Venezuela: potencia energética en aprietos


Boris Gómez Úzqueda

boris Ciertamente los ajetreos electorales legislativos, que recientemente ocurrieron en Venezuela y que redibujaron en gran parte el mapa político interno de ese país hermano, dejaron pasar por alto una noticia que es preocupante: su principal recurso natural no está siendo adecuadamente administrado en beneficio de sus ciudadanos ni en beneficio del Cono sur.

Desde siempre hemos sabido por datos y por historia que Venezuela es una de las cinco potencias petroleras del mundo. Sus posibilidades no sólo de exportación de crudo sino de creación de una industria de valor agregado -como petroquímica y otros- adicionalmente al desarrollo comercial de sus reservas de gas -que vienen asociadas a sus líquidos- son y seguirán siendo de importancia absoluta para el Continente.



Se trata de una potencia que hoy está dormida por la ausencia de políticas públicas de buena administración de su estatal energética -hoy bajo mando de la administración del “socialismo del siglo XXI”-; y ahora emitirá bonos por $us 3.000 millones, incrementando así su deuda a más de $us 25.000 millones. Toda una barbaridad tratándose de la potencia energética más importante del Continente.

Las explicaciones de los coyunturales administradores pueden ser variadas. Pero lo real es que Venezuela y sus "petrobonos" de $us 3.000 millones a ser negociados a través del Banco Central de Venezuela (BCV) y -supuestamente para ejecutar proyectos de inversión o quizá para que el Presidente de ese país siga financiando regímenes pro socialistas en el Continente- reflejan una realidad: falta de liquidez pese a sus grandes negocios de exportación de crudo a Estados Unidos ¿Qué hicieron con tanto petróleo en Venezuela, si sigue habiendo pobreza en las puertas de Caracas?

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La deuda que mantiene la estatal petrolera venezolana -pese a que está entre las primeras en el ranking de petroleras con mayor producción de crudo en el mundo- debe sumarse a las deudas de una subsidiaria que mantiene en territorio norteamericano, por ello nadie da crédito a la intimidación del Presidente del socialismo del siglo XXI cuando amenaza a Estados Unidos de “cortarle” el envío de crudo. Venezuela tiene en territorio estadounidense miles de distribuidoras de combustible. Toda una inversión que -junto a la cadena de transporte de crudo desde refinerías y desde campos de producción venezolanos- son multimillonarias inversiones que el discurso socialista nunca va ha desmontar porque sería hacerle un daño directo a la economía de ese respetado y bellísimo país; hoy atrapado en medio de la vorágine del discurso populista. Tampoco es cierto que el petróleo venezolano vaya a llevarse a China: una serie de factores técnicos hacen casi imposible una operación de envío y refino de crudo venezolano en China. Es, en consecuencia, Estados Unidos y el Continente latinoamericano el “mercado natural” de los productos energéticos venezolanos. Una alianza con Bolivia sería estratégica para dominar mercados en el Sur.

¿Y qué nos importa esto a los bolivianos? Nos importa mucho porque vemos con mucha lástima que ambas potencias energéticas -Venezuela en petróleo y Bolivia en gas- con políticas estatales descuidadas y sin un norte estratégico están despilfarrando fondos en actividades que no tienen que ver con derrotar la pobreza y posicionar a ambos países como ejes de la comercialización de combustibles, electricidad y gas del Continente.

Los recursos naturales no renovables de un país deben ser eficiente y eficazmente utilizados para no perjudicar a nuevas generaciones. Tanto Venezuela y Bolivia que bien podrían ser socias estratégicas están llamadas -a través de sus ciudadanos- a exigir a sus gobiernos políticas públicas de largo plazo sin populismos y sin despilfarros.

Las desgracias de Venezuela, en materia política y democrática son también las desgracias de Bolivia. Por ello urge la recomposición de la visión política y energética en ambos países. En ese orden siempre hemos propuesto y promovido una alianza energética sincera con Venezuela, que seguramente habrá en su momento cuando cambien las coyunturas políticas de ambos populistas, pero de momento al socialismo venezolano le conviene tener a una sumisa Bolivia porque les queda cómodo que en Bolivia no desarrollemos nuestro potencial en valor agregado, en gas natural, ya que podríamos a Venezuela disputarle fácilmente el mercado energético suramericano. Seguramente vendrán mejores tiempos de relaciones no-populistas, sino más bien relaciones de negocios para favorecer a nuestros empobrecidos pueblos.

Todos los analistas especializados en economía energética de Venezuela -entre los que tengo el honor de contar varios amigos en Caracas- han confirmado que las cuantiosas emisiones de bonos y endeudamientos que ha adquirido el presidente de Venezuela para el sector energético este año han generado preocupación. Sólo como dato: entre 2008 y el primer trimestre de este año la deuda externa venezolana aumentó de $us 46.600 millones a $us 58.200 millones, según estadísticas oficiales, que estarían sujetas a auditaje posterior. La “Arabia Saudita latinoamericana” en serios problemas financieros: eso no es tolerable.

La ineficiencia de las políticas públicas energéticas venezolanas están perjudicando, adicionalmente, a sus propios ciudadanos: el Sistema Eléctrico Nacional (SEN) incrementó en 100% interrupciones al servicio. Sus propios datos -recogidos del Centro Nacional de Gestión (CNG)- indican que las interrupciones “se han registrado de manera creciente en los últimos cinco años”.

¿Puede usted creer que en una de las potencias más grandes del mundo en producción de crudo exista un Plan de Racionamiento eléctrico y constantes apagones?

Todo este panorama venezolano nos lleva a reflexionar internamente: no llevemos a Bolivia por el camino errado del populismo. Los negocios en energía e hidrocarburos -concretamente gas en el caso boliviano- requieren inversiones, pero con estabilidad política, transparencia en contratos y capitales internacionales que se asocien a un Estado que esté apegado a la Democracia y a la Ley. No quisiéramos que en la “Kuwait latinoamericana” como es Bolivia -por sus reservas de gas mucho más importantes que las venezolanas, porque nuestra producción es menos costosa dado que no hay asociación a líquidos y porque fácilmente con mayor inversión en exploración podríamos llegar a 100 TCF (cien trillones de pies cúbicos) de gas en los próximos 10 años- no quisiéramos programas de racionamiento ni apagones, cuando -de hacer las cosas bien desde hoy- podríamos poner en marcha un gran plan de valor agregado del gas para vender productos que generen riqueza al Estado y superemos la pobreza. De Venezuela se deben aprender esas lecciones para no repetirlas.

Nueva Economía