Recientemente fue presentado en la Vicepresidencia del Estado Plurinacional, un libro que en un alarde de imaginación ha sido titulado “Historia de una Conjura”. El autor es el ex ministro de Gobierno, Alfredo Rada quien en un arrebato epistolar pretende hacer pública su poco confiable versión sobre los sucesos de La Calancha en Sucre ocurridos el 22 de noviembre de 2007 y que dejaron como trágico saldo tres muertos y por lo menos 200 heridos.
Durante la presentación el propio autor reconoció que no se trata de un aporte para esclarecer los hechos sino de mostrar su versión a la que de forma muy atinada calificó como “tendenciosa”, aspecto que puede ser constatado con apenas hojear el libro que en modo alguno podrá ser considerado un aporte ni a la literatura ni, por supuesto, a la verdad histórica.
De entrada, Alfredo Rada comete un desliz. Copió un término que utilizó Augusto Céspedes para describir su obra. El “Chueco” jamás presumió de la rigurosidad histórica de sus obras como el “Dictador Suicida” o el “Presidente Colgado”. Con el desparpajo que lo caracterizaba afirmaba que sus obras tenían, esencialmente, un sentido político y que bajo esta óptica la objetividad salía sobrando. Eran, en suma, “tendenciosas”.
Ahora bien, el libraco perpetrado o cometido impunemente por Rada intenta mostrar a los hechos de La Calancha como parte de una amplia conjura dirigida a hacer fracasar la Asamblea Constituyente, conjura en la que habrían participado la Unión Juvenil Cruceñista, la Juventud Cochala y una serie de organizaciones entre las que por milagro no aparece el Ku Klux Klan.
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De acuerdo a la tesis de Rada (foto) se trató de una conspiración de alcance mundial contra un incomprendido y pacífico proceso de cambio en la cual los sucrenses resultaron una víctima más ya que fueron vilmente engañados y se les hizo creer que estaban peleando por la capitalidad.
Según Rada los muertos habían sido programados de antemano por los conspiradores en tanto que los heridos se produjeron porque los sucrenses son tan locos que se les ocurrió ponerse en el camino de las balas disparadas por francotiradores (y policías) que se divertían sanamente y no tenían intención alguna de dañar a alguien.
Los estudiantes en el Mayo Francés proclamaban: “La imaginación al poder” pero evidentemente no se referían a Rada que no muestra un mínimo de imaginación a la hora de intentar justificar una brutal agresión, instruida por el gobierno y ejecutada por él, contra un pueblo que luchaba por sus derechos.
En suma, Augusto Céspedes y Alfredo Rada son “tendenciosos”. Sin embargo el primero tenía una indudable calidad literaria y una incuestionable honestidad política. Rada carece de ambas cualidades. Su único mérito consiste en haberse arrimado al carro de su suegro postizo lo cual le sigue dando algún rédito, al punto que ha logrado que la Vicepresidencia le financie su “libro”, si es que puede llamárselo así.