MASfiosadas


Están mostrando de una manera clara y definida cual es su verdadera impronta. Ocurre que detrás de los discursos sobre las reivindicaciones indígenas, la defensa de la madre tierra, la dignidad nacional, se mueve todo un submundo signado por la corrupción.

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Sacha o Torrico (el satuco), ¿quien dice la verdad? o los dos ¿mienten?



La militancia masista está mostrando una natural inclinación a hacer las cosas por el lado torcido. Todo comenzó con Santos Ramírez, el segundo hombre del MAS, que protagonizó el más sonado caso de corrupción en la empresa estatal del petróleo, YPFB, y cuyos vericuetos y verdaderos alcances están todavía muy lejos de aclararse. Fue el inicio de una secuela de irregularidades que en mayor o menor medida han venido cometiendo los funcionarios gubernamentales y salvo excepciones los masistas mostraron desde el principio una enorme disposición para salir de pobres demasiado rápido.

Son muchos los casos de corrupción de diversa magnitud cometidos por los militantes del «proceso de cambio» en diferentes instituciones, prefecturas y alcaldías, pero no han tenido mayor impacto mediático y por lo recurrentes, es que quizás ya dejaron de ser noticia.

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En los últimos días, otra serie de hechos van sumando para definir el verdadero rostro del MAS y de sus dirigentes.

Tenemos el caso de Dirk Schmidt, quien, a pesar de su frondoso prontuario y sus conocidos antecedentes, era asesor e informante nada menos que del Ministerio de Gobierno, un despacho cuyas funciones son precisamente reprimir las actividades a las que se dedicaba el alemán. El trasfondo de este asunto no se detiene en sus vinculaciones con el exviceministro Gustavo Torrico (el satuco), sino que hay fundadas sospechas de que los «negocios» de este extranjero van desde vínculos con el narcotráfico, casas de juego, tráfico de armas y hasta de personas (menonitas) en «sociedad» con políticos, policías, militares, parlamentarios, dirigentes sindicales, todos ellos afines del actual gobierno.

Otro caso que nos deja estupefactos. Todos recuerdan aquel 22 de enero de 2006, cuando Evo Morales, en una ceremonia con reminiscencias imperiales, recibía el “mandato” de los pueblos indígenas. Todos, hasta los más escépticos, queríamos creer que esa ceremonia era una muestra de que nuevos y mejores tiempos llegaban al país. 

Sin embargo, toda esa ceremonia, cargada de simbolismo telúrico se ve totalmente desvirtuada por cuanto el amauta, justamente el amauta (sabio o consejero aimara), que dirigió la ceremonia y entregó el bastón de mando a Evo Morales, fue detenido, junto a colombianos, en su domicilio donde se encontraron 250 kilos de cocaína.

Se supone que los amautas son los depositarios de toda una tradición indígena, los transmisores de la sabiduría ancestral y debió serlo más aún Valentín Mejillones y por eso mismo fue el encargado de entregar el bastón de mando y transmitir a Evo el mandato de los ancestros. No obstante a la luz de los acontecimientos cabe preguntarse ¿Cuál es el mandato que puede entregar un narco al presidente del Estado Plurinacional, que supuestamente tiene la histórica misión de redimir a los indígenas?

No sería atinado decir que este caso involucra directa o indirectamente al presidente Evo Morales pero si es evidente que afecta a un aspecto central de su discurso: «los indígenas son la reserva moral» de la sociedad, razón por la que, según el presidente, son el sector más idóneo para conducir (en el futuro) los destinos del Estado plurinacional. Sin embargo,  pareciera algunos amautas están muy poco dispuestos a practicar la trilogía del “ama sua, ama llullla y ama qella” y menos aún el «ama narco».

El discurso gubernamental y todo el andamiaje teórico y simbólico diseñado para legitimar un inevitable advenimiento del nuevo tiempo bajo la égida indígena originaria, está haciendo agua por todos los lados y no por la intervención de una “derecha” racista e intolerante. En realidad la permisividad del gobierno en relación a actividades como la coca ilegal, el contrabando, linchamientos a policías y otros hechos cuestionables, representan, así no sea el propósito de Morales, un incentivo hacia lo ilícito.

Es hora de que Evo enfrente la debacle moral en el seno del MAS y empiece a cortar las cabezas de los pillos que se han parapetado en su gobierno; pero de los grandes, de los importantes, sean parlamentarios, empresarios, dirigentes sindicales, indígenas, mestizos o arios. El corrupto es corrupto y punto.