A tono con la moda de amenazar periodistas


image El comandante de la Policía Nacional, Oscar Nina, está muy influido por el carácter autoritario de los masistas que se sienten impulsores de la “revolución democrática y cultural” de la que él se ha proclamado parte. Resulta que sus poco imaginativos argumentos esgrimidos para intentar salir del paso y eludir responsabilidades sobre los muertos en Caranavi siempre se caen por su propio peso.

Sin embargo quiere que los periodistas acepten sus endebles argumentos a pie juntillas porque de lo contrario se manda una rabieta de padre y señor mío o, lo que es peor aún, manda a sus ayudantes a preguntar el nombre y el medio en que trabaja el periodista en una forma muy poco sutil de hacerle saber que está en la mira; lo que significa para el reportero o su familia nada más y nada menos que echarse en contra a la policía.

Una comprensible incertidumbre



A pesar de todos los argumentos que pueda ensayar el exuberante “Mussolini caribeño”, la verdad es que el domingo pasado sufrió una derrota que le dolió mucho. Perder teniendo todo un aparato a favor y además teniendo como contrincante a “una oposición que fue barrida por la historia” como le gusta proclamar a Hugo Chávez, no es para menos.

Las comparaciones en este caso son inevitables, más aún cuando se proclama a los cuatro vientos que en Bolivia y Venezuela se viven procesos similares de cambio y existe un evidente cordón umbilical entre Morales y Chávez. A la luz de los resultados electorales en Venezuela, en el palacio de Gobierno boliviano ya se han expresado dos tendencias. Una que se muestra partidaria de no estirar demasiado la soga y mostrar una imagen más democrática y otra partidaria de “escapar hacia adelante” es decir acentuar el control de los mecanismos electorales y la presión sobre los medios de comunicación, aspecto en el que algunos “palaciegos” consideran incluso a Chávez como tibio.

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Por el momento esta última posición es mayoritaria y consideran que solo medidas más radicales pueden impedir que el voto ciudadano les juegue en el futuro una mala pasada. También se acrecienta la incertidumbre sobre la continuidad del flujo de recursos venezolanos que son utilizados por Evo Morales para realizar una permanente campaña electoral con dinero que deberá ser pagado por todos los bolivianos.

La discriminación masista

La Constitución y el propio proyecto de ley de lucha contra el racismo establece con total claridad que nadie será discriminado por su ideología o filiación política, lo cual es bueno. Sin embargo son los propios masistas los que encargan de echar por la borda sus disposiciones y proclaman, abiertamente que se iniciará una cacería de militantes “sin miedo” en la administración pública, acusándolos de “infiltrar” y “sabotear” la actual gestión.

Como lo habíamos denunciado anteriormente, en realidad esta tarea se inició hace un tiempo atrás pero resultaba muy difícil esperar una confesión de culpa tan rápida y clara. Entonces surge la pregunta obligatoria: ¿los masistas se animarán en este caso a aplicar contra ellos mismos su ley contra el racismo? Si no lo hacen quedará confirmada la sospecha de que en realidad los únicos destinatarios de dicha ley, son los periodistas y los medios de comunicación.