Alguien-y con mucha razón- podría hacer notar lo incongruente que resulta que una situación como la surgida en Chile, donde 33 trabajadores mineros, entre ellos un boliviano, han quedado atrapados en una mina, ocasione una «sana envidia». En realidad lo que provoca es admiración por la forma en la que todo un pueblo, sus gobernantes incluidos, reaccionan ante la adversidad.
El presidente Piñera, en el lugar del desastre, con la nota de los mineros: ‘Estamos bien’. (foto izq, Efe). Evo Morales, siempre con el pie en un avión aunque deje atrás graves problemas sin resolver.(foto der, Abi)
Chile ha sufrido en los últimos años una serie de desastres naturales: erupciones de volcanes, terremotos y ahora esto. Alguien dijo que es en la adversidad donde se forjan el carácter de los pueblos y tiene mucha razón. El vecino país lo está demostrando.
Gobernantes y gobernados, han hecho causa común para rescatar a los mineros que ya llevan atrapados 21 días y dejado en claro que no cejarán en su intento y esto, no puede menos que provocarnos un sentimiento parecido a la envidia. Se trata de una muestra de cohesión ante la adversidad que los bolivianos estamos lejos de tener y que, por el contrario, pareciera que nuestros gobernantes trabajan para desbaratar cualquier posibilidad de unión nacional.
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El accidente ha ocurrido en una mina privada pero el presidente Sebastián Piñera no le echó la responsabilidad a sus adversarios políticos y tampoco dijo: “yo no tengo la culpa” como escuchamos por acá y no eludió el bulto. Es más, el rescate de los 33 mineros ha sido asumido como una misión nacional que está siendo encabezada por el propio Jefe de Estado.
Esa actitud marca una gran distancia con lo que ocurre en Bolivia donde el presidente elude sus responsabilidades; prefiere jugar un partido de fútbol, inaugurar competencias deportivas “plurinacionales” y no acudir donde surgen conflictos como ocurrió en Potosí -19 días de paro con ancianos, mujeres y niños muertos de frío y de hambre en las carreteras bloqueadas-. Tampoco se escuchó en Chile la frívola frase “yo no tengo la culpa” que lanzó Evo Morales respecto a los incendios forestales que se están produciendo en el territorio nacional y que provocan daños irreparables en ocho de los nueve departamentos del país.
Desde un principio el gobierno chileno, contra todo pronóstico, siguió adelante para hacer posible el rescate de los mineros y no se limitó a hablar de posibilidades para atenuar el problema como ocurre en Bolivia con los devastadores incendios forestales que ya llevan 40 días y que el gobierno espera se solucione con lluvias milagrosas ya que el Estado no dispone de equipos ni recursos y el escaso dinero del Tesoro General se destina en parte al turismo internacional del presidente y las comitivas oficiales, además del costoso mantenimiento de su nuevo y lujoso avión.
Es claro que los gobernantes, de aquí y de allá, no deben limitarse a cumplir tareas protocolares y a estrenar diariamente coquetas chaquetas con motivos tiahuanacotas sino que en momentos difíciles deben ponerse, en los hechos, a la cabeza del país, para conducir, encaminar y dar esperanza a sus pueblos en situaciones de crisis, ese es el deber de un Estadista.
En todo esto se advierte en el vecino país, una conducta, una actitud que es digna de imitar. Que los 33 mineros permanezcan con vida es, sin duda, un milagro, pero el milagro hubiera sido mucho más difícil que se produzca de no mediar esta voluntad nacional.