Las Reservas

Alberto Bonadona Cossío

BONADONA_thumb Leo en “La Razón” que sólo se disponen de 2.600 millones de dólares de las reservas que “pueden ser usados en desarrollo” y no entiendo a lo que se refiere esta cifra, aunque leo y releo la nota. Bolivia dispone de más de 10.000 millones en reservas internacionales, aunque cerca de dos terceras partes de éstas se encuentran invertidas en papeles financieros o en oro. Que se las invierta en el exterior con rentabilidades mínimas para que no estén ociosas en la bóveda del BCB y por seguridad, no elimina su disponibilidad, primero, por parte del administrador y, segundo, por el propio Estado Plurinacional de Bolivia.

Por supuesto que una parte de las reservas pueden encontrarse en las bóvedas del BCB o en alguna cuenta corriente nacional o internacional y registradas como “liquidez”. Esto no quiere decir que Bolivia sólo dispone de esa liquidez. Además, la pregunta de rigor es ¿en qué más pueden utilizarse? Habrá que concordar que las reservas en la forma de inversiones en la banca internacional o en la de efectivo en posesión del BCB están a disposición de lo que se define o se modifica en la ley.



Una modificación más responsable respecto al uso de las reservas sería que se creen fondos de estabilización con volúmenes considerables del total de las reservas. Estos fondos tienen dos principales virtudes: mantener el valor de las reservas y generar mayores rentabilidades que las que actualmente se obtienen.

Aunque muchos de mis colegas ven a las reservas internacionales como intocables y sacrosantas, la creación de los fondos referidos, aparte de mantener ese carácter, brindan beneficios que pueden utilizarse en un sinfín de buenos propósitos y contribuyen al desarrollo.

La rentabilidad y no el capital puede pagar desde los bonos con fines sociales, que buscan paliar carencias propias de la pobreza, hasta financiar investigaciones que contribuyan a crear nuevos productos que, además de colocar en mejor situación a las exportaciones, les den a éstas valor agregado.

No sólo se pueden utilizar las reservas sino también los ahorros que el Estado origina. Éstos crecieron por el aumento de las exportaciones de gas como por el incremento de la presión tributaria. Para disponer de los recursos que no gastan las gobernaciones y los municipios deberá llegarse a un acuerdo fiscal que posibilite el uso aquí sugerido. Gran parte de los ingresos de estos gobiernos regionales y locales provienen del aumento del IDH. Pero, ante todo, el Gobierno tendrá que imponerse e imponer una disciplina en el gasto que no la tiene.

Los gastos corrientes crecieron de manera alarmante en los últimos años. Lo que se muestra como ahorro o superávit fiscal es resultado más del gran aumento de los ingresos estatales que por un uso parsimonioso y prudente del gasto. Un enfoque renovado del uso de los recursos estatales, reservas e impuestos, otorgaría una saludable forma de financiar el desarrollo utilizando mejor los recursos que se tiene.

Página Siete – La Paz