A Vargas Llosa…

Cayetano Entre paréntesis…. Cayetano Llobet T.

Sonriendo, con su eterno pelo casi blanco que no sabe si caer sobre la frente, cordial, cálido, Mario Vargas Llosa comenzó su respuesta a la presentación que hice de su libro “Desafíos a la Libertad ”.  Yo le había agradecido en mi intervención, para sorpresa suya, haberme acompañado tanto tiempo  en el campo de concentración de Puerto Cavinas: allí me habían enviado un ejemplar de “ La Casa Verde ”. Y conté de la lectura de esa novela reviviendo sus escenarios en medio de raíces húmedas y calores amazónicos a orillas del Río Beni, en aquellos meses finales de 1980 con el general García Meza en el Palacio de Gobierno.  “Cayetano, la próxima vez que estés preso, avísame  para enviarte más libros míos”, fue la primera frase de su respuesta a mi presentación.

Fue a finales de noviembre de 1998. A partir del libro que presentaba, propuse la que creí mi mejor definición de Vargas Llosa: “Cuando lean los artículos que componen esta selección, van a reconocer en cada uno de ellos a ese escritor inconforme que escribe para arreglar el mundo. Y en cada uno de sus párrafos van a encontrar la pasión del rebelde que está sacando el demonio que lleva dentro”. Y creo que es exactamente el mismo que hoy despierta cascadas de admiración… y que suscita tantos odios y envidias.



No me extraña, en absoluto, que un gobierno como el de Cuba hubiera considerado la concesión del Nobel como un premio a “la falta de ética”. Y no es extraño porque fue precisamente Vargas Llosa  uno de los símbolos más perfectos de la visión que toda una generación tuvo de la revolución cubana: primero, el entusiasmo fervoroso y la entrega a la única causa que parecía el comienzo de la redención social, intelectual y política; luego, el paso a la crítica honrada ante los intentos de mutilación del pensamiento, la censura y los empeños personales de Fidel en la tarea de castración intelectual y, finalmente, la condena y repudio a lo que terminó siendo el símbolo de oscurantismo, ceguera y fanatismo justificatorios de una idea personal del poder, laudatorios de una autocracia senil arrastrando cincuenta años de fracaso.

Y Vargas Llosa lo hizo, porque de todos los demonios que lleva dentro, el de la libertad es el más feroz. Un demonio que no tuvo las debilidades de otros intelectuales que terminaron rindiendo sus laureles a la ideología… ¡y ahora se tragan su silencio! Vargas Llosa nunca ha abandonado la convicción contenida en cada una de las palabras que pronunció en 1967, al recibir el premio Rómulo Gallegos por su novela “ La Casa Verde ”:  “La literatura es una forma de insurrección permanente y ella no admite las camisas de fuerza. Todas las tentativas a doblegar su naturaleza díscola fracasarán. La literatura puede morir, pero nunca será conformista. Sólo si cumple esta condición es útil a la sociedad”.

¡Muy grande para las cabezas totalitarias! ¿Cómo van a entender esas cabezas la imposibilidad de aceptar camisas de fuerza?  ¿Cómo puede caber en la cabeza de caudillos con pretensiones vitalicias, la naturaleza díscola de las palabras?

Querido Mario Vargas Llosa, compañero entrañable de prisión con tu maravillosa Casa Verde. Amigo que me dejaste el orgullo de serlo y  el maravilloso recuerdo de haber presentado un libro tuyo: yo no sé si volveré a estar preso, pero sabes que hay muchos que hoy y mañana, en nuestra América Latina y, desde luego, en China, te pedirán más libros tuyos… Más allá de tu merecidísimo premio Nobel, ser la referencia  de libertad en una cárcel, ¿no te llena de orgullo?