Pando. Los migrantes naufragan en la miseria; índices de pobreza llegan al 98%

Especial. Ayuda estatal para los que se fueron a la Amazonía apadrinados por el Gobierno no asegura permanencia de colonos. Una carretera devuelve la esperanza.

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Carencias. Así se asea y se alivia de las altas temperaturas uno de los que viven en el barrio Evo Morales. Hay escasez de agua potable y energía eléctrica en Pando



Roberto Navia. Cobija, EL DEBER

Los migrantes naufragan en la miseria

Pando. Los que se fueron a la Amazonía, ya sea por su propia cuenta o apadrinados por el Gobierno para poblar tierras fiscales, alimentan comunidades en las que los índices de pobreza llegan al 98%

Samuel Villa ha llegado de la heladera al horno. Hace un año estaba en el altiplano, con su mirada en el horizonte y una desesperación a flor de piel por buscar mejor vida en otro mundo. Ahora, él, de 37 años, moreno y con siete hijos, está con la cara bañada en sudor. Parado a la sombra de un almendro centenario, al igual que otros de los que llegaron a Pando -unos empujados por el desempleo y los salarios de hambre, y otros traídos por el Gobierno bajo promesa de futuros paraísos- naufraga en esa Amazonia donde los servicios primordiales para vivir medianamente bien están tan lejanos como lo estaban antes de emprender una nueva vida. 

Pando es el principal destino de la diáspora programada por el Gobierno y también de aquella que fluye por aspiraciones de personas que se mueven en busca de otros horizontes. Los datos de ese despertar migratorio reflejan un crecimiento demográfico sin precedentes desde que el departamento fue creado, en 1938, por el ex presidente Germán Busch.

En los últimos cinco años nacieron en Pando 70 nuevas comunidades, que se sumaron a las 330 existentes, y en ellas las personas viven tan mal que, según datos de la Gobernación, existen regiones, como Abuná, Ingavi, Federico Román, Santos Mercado y Villa Nueva, donde el 98% de su gente es totalmente pobre. 

De esos 70 nuevos asentamientos, 23 tienen menos de un año y entre ellos figuran los dos que gestó el Gobierno a la cabeza del entonces ministro de la Presidencia, Juan Ramón Quintana, que hoy es el director de la Agencia para Desarrollo de Macrorregiones y Fronteras. En agosto de 2009 se llevaron desde el trópico de Cochabamba y otros rincones del país aproximadamente a 400 personas bajo el plan de ubicación y dotación de tierras fiscales (75 hectáreas a cada familia), dando así origen a dos poblaciones: Bernardino Racua y Puerto Morales Ayma, que se encuentran a 260 y 220 km de Cobija, respectivamente. En esos lugares la vida también tiene sus altibajos. De esas 400 almas que se fueron, en el lugar sólo quedan 120. El resto se marchó a Cobija en busca de empleo y escapando de las alimañas que se crían al calor de las altas temperaturas y la humedad boscosa. 

El resto de las migraciones no auspiciadas por el Gobierno fueron a parar a zonas cercanas a los ríos Madre de Dios y Manuripi. Ahí, oriundos de Riberalta, Guayaramerín y otras ciudades de Beni se asientan en la época de la zafra de castaña y se quedan a vivir cuando los almendros han vaciado todos sus frutos. Luego dan señales de su existencia haciendo viajes de cinco días por ríos o caminos intransitables rumbo a la capital para pedir a las autoridades centros de salud y otros servicios mínimos para vivir con dignidad.

En Cobija, la ciudad capital, el boom migratorio de la última década ha gestado la creación de 15 de los 54 barrios existentes, creando zonas tipo ‘favelas’ donde el agua es un bien de lujo, puesto que cae a través de cañería apenas durante dos horas cada tres días y, para el colmo, no es potable.

“Se han hecho grandes proyectos, pero las conexiones nuevas se cruzaron con las antiguas y el agua se ha infiltrado”, revela la alcaldesa de Cobija, Ana Lucía Reis, masista, de 40 años, dueña del un hotel  de madera, políglota y empeñada en transformar una ciudad que crece desordenadamente y sin freno. “Hace tres años llegabas a Cobija y desde el avión podías ver que alrededor del aeropuerto había una selva fresca. Ahora, lo que se ve son muchas casas pobres”, dice Reis y promete transformar esos cuartos pobres en urbanizaciones modelo.

Alberto Ruiz, vecino del barrio Tunari, dice que por ahora lo primordial es el agua y mientras ésta no caiga por cañerías seguirán acarreándola de los ‘ojos’ de paúro que existen como una bendición del cielo.

Para tener una mayor idea de la explosión migratoria, el gobernador Luis Adolfo Flores saca un dato: en Cobija, la solicitud de ampliación del acceso a la energía eléctrica es del 16%, mientras que el promedio nacional es del 8%.

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Encuentro. Un lavadero de ropa bajo árboles de mango. El agua sale de una vertiente natural y gracias a ese recurso natural los vecinos de diferentes barrios de Cobija calman su sed y satisfacen otras necesidades

Pero en las zonas rurales, la luz eléctrica llega como con cuentagotas. Los generadores de diésel donados por exautoridades más paran apagados que encendidos, porque el combustible escasea y vuelve a aparecer incluso después de meses. En Dos Calles, un cruce por donde se va a Bernardino Racua y a Santa Rosa de Abuná, la gente enciende las velas desde las 19:00 pese a que ahí se pueden observar conexiones eléctricas dentro de las casas. “El diésel para el motor de luz no llega desde hace semanas”, dice una mujer que atiende la única venta de productos comestibles. Por eso, a esa hora, ella agarra el fósforo y prende una vela para poder atender a los viajeros que bajan de sus motorizados para sacudirse el polvo y buscar algo para comer.

En Puerto Evo, a 360 km de Cobija, la energía eléctrica es adquirida de Plácido de Castro, la urbe brasileña que está al frente y a la que se llega después de pasar por un puente de madera enclenque, por donde corren las mansas aguas del río Abuná. Adrián Ramírez, llegado de Cochabamba y que atiende un restaurante de comida, se queja porque la factura le llega con un monto de Bs 800, una fortuna para él, dado que en su casa sólo tiene lo elemental conectado a la corriente. 

El rastro que dejan los nuevos vivientes en Pando se lo ve también en las urnas. Mientras en la mayoría de los departamentos el crecimiento de votantes, entre las elecciones generales de diciembre de 2009 y los comicios departamentales y municipales de abril, fue del 1,8%, en Pando creció al 6%.

Otro dato. De acuerdo con la proyección del INE, Pando es el segundo departamento que reporta un crecimiento poblacional acelerado. En Cobija, la población se duplicó en los últimos diez años, de 21.627 a 43.323. Pero esas cifras oficiales quedan cortas.  “Aquí, mínimo vivimos 60.000 almas”, dice la alcaldesa Reis.

Samuel Villa, el hombre que emigró del occidente y que ahora vive en la amazonía pandina, ha decidido quedarse, a pesar del sufrimiento que le causó haber llegado de la ‘heladera al horno’.

   Otros detalles   

– El 8 de agosto, un primer grupo compuesto por casi 400 personas, llegó al aeropuerto Capitán Aníbal Arab, de Cobija. Se trataba de campesinos que llegaban para asentarse en una zona cercana a Santa Rosa de Abuná. A un año de aquello, ahí están levantadas las comunidades Bernardino Racua y puerto Morales Ayma.

– También se supo que otros 100 campesinos llegaron hasta la población de Filadelfia en condiciones similares: sin más que una carpa y alimentos básicos para su subsistencia, según constataron medios de comunicación y autoridades locales.

– La llegada de gente desde diferentes latitudes se asemeja  al auge migratorio que enfrentó Santa Cruz desde la década de los 70. No obstante, ambos casos guardan diferencias sustanciales y, según analistas, el desenlace de este fenómeno migratorio dependerá de la capacidad de planificación que puedan tener las autoridades.

Apelan a poner nombres de notables a los barrios

En Cobija hay dos barrios que tienen nombres ‘importantes’. Uno se llama Evo Morales y el otro García Linera. Ambos se poblaron a raíz de asentamientos de migrantes preocupados por conseguir el techo propio; ahí pusieron los cimientos para construir su futuro.

Rosa Guachalla es una vecina que vive en García Linera. El barrio consta de más de 130 viviendas, que están detrás de la nueva terminal de buses, y se llega por un camino con curvas, pero los micros sólo ingresan dos veces al día. Le hemos puesto el nombre del Vicepresidente para ver si así nos llega la luz, el agua y el transporte público”, explica. En el barrio Evo Morales, el agua es otro problema.

Los vivientes de esa zona acuden a las vertientes naturales. Desde que esto lleva el nombre del Presidente nos va mejor, dice un vecino. Hace una semana el Gobierno entregó 40 viviendas populares.

La Gobernación anuncia invertir Bs 90 millones

El gobernador Luis Adolfo Flores dijo que ya tiene un plan para disminuir los problemas de los hombres y mujeres que llegaron en busca de un pedazo de suelo y un futuro mejor.

Para el presente año afirmó que tiene previsto invertir Bs 90 millones y ese dinero lo va a destinar en abrir 300 km de nuevos caminos y en mejorar por lo menos 1.000 km de los que ya existen. Con ello, anunció que pretende subir la interconexión de comunidades de un 60% a un 90%.

Además, dijo que comprará deslizadores para convertirlos en ambulancias ambulantes, puesto que existen aproximadamente cien comunidades a las que se entra y de las que se sale solamente por vía acuática.

Ayuda estatal no asegura permanencia de colonos

Pando. La vida en la selva es más cruel para los recién llegados. La ayuda del Gobierno calma el hambre, pero las alimañas, que se alimentan del calor y la humedad, no dan tregua

image Ruedas. Ante la falta de motorizados, una bicicleta es el mejor medio para moverse

En los asentamientos humanos de Pando, auspiciados por el Gobierno para que hombres y mujeres vayan a poblar tierras fiscales a pocos kilómetros de la frontera con Brasil, existen dos verdades. La oficial es la que da el dirigente sindical, y la otra, proviene de los de abajo, de las bases, de quienes se atreven a hablar despacio, antes de que alguien salga de entre los matorrales y los ‘chicotee’ con la mirada.

Los primeros dicen que el programa de población para resguardar las fronteras camina a paso firme, que de la tierra ya brotaron productos agrícolas, que los enfermos atacados por las plagas de la amazonía ya criaron anticuerpos y que el Gobierno no los ha desamparado, que les sigue donando alimentos, que les está abriendo carreteras y que el Presidente les ha dado un camión.    

Al llegar al lugar, se puede ver que varios ya se han ido. Según dicen, porque en Bernardino Racua, como en Puerto Morales Ayma (los dos centros de colonización en Pando), la tierra no es apta para la agricultura, la leishmaniasis está haciendo de las suyas en los cartílagos de los recién llegados y que a un año del asentamiento se han dado cuenta de que la vida no es como se la pintaron y que esas 75 hectáreas de terreno que el Gobierno les ha dado no justifican semejante sacrificio.

Son las 8:00 del lunes 9 de agosto. El sol se abre paso por entre algunos almendros  y en el lugar donde hace un año sólo había bosque, ahora existe un terraplén del tamaño de tres canchas de fútbol, y encima de él hay viviendas de madera, una escuela y una cabaña donde los campesinos llegados del trópico de Cochabamba se reúnen para organizar sus vidas. Al ingreso de este asentamiento, que está a más de 200 km de Cobija hay un letrero artesanal que dice: Puerto Morales Ayma. 

A 40 km de ahí está Bernardino Racua, otra avanzada de colonos que llegó el 10 de agosto del año pasado. En una cabaña de madera hay cinco hombres alborotados. Están festejando la instalación de dos teléfonos de Entel. Ellos se turnan para ponerse el auricular en la oreja y volver a sentir la alegría de comunicarse con algún ser querido.

Uno de ellos dice que la tierra es buena para hacer nacer árboles de castaña pero que no tiene la fuerza para desarrollar la agricultura y que la cosecha de arroz y yuca aún no alcanza los niveles como para comercializarla en los mercados de Cobija. Otro afirma que muchos se han ido porque las altas temperaturas fueron más fuertes que el hambre de tener un pedazo de suelo, y  que las enfermedades de la piel han hecho escapar a más de uno.

Ellos se callan y dicen que están por llegar los dirigentes del asentamiento. Cirilo González, desconfiado ante la visita de un extraño, es uno de ellos. “Si es periodista, como usted dice, muéstreme su credencial”, pide sin destapar ninguna sonrisa. “Es que aquí han venido de todos lados y después informan lo que no es”, justifica con modales serios. 

Después, González dice que el asentamiento que está ejecutando el Gobierno es mucho mejor que los de otros años, porque no han sido echados a su suerte y que prueba de ello es que ya están organizados bajo la receta de los cocaleros de Chapare, es decir en subcentrales, centrales y sindicatos. También dice que dentro de poco les construirán 117 viviendas. 

Asegura que en Bernardino Racua viven más de 100 familias y que quienes se han marchado son las esposas y los hijos que retornarán cuando la cosecha de maíz, yuca y arroz genere ingresos económicos.  Sobre el ataque de enfermedades, el dirigente dice que no hubo nada grave y que fue sólo un poco de leishmaniasis, enfermedad que se está controlando con los médicos de Santa Rosa de Abuná que se encuentran a más de 120 km de ahí.

Nazario Mayo, auxiliar de enfermería del centro de salud Santa Rosa de Abuná, afirma que se han dado 20 casos de leishmaniasis y que el 50% de los pacientes ya fueron curados. “Periódicamente enviamos una unidad médica a las zonas de los asentamientos”, remarcó el auxiliar. 

De las atenciones del Gobierno no sólo se benefician los colonos del occidente.

Entre Puerto Morales y Bernardino Racua existe una carretera de 40 km y a la vera del camino hay comunidades anteriores a la colonización del Gobierno. “Antes nadie sabía de nuestra existencia y la ayuda de las autoridades era escasa”, dice Einar Cartagena, que vive en Nacebe, un rancherío de pocas casas. Ahora todo es diferente, afirma, y explica que la clave ha sido afiliarse al sindicato de Puerto Morales Ayma. Desde entonces, a ellos también les llegan raciones de alimentos, atención médica gratuita y todas las promesas de días mejores por parte del Gobierno.

Cartagena ha sido uno de los primeros testigos de la llegada de los colonos. Dice que los vio llegar con la chompa en el hombro y una bolsa de ropa en la mano. Luego los encontró con el cuerpo chorreando de sudor y a más de uno lo ha visto de tumbo en tumbo por los almendros, esperando que pase un motorizado que lo devuelva a Cobija, la ciudad más cercana, para ocultarse del monte caliente. Pero así como ha visto a gente marcharse, también vio a otra aferrarse a esa tierra que les regaló el Gobierno. “Viera usted, he conocido a gente que se enfermó de todas las plagas del mundo y que  pese a ello sigue conquistando esa realidad que es opuesta a la de los valles y el occidente del país”, dijo Cartagena.   

El gobernador de Pando, Luis Adolfo Flores, asegura que quedan 120 familias (de 400 que se asentaron) en Puerto Morales Ayma y en Bernardino Racua, y considera que ésas serán las que se queden definitivamente. Contó que algunos trabajan en Cobija y la mayoría se dedica a la agricultura, con todas las dificultades que significa asentarse en el campo. “Creo que no están en las mejores condiciones, como tampoco lo está el resto de los campesinos que viven en Pando. Hay un plan para cambiar esa realidad”, indicó.

En la selva la realidad va tejiendo diferentes historias y así como hay quienes se quejan de una vida dura, al final coinciden en que aquéllo es lo único que tienen. Ahora que ya están ahí, dicen que lo que queda es tomar la palabra a las autoridades que en el último año han prometido hacer realidad esos días mejores con que soñaron antes de abandonar el lugar donde nacieron.

    Las frases   

«El teléfono que nos instalaron es un avance. Ahora ya podemos saber sobre nuestros familiares»

Cirilo González | Colono

«A los campesinos del lugar, por medio de los colonos no llega ayuda.  Nos regalan arroz y harina»

Einar Cartagena | Originario

«Hacemos un recorrido móvil de atención de salud y cuando es de emergencia, llaman»

Nazario Mayo  | Enfermero

«Queremos integrar a las comunidades, tanto a los asentamientos como a los otros pueblos»

Luis Adolfo Flores | Gobernador

Una carretera devuelve la esperanza

Pando. En Bernardino Racua ya hay servicio telefónico, pero el agua sigue siendo un bien de lujo. A los campesinos del lugar les ‘gotea’ la ayuda que llega para los colonos del Gobierno

image Comunicación. En Bernardino Racua los colonos ya estrenaron el teléfono que les instaló el Gobierno

Antes de que los asentamientos humanos empujados por el Gobierno den sus primeros pasos en Pando, los caminos eran de herradura y los rayos del sol y la luz de la luna estaban cubiertos por los almendros y otros árboles frondosos.  Pero como las vías son sinónimo de desarrollo, las autoridades han decidido mejorar la existente y construir una carretera ripiada de 40 km entre Puerto Morales Ayma y Bernardino Racua.

Ahora, cuando alguien mira hacia arriba ya no ve hojas y  ramas, sino un cielo azul, y a los costados árboles de más de 40 metros de alto tirados en el suelo.

David Alca Robles, ingeniero residente de la empresa Force, explicó que lo que se está ejecutando ahora es la primera fase de un proyecto carretero que contempla mejorar otros 80 km de ruta.

“En este momento nuestras máquinas están trabajando en el drenaje, en las alcantarillas  y compactando el terraplén”, explicó el ingeniero, que dijo que el costo de esas obras de mejoramiento es de Bs 11 millones. 

El gobernador de Pando Luis Adolfo Flores, aseguró que esas obras no son las únicas y que existe un programa de mejoramiento y de construcción de caminos, en el que se invertirán Bs 19 millones durante la presente gestión.  “Lo que queremos es integrar a todas las comunidades”, indicó Flores, que dijo que sólo el 60% de los pueblos de Pando está interconectado.

  En el campo   

– Los asentados en Pando ya organizaron su estructura sindical. Conformaron la central Puerto Morales Ayma y la subcentral Bernardino Racua. Esta última tiene como afiliados a las comunidades de Mamoré, Siringal, Simón Bolívar y Mariscal Sucre.

– En Bernardino Racua ahora ya existe el servicio telefónico. Los números habilitados para llamarlos son: 38397017 y 38397020. Los colonos consideran que se trata de un avance, puesto que ahora ya pueden comunicarse con sus familiares que dejaron en el interior del país.

– Las primeras cosechas han sido de arroz, yuca y maíz. La única que consiguió una cantidad suficiente para comercializar fue Julieta Maldonado. Para el futuro tiene previsto utilizar el camión que les acabó de regalar el presidente Evo Morales. En él piensan llevar los productos al mercado de Cobija.

– Ni en Bernardino Racua ni en Puerto Morales Ayma existe una posta sanitaria. El centro de salud más cercano está en Santa Rosa de Abuná. Sin embargo, desde esa comunidad se envía periódicamente un bus que transporta al personal médico para realizar chequeos gratuitos a todos los colonos.