¡A romper el círculo vicioso!


maggy_talaveraMaggy Talavera* – Urupesa urbana

Esta fue otra semana de polémicas desgastantes e inútiles. No logramos superarlas, a pesar de tener conciencia de las “estrategias envolventes” del Gobierno para imponer su agenda política, cada vez más autoritaria y castradora de libertades democráticas; y pese a conocer también la incapacidad de sus opositores para frenarlo con alternativas inteligentes. Lejos de librarnos de esas polémicas fútiles, que desvían la atención que deberíamos dedicar a los temas realmente importantes, caímos en sus trampas. Sobre todo en las tendidas los últimos días por el cada vez más ocurrente senador oficialista, Isaac Ávalos, al que parece faltarle oficio en el Senado y anda por ahí de emborracha víboras, anunciando censuras de todo tipo: de novelas, de publicidad, de desfiles de modelos y reinados… mientras que otros oficialistas hacen lo propio al anunciar listas de lecturas prohibidas y de otras obligatorias.

Las trampas fueron tan efectivas, que pasamos la semana sin profundizar el debate instalado sobre la Ley contra el Racismo y toda forma de Discriminación impuesta por el MAS, particularmente por dos artículos que afectan de manera directa a derechos humanos fundamentales, como son los de la libertad de expresión y la libertad de prensa. También omitimos el análisis y debate a fondo de la anunciada caída drástica de las reservas de gas de Bolivia, del incremento de la delincuencia e inseguridad como efecto del aumento del narcotráfico y de la preocupación de millones de bolivianos por el alza de precios de los productos de la canasta familiar. Estos, solo por citar algunos de los asuntos que sí son de interés nacional, porque afectan a diario a la mayoría de los bolivianos, pero que pese a ello son soslayados por las autoridades y funcionarios públicos, responsables de encararlos y darles solución.



Tendremos nomás que darle la razón a lo que pregonan desde hace varios días algunas voces críticas, a las que nadie da oídas, ni siquiera las elites llamadas a ponerle atajo a los excesos o ineficiencias del Poder central. Entre otras, la voz de Pablo Javier Deheza que nos recuerda que el gobierno sigue eligiendo “dónde dar batalla, cómo, cuándo, en qué condiciones, con qué correlación de fuerzas, bajo qué banderas”, y hasta “elije la calidad del terreno”. A su mejor estilo, dice, “el gobierno artificializa conflictos, porque esa es su manera de hacer política”. Y todos, como borregos incapaces de ver con ojos propios o de pensar por sí mismos, o nos sometemos a las trampas repitiendo los defectos de una oposición reaccionaria, o nos dejamos obnubilar por discursos y estrategias envolventes, incapaces de reaccionar y encarar respuestas más inteligentes que no sólo cambien la agenda oficialista, sino que también frenen los arrebatos autoritarios del gobierno de turno.

Si nos estamos dando cuenta de las trampas y que caemos en ellas una y otra vez, ¿por qué no somos capaces de evitarlas? Esto es más o menos tal como ocurre con las personas que tienen graves problemas de dependencia o de tendencias depresivas. Se pasan las horas y los días “quejándose de su suerte, lamentándose de los problemas, protestando por todo y por nada, hasta que entran en un círculo vicioso fatal, marcado por pensamientos y percepciones negativas que quitan toda energía, tan necesaria para cambiar algo”. Y dejándose caer, nos toca reiterar, en la trampa de las polémicas estériles que las distraen de los asuntos realmente importantes. ¿Es esto también culpa del Gobierno central? No, por supuesto no. Esta culpa nos atañe sólo a quienes desde la sociedad civil avalamos no apenas la elección de estos gobernantes, sino también sus abusos, que son muchos, o sus aciertos, que suelen ser pocos.

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Y así como es una culpa casi exclusiva de la sociedad civil, compete también a ésta dar los pasos necesarios para romper ese círculo vicioso. El Poder jamás hará nada para romperlo, porque así está cómodo: mientras tenga a sus pies una sociedad rendida e ignorante de sus derechos ciudadanos, podrá seguir adelante con sus tropelías. Por lo tanto, la figura está clara: la única forma de romper este círculo vicioso es a través de la toma de conciencia de los problemas reales que nos afectan como sociedad, ser capaces de llegar a sus raíces más profundas y tener la determinación de darles respuestas inteligentes e innovadoras. A mí ya no me quedan dudas: vista la situación y considerando la inacción de la oposición política ante los atropellos del oficialismo, es hora ya de actuar desde la sociedad, asumiendo el rol que nos compete como buenos y libres ciudadanos que nos preciamos de ser… o de querer ser.

Santa Cruz, 23 de octubre 2010

*Periodista