El síndrome Huanchaca en Bolivia. ¿Se avecina un narcoescándalo?

Domingo Schiavoni

domingo-schiavoni “Al pasar por Huanchaca,/vida me corté un dedo./Vino una huanchaqueña,/me ató un pañuelo, me ató un pañuelo./¡Ay vidita, me ató un pañuelo/la huanchaqueña,/la huanchaqueña!” (Copla popular boliviana).

Don Andrés Soliz Rada es un internacionalmente reconocido abogado, periodista, dirigente sindical, profesor universitario y político boliviano. Fue uno de los más destacados defensores de los recursos naturales de Bolivia. Fue nombrado ministro de Hidrocarburos por el presidente Evo Morales. Como periodista, fue corresponsal de varias agencias internacionales de información, columnista y locutor en radio, prensa y televisión. Perteneció también a los equipos de redacción de los diarios La Opinión de Buenos Aires y Le Monde de París y de la revista Tiempo de México. En un muy fundamentado y preocupante artículo publicado la semana pasada en el semanario “Día D” de Tarija, nos permite asomarnos a un futuro alarmante.



Comienza recordando que las intrigas, los golpes de Estado y las convulsiones sociales han sido menos frecuentes que este factor de desestabilización política en nuestra historia moderna. Más de un gobierno boliviano resultó doblegado por la fuerza del escándalo. Y, en Bolivia, el escándalo en el poder se llama cocaína. Esta historia es más antigua que la aún joven democracia y, por lo general, sus protagonistas han vuelto a escena recurrentemente. Desde la década del ‘70 no hubo presidente sin narcosombra. En julio 1978, uno de los factores que hizo insostenible la dictadura de Hugo Bánzer fue su ya inocultable relación con el narcotráfico. Durante aquel gobierno la producción de hojas de coca destinadas a la cocaína creció de 6.800 toneladas a 16.817. Vale decir, 247 por ciento, materia prima suficiente para 62 toneladas de cocaína.

Decenas de autoridades y hombres influyentes del esquema banzerista devinieron en destacados narcotraficantes. No pocos resultaron ajusticiados por las mafias o presos en el exterior del país. Varios de sus allegados, incluidos su yerno, Luis Alberto Valle; su esposa, Yolanda Prada, y su primo, Guillermo Bánzer, fueron descubiertos en actividades narco. En el breve complemento de aquella tiranía, el “delfín” de Bánzer, Juan Pereda Asbún, duró escasos cuatro meses en el poder. Los reportajes de la prensa estadounidense sobre las drogas en Bolivia y las advertencias del propio gobierno demócrata de Jimmy Carter se habían multiplicado.

A Pereda el destino lo acercó a un narcoemblema. En agosto de 1976, Bánzer le había regalado 7.200 hectáreas en el noreste de Santa Cruz, la zona que Bánzer obsequió a su “delfín” todavía se llama Huanchaca. Dos años más tarde surgió un narcoescándalo sostenido. Tras una tormentosa ola de cuatro presidencias fugaces (dos civiles y dos militares) llegó al poder Luis García Meza. EE.UU. no reconoció a este gobierno, que apenas escondía su evidente relación con narcotraficantes, nazis y hampones. Sin embargo, lo que precipitó su caracterización como narcodictadura constituyó un escándalo internacional gestado en un programa de televisión. El 1 de marzo de 1981, el hombre fuerte y ministro de Gobierno de aquel régimen, Luis Arce Gómez, cayó en desgracia. Fue calificado como el "ministro de la cocaína" por el célebre periodista estadounidense Mike Wallace.

Curiosamente, las narcodictaduras bolivianas no sólo generaron desafectos e indignación en las esferas del poder estadounidense. Narcogenerales y narcocoroneles no resultaron precisamente marginados y despreciados del todo, por los poderosos de la primera potencia mundial. Durante su dictadura, Bánzer era elogiado por su colaboración con los gobiernos republicanos de Richard Nixon y Gerald Ford, aunque con ciertos matices. “El presidente Bánzer -dice un informe al ex secretario de Estado Henry Kissinger- es del área de Santa Cruz y fue apoyado en su movimiento revolucionario de 1971 por intereses políticos y económicos en Santa Cruz. Como tal, tiene obligaciones con este grupo, particularmente desde que ha indicado repetidamente que volvería a vivir en Santa Cruz luego de su alejamiento de la presidencia, en una fecha no especificada. Éste es un punto importante ya que mucha gente cree que Santa Cruz es el centro para el tráfico de cocaína”. Se trata de uno de los párrafos de un documento confidencial desclasificado 25 años después en EE.UU.

El dictador nunca pudo estar lo suficientemente lejos de los narcos. En 1987, Hugo Bánzer, arropado de demócrata, era el principal socio del gobierno de Víctor Paz Estenssoro. Ese año, un video desató otro narcoescándalo: el principal asesor de Bánzer, Alfredo Arce, negociaba un sistema de lavado oficial de dólares con Roberto Suárez Gómez, uno de los mayores narcotraficantes de entonces. Las culpas recayeron sólo sobre Arce. EE.UU. no se pronunció. Lo cierto es que, en ese contexto, el 5 de septiembre de 1986, una expedición científica cometió un error fatal: aterrizó su avioneta en la pista de la narcofábrica de Huanchaca. Los vigías del lugar ametrallaron sin contemplaciones al destacado naturalista Noel Kempf Mercado y otros tres ocupantes. La noticia llegó en cuestión de horas a Santa Cruz. Surgieron múltiples y urgentes reclamos de un rescate a las fuerzas de seguridad, incluido un contingente militar estadounidense. Marines y helicópteros “Black Hawk” habían llegado dos meses antes para realizar el operativo antidrogas “Blast Furnace” (“Altos Hornos” u “Horno Caliente” en castellano). Se desplegaban por el departamento del Beni en las zonas dominadas por Roberto Suárez. Pero, sorpresivamente, el rescate y la intervención de Huanchaca tardaron cerca de tres días en efectivizarse. Los ocupantes de la narcofábrica de “techo de paja” Roca tuvieron el tiempo suficiente para llevarse toneladas de droga y precursores.

Y en estos nuevos tiempos de cambio, la palabra Huanchaca volvió a ser mencionada o aludida por las autoridades del gobierno de Evo Morales. El 1 de noviembre de 2008, el presidente boliviano señaló: “La CIA y la DEA son los custodios del narcotráfico boliviano”. Aseguró además que ambas conformaron una “narcohermandad” en el bullado caso de septiembre de 1986. Seis semanas antes de realizar dichas declaraciones y pedir así el retiro de la agencia estadounidense antidrogas, Evo expulsó al embajador de EE.UU. Phillip Goldberg. Desde entonces la Casa Blanca no tiene un Embajador titular en Bolivia, como en tiempos de García Meza o de Huanchaca. En los casi cinco años de la administración Morales, el escenario del problema narcotráfico se ha vuelto extremadamente sensible y de cuidado. Desde la nueva ruptura con EE.UU., las autoridades policiales han anunciado en dos oportunidades el descubrimiento de las mayores fábricas de droga “desde Huanchaca”. En ese tiempo, Naciones Unidas ha advertido que las plantaciones de hoja de coca alcanzaron la extensión récord de 30.900 hectáreas. Paulatinamente, algunos operativos antidrogas han rozado el eje del poder político. Los casos de la familia de la ex dirigente Margarita Terán y el amauta Valentín Mejillones bordearon tímidamente al caudillo indígena. Sin DEA a la vista y con CIA siempre oculta, no se sabe cuándo el objetivo es policial y cuándo político. Paulatinamente la presencia de grandes cárteles de la droga ha comenzado a ser reportada junto con sus virulentos ajustes de cuentas.

Cada uno de los gobiernos del entorno ha advertido un peligroso incremento de las actividades del narcotráfico a partir de Bolivia. Argentina ha denunciado una “lluvia blanca” en el norte de su territorio. Paraguay ha informado el incremento de capturas de naves y traficantes provenientes de Bolivia con cientos de kilogramos de droga. Chile ha demandado el refuerzo del control de los más de 200 pasos fronterizos dados los problemas ligados a ilícitos y narcotráfico. Las áreas de producción, fabricación y tráfico abarcan prácticamente la totalidad del país “gracias” a los avances en las vías y tecnología de comunicación. Y en lo que parece una extensión de Huanchaca la queja más dura llega desde Brasil. El candidato José Serra, basado en reportes oficiales, denunció que el 80 por ciento de la cocaína consumida en su territorio proviene de Bolivia. Especialmente desde San Matías y en menor grado hacia Guayaramerín, como proyectando la meseta donde murió Noel Kemf.

A diferencia de prácticamente todos sus antecesores, Evo Morales ha podido superar su gestión hasta el presente sin la marca de un narcoescándalo. Sin embargo, en las esferas más altas del gobierno no se descarta la hipótesis. El vicepresidente Álvaro García Linera señaló este 21 de septiembre: “…(Hay gobiernos que) van a buscar la manera de querernos doblar el brazo; una de esas maneras es intentar estigmatizarnos con el tema del narcotráfico, así como sólo hace 20 años un país vecino fue invadido por EEUU bajo el estigma y pretexto del narcotráfico”, aseveró. Recordó así los tiempos de la invasión de Panamá, del final del Irán rebelde, de la caída de los cárteles. Esos tiempos que cerraban el caso Irán Contras, marcado por un EE.UU. urgido de dinero para sus operaciones financieras encubiertas.

A propósito, se pregunta Soliz Rada, ¿cuánto dinero precisan hoy los EE.UU. y las potencias para sus urgencias de coyuntura? Según el jefe de la unidad de drogas y crimen de Naciones Unidas, Antonio María Costa, “la mayor parte de los 352.000 millones de dólares que mueve el narcotráfico fue absorbida por el sistema económico mundial”, como parte de “la inyección de capitales frescos” necesaria para enfrentar la crisis global. En suma, muchas “huanchacas”. ¿Se viene un narcoescándalo?

Diario Panorama – Santiago del Estero