El presidente acaba de ampliar su ya extensa antología del disparate con una nueva perla, que en el futuro hará las delicias de los historiadores. Según Evo, la causa profunda de la inflación y el desabastecimiento de alimentos había estado en la migración de los jóvenes campesinos a las ciudades en busca de oportunidades de formación profesional, lo que estaría provocando que “ya nadie quiere trabajar en el agro”. Dice el mandatario que si los jóvenes campesinos quieren ser economistas o abogados, “¿quién va a producir de acá a poco tiempo?”. De manera que, según Morales, los jóvenes deberían permanecer en sus áreas rurales de origen y a lo sumo aspirar a algún curso técnico que tenga relación con la producción agropecuaria. Así que, de acuerdo a esta novedosa revelación presidencial, la razón para la contracción del 37% en la oferta alimentaria no había sido la inseguridad jurídica generada por el gobierno, ni la política de cupos y prohibiciones de exportación, sino la búsqueda de progreso personal de las nuevas generaciones del campo. Sobre esta evada al cuadrado deben plantearse varias reflexiones. Primero, que la experiencia universal indica que el agro más productivo no es aquel donde hay más población, sino todo lo contrario. En todo el mundo desarrollado y particularmente en países de alta producción agropecuaria la población rural no pasa del 5%, ya que la misma mecanización que permite ampliar los volúmenes y la calidad de la producción hace innecesaria una alta concentración demográfica. A nivel nacional vivimos una realidad similar, donde las tierras del occidente, con una población mucho más alta que las del oriente, generan apenas el 15% de la producción agropecuaria boliviana. Segundo, que la urbanización es definitivamente un proceso que eleva la calidad de vida, al acercar a las personas a núcleos de oportunidades educativas, laborales y empresariales. En realidad, la concepción de Evo Morales se parece demasiado a la regresiva utopía agrarista que arrasó Camboya en tiempos de Pol Pot, cuando se pretendió vaciar las ciudades para relocalizar a la población en el campo. También podríamos caracterizarla como un sistema neo-feudal, donde los pobladores del área rural están atados a cierto territorio del que no pueden movilizarse. El fondo del asunto parece ser que el proyecto político evista es insostenible sin una alta población rural, empobrecida y sin oportunidades de formación educativa. Es el modelo evofeudal.