Sobre leyes, racismos y construcción de ciudadanía


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La ley 045/2010 contra el racismo y toda forma de discriminación tiene la clara intencionalidad de reactivar escenarios de polarización política para beneficio prácticamente exclusivo del gobierno. Estamos frente al mismo mecanismo de manipulación social masivo con el que el MAS ha venido construyendo su hegemonía.

image Pablo Javier Deheza



Esta ley apunta desde su diseño a complejizar el escenario. No solo están presentes los aspectos que hacen a las formas legales y normativas, sino también que abre las puertas a otra serie de debates: el rol de los medios de comunicación, el poder de los mismos, el papel de los periodistas y el de los dueños de los medios, racismo, discriminaciones varias, tensiones entre ricos y pobres, polarización, etc. No es ni la primera ni la última vez que el gobierno obra de esta manera. Dos cosas aparecen con claridad. La primera es que esta ley tiene base social entre las grandes masas ciudadanas que están en las zonas periurbanas y rurales; entre quienes sí tienen una larga historia de exclusiones –los que estén pensando en un referéndum como estrategia, van a perder por goleada si se meten a eso-. La segunda es que esta iniciativa del gobierno no es ni remotamente obra de la casualidad o de la mera mala fe. Estamos frente a un hecho político muy bien pensado, con intencionalidades serias y concretas, creado para que el gobierno acumule poder. Consecuentemente, merece una respuesta igualmente pensada, lúcida, estratégica y articulada de parte de la vereda de enfrente. Si se van a limitar a oponer visceralidades y desatinos, no va a dar. 

En lo que hace a la polarización que busca el gobierno, la habilidad del mismo consiste en no perder la iniciativa y generar escenarios en los que la oposición pierde si se mueve en uno u otro sentido. En este caso específico, la oposición pierde tanto al reaccionar en contra de la ley como al no hacerlo. Si no reaccionase quedaría en evidencia ante la ciudadanía su inutilidad. Si reacciona, entra de cajón en el juego que busca el gobierno de reactivar la polarización. En esos escenarios de conflicto el gobierno gana siempre porque ese su mejor elemento. La polarización le es conveniente al gobierno porque: en ese proceso de reducción binaria subsume todas las voces disidentes dentro de sí hacia su línea hegemónica –o se está con la revolución o se está en contra y vaya Dios a saber quién define el significado de ser revolucionario-; se cohesiona frente a un enemigo; cubre sus falencias de gestión; y, finalmente, adquiere bandera y discurso. Por las mismas razones también le funciona a la oposición.

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Queda una pregunta en el aire: ¿dónde pierde menos la oposición? Si no reacciona, si no cae en el juego del gobierno, pierde legitimidad; pero no aporta al fortalecimiento y cohesión del oficialismo. Si reacciona, recobra algo de aire, languidece mejor, pero permite que las fuerzas del gobierno se cohesionen y ellas también recuperen aire. En el global, la segunda situación es la peor posible para la ciudadanía porque alarga la agonía sin llegar a una resolución de síntesis –con la consecuente extinción de ambos extremos radicales en pugna-.

Entonces, la pregunta de fondo: ¿cómo ganamos en todo esto los ciudadanos? Tal como el gobierno generó una situación compleja en base a trabajo pensante y estratégico, la reacción de la sociedad civil debe superar la reacción instintiva burda para dar paso a respuestas mucho más sofisticadas. Habrá que encontrar maneras más inteligentes para crear nuevos equilibrios sin caer en el absurdo de la polarización.

Esto tendrá que hacerse paso a paso, porque además no será esta la última vez que el gobierno plantee este tipo de bretes. Sin embargo, para los fines de la coyuntura generada con la ley 045/2010, cinco líneas estratégicas genéricas podrían ayudar:

  • No regalarle al gobierno la bandera de la lucha contra el racismo y la discriminación. Antes bien, tomarla. Oponerse sin mayores razones a la ley, obrar sin un sentido mínimo de estrategia política, es entregarle en bandeja al gobierno todas las justificaciones que necesita.
  • Utilizar el contenido de la ley para llevar la lucha contra el racismo y la discriminación al propio territorio del gobierno: el contenido ideológico plurinacional –¿qué es lo plurinacional sino una forma de discriminación entre ciudadanos?-, los discursos del presidente, los textos indianistas en los que el MAS basa su existencia ideológica, etc. Salir de la defensiva.
  • Empezar a debatir con los intelectuales del gobierno y del MAS las contradicciones de fondo del Estado plurinacional y de la actual CPE con la construcción de un país sin racismos ni exclusiones. Este debate puede y debe ser ganado.
  • Demandar de los operadores políticos de ambos bandos debate serio y de fondo antes que seguir tragándonos el show político y mediático diario. Abrir, desde la ciudadanía, espacios para que este debate se dé. Ayudar desde donde sea posible a elevar el nivel de las respuestas de la ciudadanía ante las tentaciones reduccionistas de los actores políticos tornándolas más sofisticadas.
  • Asumir que el fondo del asunto no es ni tumbar a este gobierno ni empoderar a oposición alguna. Se trata de construir país y ciudadanía. Esto es un proceso y como tal tendremos que trabajarlo con un sentido de largo aliento. Construir ciudadanía significa dotar a los ciudadanos de la debida protección de la ley, de los mecanismos del Estado, de la toma de conciencia de las responsabilidades comunes; se trata de devolverle a los ciudadanos sus derechos, esos que históricamente fueron usurpados por reyes, tiranos y dictadores de toda laya. La historia de la ciudadanía en nuestro país es justamente esa, desde la fundación de Bolivia hasta nuestros días. Esta historia ni empieza con la democracia pactada ni terminará con el MAS.

¿Y quién se hace cargo de lo anterior? Tendremos que ser todos. Este escrito es tanto un intento por que las cosas empiecen a recobrar sentido para el conjunto de los ciudadanos bolivianos como una plegaria. Ojalá que sirva para poder encontrarnos, reconocernos y empezar a recorrer el camino necesario. Ese camino que nadie puede transitar sino nosotros mismos.