El norte y el sur


KIM El sorpresivo ataque de la estalinista Corea del Norte contra la democrática Corea del Sur parece una vieja película salida de los tiempos de la Guerra Fría. El régimen absolutista y unipersonal de Kim Jong Il no pierde ocasión de hostigar al gobierno constitucional del sur, y como ya sucediera meses atrás con el hundimiento de un buque sudcoreano, hoy los misiles de la “república popular” se cebaron en edificios de una isla fronteriza, provocando muertos y heridos. Es el peligro de la posesión de armas de destrucción masiva en manos de las dictaduras, dato que cobra relevancia si tenemos en cuenta que la gran mayoría de las guerras en la historia de la humanidad han involucrado, en uno o ambos bandos, a un régimen autoritario. En cambio, las guerras entre democracias son la excepción a la regla. La razón es simple: los gobiernos que tienen el poder concentrado en una sola persona tienen una mayor propensión hacia el conflicto internacional, tanto por la falta de controles de parlamentos o de una prensa independiente, como por cierta lógica que lleva a descomprimir los problemas internos de los regímenes despóticos generando enfrentamientos con países vecinos que galvanicen sentimientos “patrióticos”. Algo de esto hemos visto en América Latina con los amagues bélicos de Hugo Chávez con Colombia, un fenómeno al que habrá que estar muy atentos en los próximos años, en la medida en que el chavismo se vea acorralado internamente…

A Dios rogando y con el mazo dando

La política exterior del gobierno de Evo Morales parece más condicionada por los cambios hormonales del presidente que por lineamientos estratégicos coherentes. Un día se pide a los Estados Unidos el restablecimiento de relaciones diplomáticas plenas y al otro el mandatario fustiga a congresistas norteamericanos en presencia del Secretario de Defensa de ese país. Habrá que recomendar la conformación de un consejo de relaciones exteriores integrado por los ex cancilleres y otros expertos en relaciones internacionales, para que pueda delinearse una política exterior de Estado que vaya más allá de los vaivenes de los gobiernos de turno.

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