Otro “progre” en La Paz

Wálter I. Vargas*

zizek Qué pensar de alguien que se presenta como estalinista lacaniano. Quizá que inevitablemente va a chocar con algún tipo de troskista deleuziano, o un maoísta foucaultiano. También me hace pensar que si quisiera seguirlo, si quisiera volverme zizekiano, tendría que leer a Lacan, pero como llevo ya unas buenas décadas en este manicomio, dudo que la lectura de los gruesos volúmenes de otra luminaria parisina me ayude a comprender la realidad.

Ya se habrá advertido que me estoy refiriendo a Slavoj Zizek (foto), la prominente estrella antisistema que rutila de aquí para allá desde hace mucho tiempo. Su presencia en nuestro país fue todo un acontecimiento cultural, no tanto como la de Shakira en Santa Cruz, pero lo ha sido, y además se ha publicado un libro a propósito (¡Bienvenidos a tiempos interesantes!), libro que puede aleccionarnos sobre sus veleidades teóricas.



Zizek, claro, es anticapitalista, es de izquierda, pues nos dice todo el tiempo lo mal que anda el mundo, y cómo tenemos que hacer algo en algún sentido para salvar al planeta y a la humanidad del capitalismo salvaje. Por orden de aparición, nos habla de las crisis económicas (en este caso, la griega, pero si por algún motivo Zizek hubiera postergado su redacción, se hubiera tratado de la portuguesa, que acaba de estallar); la decadencia política del capitalismo tardío (Berlusconi como objeto de odio); la necesidad de radicalizar el pachamamismo y la ecología; la odiosa y nefanda democracia formal de Occidente; la siempre fea pero ideológicamente efectiva cultura cinematográfica hollywoodense (aquí Zizek se vuelve un Dorfman que nos dice cómo debemos ver películas como la última de Batman o Kung Fu Panda, de la misma manera que a ese chileno ya olvidado se le ocurrió denunciar al Pato Donald como imperialista).

El libro termina con un ensayo cuyo título quizá haya hecho a Eliot moverse en su tumba: “Notas hacia una definición de la cultura comunista”. Como las invocaciones socialistas y comunistas han quedado tan desacreditadas por los hechos, Zizek hace esfuerzos en este ensayo para restituirlas en las nuevas generaciones, a través de una versión lo más edulcorada posible que evite recordar el legado totalitario de las izquierdas. Pero para ello, y combinando su falta de corrección política con el gusto por provocar, apela nada menos que a resucitar al estalinismo y al fascismo juntos.

“Ninguno de los elementos protofascistas es fascista per se; lo que los hace fascistas es su articulación específica”. Zizek está hablando aquí de la necesidad de obtener algún tipo de ritualidad colectiva que pueda reunir a las masas bajo una conducción política. Los métodos fascistas (que por “protos” que se los considere no dejan de ser fascistas) para convocar al pueblo pueden ser usados de este modo por los nuevos comunistas para luchar contra el capitalismo.

Así, la sinceridad de Zizek quizá ayude a comprender a sus lectores lo que la historiografía de izquierda trata de ocultar: que fascismo y comunismo fueron hijos de la misma voluntad antidemocrática y antiliberal durante el siglo XX. A mí me parece que haber derrotado al primero en una guerra caliente y al segundo en una fría debería haber sido suficiente para pensar de otra manera, pero qué se puede hacer, siempre va a haber Zizeks y Negris en el mundo.

Mientras permanece en los límites del foro universitario de interesados en posgraduarse, gentes como Zizek son más bien una curiosidad entretenida. Preocupan en cambio, y de ahí la necesidad de ocuparse de ellos, cuando, como la historia de las ideas puede testimoniar, uno se pone a pensar que de alguna manera pueden prender en la cabeza de mucha gente semiinformada. Más si es la Vicepresidencia la que promueve este tipo de acontecimientos.

Por ejemplo, elogia en cierto momento de su libro los afanes dictatoriales del Gobierno chavista con estas palabras: “¿no se justifica plenamente (ante las acostumbradas declaraciones desafortunadas de un funcionario norteamericano en sentido de boicotear económicamente al Gobierno venezolano), como medida de respuesta una especie de ejercicio del terror (redadas policiales a depósitos secretos, detención de los especuladores y coordinadores de la escasez, etc.)?”. Entonces se comprende con cierto estremecimiento que este filósofo mezcla de humorista y profesor podría ser eventualmente un futuro asesor estalinista de satrapías desorientadas del Tercer Mundo.

*Crítico literario

La Razón – La Paz