Índice de los Editoriales de Periódicos
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El Día: ¿La hora de la verdad?
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Bajo el Penoco, El Día: Lecciones desde Brasil
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Los Tiempos: LA AUTOCRÍTICA ANTE LOS FRACASOS HIDROCARBURÍFEROS
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El Deber: La alarma de Zongo
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Cambio: ¿Tendrá EEUU un poco de cordura?
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La Prensa: La alarma de Zongo
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El Diario: La pobreza no sólo es mal del Tercer Mundo
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El Mundo: Mejor
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Opinión: No tener agua, sería lo último que nos pase
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Clarín, Argentina: La nueva licencia de conducir
El Día: ¿La hora de la verdad?
Los medios de comunicación han dado cuenta de la preparación para mediados de mes, de un foro para debatir sobre la coca, la cocaína y el narcotráfico en el país. La noticia no tendría mayor repercusión si el foro fuera organizado en otras circunstancias, pero cobra notoriedad en la actual coyuntura caracterizada por la tercera descertificación de Bolivia por Estados Unidos en el tema de la lucha antidroga y la erradicación forzosa de los cultivos excedentarios de hoja de coca. ¿La coca es cocaína? ¿Será necesario modificar la ley 1008? ¿Qué alcances debe tener la erradicación forzosa de los cultivos excedentarios? ¿Cuáles las políticas de prevención? Son preguntas que exigen respuesta.
El hecho que los principales organizadores del foro sean la Central Obrera Departamental, las organizaciones indígenas, las federaciones de juntas vecinales y otras, permite esperar una amplia diversidad de criterios desde la óptica de un importante sector de la base de la sociedad boliviana. También resulta sensato albergar justas expectativas no sólo sobre una desapasionada clarificación conceptual de la problemática de la coca y su evidente inserción en el círculo vicioso de la producción de droga, sino importantes sugerencias sobre las consecuencias para el país de los ingentes pero insuficientes esfuerzos desplegados hasta ahora en la lucha contra el narcotráfico.
A pesar que existe coincidencia y aceptación entre la población sobre el uso tradicional de la hoja de coca en el llamado “acullico” y en los ritos ceremoniales ligados a la cultura andina, para nadie es desconocido que la elaboración de la cocaína está ligada a la creciente expansión de los cultivos excedentarios de coca en el territorio nacional. Tampoco hay discrepancias significativas sobre la necesidad de encarar cuanto antes un mayor despliegue antidroga en el marco de una amplia cooperación internacional, que tanta falta hace, capaz de movilizar mayores recursos humanos, materiales y logísticos.
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Un debate sobre la hoja de coca, sin influencias partidistas ni ideológicas, puede arrojar luces orientadoras sobre la utilidad de su simbología en defensa de la cultura nativa, frente a la crucial amenaza de la drogadicción sobre la niñez y la juventud boliviana, a la sazón los grupos más vulnerables e influenciables de la sociedad. Asimismo, permitiría calibrar la validez del tacto político de cara a la apremiante necesidad de mostrar una imagen más positiva del país en el concierto internacional respecto a la lucha contra la producción y el tráfico de drogas. Todavía más, generaría otros enfoques.
Desde esa perspectiva, cabría esperar que el anunciado foro sobre la coca, la cocaína y el narcotráfico se constituya en una invalorable oportunidad para sincerarse con la realidad del país y con la polémica problemática de la drogadicción, que tiene justamente a la hoja de coca como la principal materia prima para la elaboración de cocaína. No se trata de juzgar las bondades de la coca en el terreno cultural y de la medicina tradicional, sino de dar respuestas a las negativas implicancias de su creciente uso ilegal por la industria del narcotráfico y las secuelas socioeconómicas que conlleva.
Se trata de dar respuestas a las implicancias de su creciente uso ilegal por la industria del narcotráfico y las secuelas que conlleva.
Bajo el Penoco, El Día: Lecciones desde Brasil
La inmensa popularidad de Lula no logró ser transferida a su ahijada política, Dilma Rousseff, quien pese a haber ganado las elecciones en Brasil, está obligada a ir a una segunda vuelta electoral, ya que apenas llegó al 45 por ciento de la votación, frente a un 33 por ciento del opositor José Serra. Los resultados obtenidos por la ex guerrillera marxista son pobres en comparación con el índice de aprobación del presidente saliente, quien hizo de su jefe de campaña, llegando a extremos de lucir como una suerte de predicador mezclado con relator de fútbol en los mítines de su partido. Lo que le ha sucedido a Lula y lo que pasó a la izquierdista Michelle Bachelet en Chile, que tampoco pudo endosar su renombre al candidato oficialista, explica por qué los actuales líderes populistas de la región hacen todo tipo de trampa para mantenerse indefinidamente en el sillón presidencial. El colombiano Álvaro Uribe pensaba lo mismo, pero los hechos demostraron lo contrario y su delfín político, Juan Manuel Santos, hizo una elección histórica. Es el problema del caudillismo y sus ideologías. Ambos mueren juntos y no tienen herederos.
Los Tiempos: LA AUTOCRÍTICA ANTE LOS FRACASOS HIDROCARBURÍFEROS
Es de esperar que la visión autocrítica se dirija también a otros aspectos del problema pues la industrialización no es el único fracaso que lamentar
"Quiero ser muy sincero. Lo que no estamos pudiendo arrancar es con la industrialización del gas y la petroquímica. No había sido tan sencillo y ahí lamentablemente algunos de nuestros expertos en hidrocarburos no nos acompañan". Así, con esas palabras, el presidente Evo Morales terminó de dar un viraje cuyas primeras señales ya se vislumbraban durante las últimas semanas. De ser un acérrimo defensor de la política hidrocarburífera de su Gobierno pasó a engrosar las filas de sus críticos.
El paso no es pequeño, y no porque los cuestionamientos de Morales tengan algo de nuevo. De nuevos no tienen nada, pues hace ya más de cuatro años que quienes saben de la materia vienen insistiendo, hasta ahora inútilmente, en señalar los desaciertos que se han cometido y se siguen cometiendo. Lo que hace importante la nueva visión autocrítica del primer mandatario es que a partir de ahora quienes se atrevan a poner en duda la "nacionalización" y sus frutos ya no podrán ser acusados de traidores o enemigos de la patria, como ocurría hasta hace poco. Los defensores oficiales y oficiosos de la gestión gubernamental, por lo menos cuando de nacionalización e industrialización de los hidrocarburos se trate, tendrán que aprender a oír un poco más respetuosamente a quienes señalan sus defectos.
Hace falta, sin embargo, que el presidente Morales lleve su visión autocrítica un poco más allá del punto al que ha llegado. Es que si bien acierta en la descripción del problema, se equivoca al atribuir la causa del mismo a factores que no son los principales, ni mucho menos. No es acertado, por ejemplo, atribuir el fracaso de los planes de industrialización a una supuesta malicia de los profesionales responsables del área y, peor aún, a la acción de "infiltrados" agentes del neoliberalismo y del imperialismo. Si ese ha de ser el diagnóstico del mal, habrá que suponer que la forma de resolverlo será, como ya se ha anunciado, proceder a una purga masiva de ingenieros carentes de solidez ideológica para sustituirlos por leales y sumisos militantes del "proceso de cambio".
Tal manera de afrontar el problema a todas luces es un despropósito, pues lejos de ser una posible solución, como parecen creer los gobernantes, es más bien una de sus causas principales. Basta ver cómo durante los últimos años han sido paulatina y sistemáticamente excluidos los más reconocidos expertos en la materia para ser sustituidos por neófitos pero sumisos ejecutores de órdenes impartidas con criterios políticos, prebendalistas o clientelares incompatibles con la racionalidad técnica y económica que tanta falta hace.
Del mismo modo, es también necesario que esta visión autocrítica se dirija a otros aspectos del problema pues la industrialización no es el único fracaso. La falta de gas para satisfacer la demanda del mercado interno, lo que a su vez perjudica el buen desempeño de otros rubros como la producción de cemento o energía eléctrica, es otro asunto sobre el que el primer mandatario bien haría en fijar su atención aunque sus principales colaboradores se empeñen en ocultar la realidad.
El Deber: La alarma de Zongo
Los campesinos de la región de Zongo, a pocos kilómetros de La Paz, decidieron desviar el río con propósitos de riego, con lo que quitaron el agua a la planta hidroeléctrica de ese nombre y dieron lugar a una actitud de nerviosismo e impotencia del Gobierno. De parte del Ejecutivo se llegó a hablar de un racionamiento de energía eléctrica en todo el país.
De esa manera quedó en evidencia que el sistema de provisión de energía eléctrica no solamente está en un delicado equilibrio, provocado por la falta de inversiones oportunas, sino que también es un flanco demasiado frágil, sujeto a riesgos impredecibles.
Los responsables del desvío de las aguas no han sido identificados y el Gobierno parece haber quedado satisfecho con el restablecimiento del flujo de agua y la normalización de la generación de energía eléctrica.
El accidente de Zongo exige que el Gobierno deje bien en claro que nadie tiene derecho a desviar las aguas de un río sin tomar en cuenta a los demás; de ningún río, incluso si esas aguas son usadas en una planta hidroeléctrica. El hecho de que la energía eléctrica que se produzca en la planta sea destinada a una gran ciudad o a una pequeña población es indiferente: lo que importa es que haya garantía de funcionamiento de estas instalaciones.
Cuando se haya resuelto este detalle, lo que habrá que hacer será crear las condiciones para que existan las inversiones suficientes para contar con un sistema de generación de energía eléctrica capaz de satisfacer la demanda interna.
Empresarios del sector han advertido que las condiciones para las inversiones son muy inseguras y que ello estaba creando una falencia que podía hacer crisis cuando creciera la demanda. Pues eso ha ocurrido ahora y, según el empresario Mario Yáfar, en este momento haría falta que se instale una nueva planta termoeléctrica para atender la demanda de La Paz. Pero, como se sabe, no hay ningún proyecto en marcha y habrá que temer que si la demanda sigue creciendo, pues el déficit será cada vez mayor.
En estas circunstancias, el hecho de que se amplíe la red de distribución de energía sólo ayuda a aumentar la demanda, cuando la oferta está paralizada. Eso se ha visto en Trinidad, donde se hizo mucho ruido con la llegada de la interconexión a la red nacional, pero la oferta real de energía eléctrica no sirve para atender ni siquiera una cuarta parte de la demanda de esa ciudad.
Es decir que está haciendo falta un tratamiento serio de estos temas. Las proyecciones sobre el crecimiento de la demanda deberían ser tomadas en cuenta por quienes pueden tomar decisiones sobre la oferta.
Si las plantas de generación van a ser estatales o privadas es un detalle poco relevante. Lo importante es que exista la energía eléctrica necesaria. Para jugar a las ideologías habrá mucho tiempo y espacio, pero lo que no se puede hacer es cometer errores que afecten a las personas, que frenen la economía y perjudiquen al país, como está ocurriendo ahora por el déficit del que dan cuenta las propias autoridades.
Cambio: ¿Tendrá EEUU un poco de cordura?
El pasado 3 de enero de este año, un cable fechado en Tokio daba cuenta de que la única persona que sobrevivió a los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945 falleció a los 93 años. Se trataba del japonés Tsutomu Yamaguchi, que murió a causa del cáncer de estómago.
El cable señala que "Yamaguchi viajó a Hiroshima en comisión de servicio el 6 de agosto de 1945, justamente el día en que un bombardero estadounidense arrojara una bomba nuclear sobre esa ciudad. El empresario sufrió graves quemaduras, pernoctó en Hiroshima y luego regresó a Nagasaki, bombardeada tres días después por la aviación de EEUU.
El Gobierno nipón reconoció oficialmente a Yamaguchi como la única persona que estuvo presente en Hiroshima y en Nagasaki durante los bombardeos. Según datos oficiales, los bombardeos atómicos y sus consecuencias se llevaron la vida de 140.000 personas en Hiroshima y 74.000 personas en Nagasaki".
El hecho prácticamente pasó inadvertido, pero permite dimensionar un suceso histórico que desvela una constante en la política norteamericana.
A estas alturas de la historia, nadie duda que el gran problema de los Estados Unidos es su afán de sentirse y dejar sentado que es superior a otras naciones. Eso explica su comportamiento caracterizado históricamente por guerras de ocupación, intervencionismos de toda índole, bloqueos como los que mantiene cobardemente sobre Cuba, conspiraciones, sabotajes y cuanta iniciativa valga para demostrarle al mundo que ellos, los norteamericanos, son los amos del mundo.
Muestras de aquello se han dado en la historia de la humanidad de manera elocuente y por más que ha generado heridas incluso en el propio pueblo norteamericano, quienes han ocupado la Casa Blanca, incluyendo a Barack Obama, han seguido líneas de acción que han ensangrentado pueblos enteros.
Las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki quizás sean el ejemplo más crudo de esa manía yanqui de no sólo sentirse superior, sino de hacer que otros también lo sientan. Y la consecuencia lógica de aquella estupidez es la de pretender que el mundo se subordine y viva de rodillas.
En un reciente encuentro en La Habana entre pacifistas japoneses y el líder de la Revolución cubana, Fidel Castro, se rememoraron las escenas de horror que quedaron selladas en las retinas y los corazones del pueblo japonés, víctima de a aquella locura, a aquel crimen de lesa humanidad que quedó en la más absoluta impunidad. En agosto de 1945, Estados Unidos de Norteamérica cometió el crimen más horrendo de la historia de la humanidad, pero para el mundo capitalista, guerrerista, no fue más que una demostración precisamente de la superioridad no sólo económica, sino militar de Washington. Para Estados Unidos el dominio del mundo es parte de su lógica aberrante y marca las políticas globales que impulsa.
Otro ejemplo de aquel delirio fue Vietnam, y pese a que fueron derrotados por el pueblo de Ho Chi Minh, para los estadounidenses aquélla fue una aventura que le sirvió para experimentar las diversas formas de cometer crímenes en masa bajo el pretexto de liberar del comunismo a ese pequeño país asiático.
La demencia norteamericana causó ya cientos de miles de muertes. Sólo en Hiroshima y Nagasaki murieron al menos 156 mil japoneses y otros cientos de miles sufren aún las secuelas de aquel horrendo crimen.
En Vietnam los muertos superaron incluso a los caídos en las ciudades japonesas bombardeadas, cuando todo indicaba que la tristemente célebre Segunda Guerra Mundial había llegado a su fin. Pero el Gobierno de Estados Unidos provocó en Vietnam 25 veces más muertos que en Hiroshima y Nagasaki juntas, más mutilados de guerra y más víctimas con secuelas orgánicas, físicas y psicológicas con su guerra químico-bacteriológica de la que el agente naranja es sólo la muestra más conocida y denunciada, señala una publicación especializada.
Sobran otras experiencias que reafirman la arrogancia imperialista y a la larga lista de genocidio se suman en pleno siglo XXI las guerras de ocupación en Irak y Afganistán. Allí, día que pasa suman los muertos civiles y militares producto de la llamada "guerra contra el terrorismo". EEUU tiene sin duda en la vía militar, quizás la única para hacer prevalecer sus privilegios y supremacía mundial, puesto que como modelo de sociedad sencillamente es un fracaso.
En ese contexto, resultan altamente ilustrativas las declaraciones del ex presidente de EEUU Bill Clinton, que "cree necesario que Washington se vaya preparando para la pérdida del dominio global ante el rápido desarrollo de economías emergentes como China e India".
"Cuando una nación tenga economía superior a la nuestra, dependerá exclusivamente de ella, no de EEUU, el adquirir también un mayor poderío militar", advirtió Clinton en su intervención en la séptima edición del foro Estrategia Europea de Yalta (YES, por su sigla en inglés), que se celebra en la península de Crimea, en Ucrania.
"Quisiera que, una vez perdido el dominio, aún fuésemos influyentes en el sentido positivo", señaló el ex presidente, quien agregó que su intención es tender "puentes de amistad" entre EEUU y otras naciones.
También recomendó a EEUU renunciar a algunos privilegios actuales para seguir adelante. "Temprano o tarde, cualquier sistema alcanza un punto en que prefiere preservar las cosas como están en vez de evolucionar (…) Necesitamos coraje para cambiar una vida muy confortable, a fin de que nuestros hijos y nietos vivan en un mundo que aún cambia para mejor", dijo. ¿El imperialismo norteamericano tendrá la capacidad de asumir un mínimo de cordura?
Bill Clinton "cree necesario que Washington se vaya preparando para la pérdida del dominio global ante el rápido desarrollo de economías emergentes como China e India".
La Prensa: La alarma de Zongo
El incidente de Zongo exige que el Gobierno deje bien en claro que nadie puede desviar las aguas de un río sin tomar en cuenta a los demás?
Los comunarios de la zona de Zongo, a pocos kilómetros de nuestra ciudad, decidieron desviar el río con propósitos de riego, con lo que quitaron el agua a la planta hidroeléctrica de ese nombre y dieron lugar a una actitud de nerviosismo e impotencia del Gobierno. De parte del Gobierno se llegó a hablar de un racionamiento de energía eléctrica en todo el país.
De esa manera quedó en evidencia que el sistema de provisión de energía eléctrica no solamente está en un débil equilibrio, derivado de la falta de inversiones oportunas, sino que también es un flanco demasiado frágil, sujeto a riesgos impredecibles.
Los responsables del desvío de las aguas no han sido identificados y el Gobierno parece haber quedado satisfecho con el restablecimiento del flujo de agua y la normalización de la generación de energía eléctrica, aunque todavía se corre el riesgo de que el problema con los comunarios sufra un rebrote.
El incidente suscitado en Zongo exige que el Gobierno deje bien en claro ?mucho más allá de las simples palabras? que nadie tiene derecho a desviar las aguas de un río sin tomar en cuenta a los demás, de ningún río, incluso si esas aguas son usadas en una planta hidroeléctrica. El hecho de que la energía eléctrica que se produzca en la planta sea destinada a una gran ciudad o a una pequeña población es indiferente: lo que importa es que haya garantía de funcionamiento de estas instalaciones.
Cuando se haya resuelto este detalle, lo que habrá que hacer será crear las condiciones para que existan las inversiones suficientes para contar con un sistema de generación de energía eléctrica capaz de satisfacer la demanda interna.
Empresarios del sector han advertido que las condiciones para las inversiones son muy inseguras y que ello estaba creando una falencia que podía hacer crisis cuando creciera la demanda. Pues eso ha ocurrido ahora y, de acuerdo con un empresario del sector, en este momento haría falta que se instalara una nueva planta generadora para atender la demanda de La Paz. Pero, como se sabe, no hay ningún proyecto en marcha y habrá que temer que, si la demanda sigue creciendo, el déficit será cada vez mayor.
En estas circunstancias, el hecho de que se amplíe la red de distribución de energía sólo ayuda a aumentar la demanda cuando la oferta está paralizada. Eso se ha visto en Trinidad, donde se hizo mucho ruido con la llegada de la interconexión a la red nacional, pero la oferta real de energía eléctrica no sirve para atender ni siquiera una cuarta parte de la demanda de esa ciudad.
Es decir que está haciendo falta un tratamiento serio de estos temas. Las proyecciones sobre el crecimiento de la demanda deberían ser tomadas en cuenta por quienes pueden tomar decisiones sobre la oferta.
Si las plantas de generación van a ser estatales o privadas es un detalle que no tiene absoluta importancia. Lo fundamental es que exista la energía eléctrica necesaria. Para jugar a las ideologías habrá mucho tiempo y espacio, pero lo que no se puede hacer es cometer errores que afecten a la necesidad cotidiana de los ciudadanos, que frenen la economía y perjudiquen al país, como ocurre ahora por el déficit del que dan cuenta las propias autoridades.
El Diario: La pobreza no sólo es mal del Tercer Mundo
En los países ricos, especialmente en los más desarrollados, a nivel de clase media para abajo y en los más altos, existe mucha preocupación por el futuro debido a la pobreza, un mal que los ricos no padecen, pero que puede ser contraproducente para ellos debido a que el mundo pobre -un 65% de toda la población mundial- resulta ser una especie de “bomba de tiempo” que podría explotar en cualquier momento y ser una seria carga para los ricos.
Hay preocupación en el Primer Mundo (expansiva al Segundo), porque los pobres, en cualesquiera circunstancias que ocurran al planeta: sea por causas bélicas, por fenómenos naturales o debido a la ausencia de materias primas, la producción no sólo de productos alimenticios sino todo lo que se refiere a bienes y servicios decaería en calidad y cantidad de producción que afectaría a los altos niveles de vida de esa minoría del 15% que es la más rica y a ese nivel del 20% que sería de los del Segundo Mundo.
Actualmente, el mundo rico y desarrollado cuenta con un total aproximado de 6 millones de personas en grados extremos de pobreza que podría presionar también en una situación de grave crisis. Sin necesidad de analizar las políticas sociológicas, corresponde creer que si el mundo rico no piensa en los pobres para solucionar sus propios problemas del futuro, corre el riesgo de sufrir las consecuencias de su indiferencia y dejadez. La verdad es, pues, simple: el pobre tiene poco que perder y el rico mucho comprometido y todo por perder.
Según un severo estudio realizado por organismos internacionales: “el armamentismo consume la mayoría de los presupuestos; pero si ese dinero, tan sólo de un año fuese destinado a aliviar la pobreza, ésta desaparecería porque sentaría las bases de una vida digna para los pobres”; una realidad que siempre se ha tratado de soslayar porque “el rico, cuanto más tiene, más quiere”. La obsesión por la tenencia de riqueza se ha convertido en una especie de complejo enfermizo que no deja tranquilo a ningún rico que vive pensando en cómo incrementar lo que tiene, cómo preservarlo y, lo más grave, cómo gastarlo; sin embargo, no se piensa que un mínimo porcentaje de las riquezas acumuladas – muchas de ellas invertidas en el armamentismo, el narcotráfico, el hedonismo y muchos otros males – al ser derivadas a producir en el Cuarto y el Tercer Mundo, evitarían el hambre, las enfermedades y muchos extremos de miseria.
¿Quién despierta la conciencia de los que más tienen y que, en consonancia con lo que podrían ganar y mejorar sus ingresos, no quieren crear fuentes de producción y generación de empleo en los países pobres? Esperan es cierto, garantías y seguridades, mayores ganancias para su inversión; pero, ¿cuánto más de lo existente en muchos países del mundo? Además, ¿dónde quedan los sentimientos humanísticos de consideración y caridad, de amor hacia los que no tienen, pero cuya angustia y desesperación podría agrandar su miseria, pero sembrando también angustia y pobreza en el mundo rico?
El tema, debidamente encarado, podría mover las conciencias de quienes, por tener más, corren el riesgo de perder más; de quienes, por estar saciados hasta el exceso, recurren hasta el hedonismo y el suicidio porque no encuentran satisfacción para sus vidas. La pobreza es enfermedad que, tal vez, afecte con el tiempo más a los que más tienen que a los que hoy padecen hambre, enfermedades y grados extremos de pobreza y miseria.
El Mundo: Mejor
En más de una oportunidad hemos mencionado la forma en que el Gobierno recoge el ejemplo de los gobiernos de Cuba y Venezuela, para aplicar sus políticas dentro del territorio nacional, con las mismas consecuencias que se advierten en el país de origen y que por lo que vemos, dejan mucho que desear. La campaña que el Presidente del Estado Plurinacional ha desatado desde el primer día de su primer mandato contra los medios de comunicación y particularmente contra los periodistas, ha sido una constante que reproduce la situación venezolana.
No hablemos de Cuba donde no existen medios de comunicación no gubernamentales, como sucedía en los países de la Unión Soviética, hoy parte de la historia de la post guerra.
En Venezuela ha sido sistemático e cierre de medios de comunicación con los argumentos más increíbles, dignos sólo del estado de dictadura en el que se vive en ese país. Hubo canales de televisión cerrados porque no transmitieron el programa semanal del Presiente de la República, aunque ello hubiera sucedido por problemas técnicos.
En nuestro país hoy vemos una campaña tendente a imponer una ley que sanciona a los medios y a los periodistas, no por lo que dicen sino por lo que reproducen de lo que dicen otras personas, vulnerando el derecho fundamental de las personas de estar informadas de todo cuanto acontece a su alrededor, misión que han tomado para sí los periodistas y los medios.
La medida, por demás irracional, vulnera lo establecido por la Constitución Política, aprobada por el mismo Gobierno, luego de una Asamblea Constituyente en la que impuso caprichos que trata de desconocer, porque cambió de idea o porque lo que logró mañosamente en esa oportunidad le pareció poco.
Hoy tenemos la oportunidad de ver las cosas que acontecen en otras naciones y nuestra atención se concentra en el proceso de elecciones que se cumple en los Estados Unidos del Brasil, un país en el que gobierna un partido también de línea de izquierda, pero más preocupado por el desarrollo nacional que por la posición de los gobernantes.
La mayor parte de los 135 millones de ciudadanos que concurrieron a las urnas, decidió brindar su apoyo a la continuación del partido del Presidente Lula, frente a un numeroso grupo de candidatos que tuvieron la posibilidad de realizar campaña e inclusive a enfrentarse abiertamente a las autoridades, aunque para consolidarse deberá llegar a una segunda vuelta.
Esa forma de actuar nos muestra que la democracia y el socialismo no son posiciones opuestas y que si se trata de gobernar con racionalidad, son posiciones compatibles y con resultados beneficiosos.
Por otra parte, el presidente Lula dio espacio a una representante de su partido para que pueda continuar la tarea del gobierno, mientras que nuestro presidente, a menos de un año de su reelección, ya está pensando en la posibilidad de ser reelegido por un nuevo periodo para lo cual, según sus propias palabras, habría hecho una trampa que consiguió la aceptación de los representantes de la oposición que por su forma de actuar durante e inmediatamente después de la Asamblea Constituyente, se caracterizó por dejarse envolver con facilidad, recibiendo ofrecimientos que si vemos el caso de Unidad Nacional, no fueron cumplidos.
Dadas las características del accionar del Gobierno y de las cosas que suceden en los otros países, consideramos que sería mejor tomar como ejemplo a los que son capaces de mostrar más trabajo y menos maniobra política, máxime si se ha conseguido el control de instituciones que en algún momento fueron puestas en manos de empresarios privados, por la falta de capacidad para administrarlas y que hoy han vuelto a manos del estado que por lo visto hasta ahora, mantiene esa incapacidad.
Opinión: No tener agua, sería lo último que nos pase
Ya es un lugar común decir que el recurso más importante, imprescindible, es el agua. Se puede vivir sin hidrocarburos, sin minerales, sin automóviles, incluso sin ropa. Sin agua, es imposible. A los pocos días, en caso de que este líquido maravilloso faltare, nos extinguiríamos. Por eso y por mucho más, los pueblos y sus autoridades deben realizar acciones permanentes para contar siempre con agua. Investigaciones científicas, dignas de respeto, dicen que cada individuo, en la proyección de una vida inteligente y honorable, necesita por lo menos 80 litros diarios, en relación con sus necesidades inmediatas. En sociedades más avanzadas, ese mínimo, asciende a 200 litros diarios.
Otro aspecto importante en esta materia, es la forma de proveer agua a la gente, filosóficamente hablando, debe ser gratuita. En los grupos humanos más antiguos con valores, ciertamente elevados, es inconcebible la venta de agua. Se asume que no es sólo parte de la vida, sino la vida misma. Cada ser humano, biológicamente hablando, es líquido en más del 70% de su formación objetiva. El origen de la vida y su proyección infinita está en ese ámbito. Esta creencia, moralmente formidable, se despedaza en la proyección mercantil del sistema imperante en el mundo. No sólo eso, lamentablemente, el ser humano le pone precio hasta a su propio honor.
Si realizáramos una investigación cuidadosa acerca de la mentalidad y la acción concreta de las autoridades departamentales y nacionales, no sólo en esta etapa de nuestra historia, sino en el pasado, descubriríamos una concepción equivocada y, consecuentemente, una actitud inepta, próxima al atentado violento contra el pueblo. Los proyectos, los medios tecnológicos y económicos destinados a este campo fundamental, no sólo son pocos, sino equivocados, tardíos y deformes. Aquí en Cochabamba, para no ampliar mucho nuestro análisis valorativo, el transporte del agua es tan primitivo y descuidado que la presencia de cualquier elemento nocivo es casi normal; el desperdicio y la distribución injusta es algo que puede caber sólo en las sociedades más primitivas y atrasadas del mundo.
La historia reciente de Semapa, tanto desde el punto de vista técnico, económico y moral, es simplemente para avergonzarse. Si agregamos a este lamentable antecedente lo que ha sucedido y sucede en el proyecto Misicuni, el drama del agua adquiere dimensiones inauditas, el proyecto concebido para tener agua en tres proyecciones, es decir: para la gente, para riego y para energía eléctrica, en su ejecución es la experiencia más inepta y amarga que tiene que soportar este atribulado y hermoso departamento. Lo malo que sucede en los países no es tanto por falta de dinero o de recursos naturales; la falla es siempre humana, todo lo demás depende de la inteligencia y del trabajo de las personas. Misicuni, que hace tiempo ya debía ser una realidad palpable, está ahí por culpa de los políticos, de las autoridades locales, de los administradores directos, en última instancia, de todos nosotros que no sabemos impulsar nuestro desarrollo oportuna y eficientemente. Es urgente exigir que la poca cantidad de agua que existe, sea distribuida equitativa y sabiamente.
Algo que caracteriza a los países atrasados es la destrucción en la lógica de los extremos que pueden ser evitados. En muchos lugares de la República, cuando llueve se producen inundaciones aterradoras y cuando no llueve la sequía aniquila plantas, animales y otras dimensiones vitales de la naturaleza. No sabemos almacenar para los días difíciles. Estos aspectos dramáticos del subdesarrollo tienen que ser atendidos por los gobernantes y, con mayor exigencia, por las universidades. Es aquí donde el conocimiento y la capacidad de la gente adquiere una dimensión, ciertamente, de largo alcance. Nuestra desgracia consiste en que nadie está en el puesto que corresponde a su capacidad y patriotismo.
Clarín, Argentina: La nueva licencia de conducir
La Licencia Nacional de Conducir es un proyecto razonable, destinado a evitar que un conductos inhabilitado en una jurisdicción obtenga un nuevo registro en otra. Pero esta iniciativa ha provocado que cuatro provincias pidieran cambios, no para mejorar la prevención en la materia, sino por el destino de los fondos que se recauden.
Córdoba, Santa Fe, San Luis y Entre Ríos anunciaron que se oponen a la iniciativa y temen que resulten afectadas las municipalidades que obtenían fondos a través de los aranceles de las licencias. Las autoridades nacionales buscan resolver esta cuestión manteniendo una recaudación local y agregando otra suma por la consulta del padrón unificado de infractores. Esperando que se alcance un acuerdo que permita la implementación de esta licencia, también se deberá impedir que en algunas jurisdicciones el costo del registro sea de $ 50 y en otras de $ 300. Pero, por sobre todo, se debe articular una política destinada a mejorar la seguridad vial en todas sus dimensiones.
La licencia nacional para conductores es un proyecto razonable que es resistido por algunas provincias, no para mejorar la política vial, sino por una disputa sobre la distribución de fondos.