El día del carajo

Álvaro Riveros Tejada

riveros Explayándose en un ininteligible humor aimara, S.E. ha rebautizado el 23 de marzo, día del mar, como el día del carajo. Tal denominativo hace parte de una serie de expresiones y actitudes jocosas que él ha decidido insertar en su agenda de actos administrativos, con el riesgo de ser mal interpretado por quienes no lo conocen o por aquellos que no dominan la lengua.

Dado que la declaración presidencial fue formulada casualmente, a escasas horas de cumplirse los 132 años de la usurpación de nuestro litoral y que, en el marco de la famosa agenda de los 13 puntos, estaría en cierne una eventual como sorpresiva determinación chilena sobre este tema, los bolivianos asistimos aterrorizados a una nueva frustración de este centenario anhelo.



Haciendo un somero recuento de los pasajes más notables de esta negociación que se inició entre charangos, sonrisas y partidos de fútbol, hasta llegar al insólito anuncio, también presidencial, de que recuperaríamos la provincia de Tarapacá y un ultimátum hasta hoy día, para que Chile de una respuesta definitiva, son nada favorables los augurios de un buen desenlace de estas charlas.

Lo cierto es que durante este siglo y medio de mediterraneidad obligada han fracasado todas las gestiones tendentes a recuperar lo perdido. Ni civiles ni militares, ni karas ni taras, ni marxistas ni pro imperialistas han podido desentrañar una solución a este entuerto, por la simple y llana razón de que los chilenos jamás tuvieron la más mínima intención de devolver lo que nos arrebataron y, por el contrario, todas sus intenciones apuntan a ocupar algo más de lo que dejaron pendiente el 1879. Es el caso del rio Lauca y las aguas del Silala, desvergonzada y gratuitamente usufructuadas desde hace más de ochenta años.

En medio de esta triste realidad y después de habernos distraído cinco años más de nuestra centenaria espera, con el mayor desparpajo las autoridades chilenas vuelven a la palestra con las consabidas declaraciones, como la del propio presidente Piñera: “Chile no cederá jamás soberanía a Bolivia” o la del presidente de la comisión de Relaciones Exteriores del Senado, Hernán Larraín: “los bolivianos por un lado conversan con mucha simpatía y cordialidad y después cada vez que pueden hablan mal de Chile” “Chile no tiene deudas pendientes con Bolivia” y no tiene sentido seguir este proceso, tras las provocaciones de los bolivianos”…

Lo cierto es que Chile quiere resolver este problema pagando una factura que no es completa y, aprovechando los dislates humorísticos presidenciales, nos enrostran aquello que: “los bolivianos no son serios” y nos vuelven a fojas cero. Entretanto, lo único que funcionó de esta agenda kencha fueron los dos años de paciente, laborioso y muy secreto trabajo de la policía chilena, para llevarse cargado a nuestro zar antidroga General René Sanabria, que cuando empiece a cantar: quizás no nos rindamos como Muamar El Gadafi, pero será el verdadero día del carajo.