Cierra indicando que “el momento histórico es muy interesante. Y si es nomás verdad eso de que para estar en el poder conviene tener un enemigo enorme y poderoso al frente para mantener la cohesión, acá tenemos varios enemigos colosales para enfrentar convocando a toda la ciudadanía, que con seguridad respondería. Hablo de la miseria, y el hambre. De la descomunal desigualdad de oportunidades desde el momento de nacer. Esos sí que son los malos de película. Qué Darth Vader ni Juan Ramón Quintana”.

Pulso