Señor Presidente, cierre el grifo

Daniel A. Pasquier Rivero

daniel-pasquier1 La ciudadanía contempla azorada la evolución política del país. Cómo ha cambiado la apreciación del ciudadano de a pie en tan corto tiempo. Sin duda, fue el gasolinazo navideño del 2010 el que hizo volar la tapa de la olla, hasta ese momento mantenida, aunque a presión, por la lealtad de los principales sostenedores del Gobierno, los “autodenominados” movimientos sociales (siendo el más destacado, el cocalero del Chapare). Se hizo patente lo señalado repetidas veces por voces opositoras, como también por otras simplemente técnicas y bien intencionadas: la ausencia de un programa de política económica. El fracaso era poco menos que rotundo, aunque existía la promesa del Gobierno de que atendería la agenda económica después de sacar adelante la nueva CPE, de acabar con la oposición, y de reforzar el control militar y policial sobre la población con miras a imponer las 100 leyes que amenazan la paz en todo el territorio nacional.

Hay que recortar los subsidios a los combustibles porque “no da más” el estado de las finanzas públicas. La economía legal está en rojo. El espejismo se rompió y los discursos oficiales se tornaron sombríos tratando de justificar la medida. Evo el 2005 con el 53.7%, en su reelección del 2009, con la misma promesa de cambio, con el 64.2%. Era el país de exportadores. Ahora, al quinto año, el país de importadores no confía en el gobierno (84%), no cree lo que dice (87%) y no votaría por Evo a un tercer (ansiado) mandato (80.7%). A pesar de revertir el gasolinazo, la credibilidad está perdida.



Que no se la charlen señor Presidente. La reconducción del cambio ya es un mandato. Hace falta más democracia (escuchar y respetar a todos) para poder trabajar en paz; hay que hacer más y mejor gestión, destrabando la administración pública; preste más atención al aparato productivo, primero quitando las trabas colocadas durante estos años; ponga voluntad en impulsar de nuevo la producción en los principales sectores, dotando de incentivos sin regalar la plata, invirtiendo para mejorar infraestructura y servicios; busque inversión, con políticas abiertas de promoción tanto en el sector público como en el privado, dejando de lado el celo contra la inversión extranjera que se someta a la ley; declare la lucha frontal contra la pobreza, creando empleos. Somos casi 10 millones y los vendepatrias se cuentan con los dedos de la mano.

¿Por qué es tan difícil escuchar? Dice F. Savater que “La soberbia es el valor antidemocrático por excelencia”. La ambición de poder es algo legítimo, sobre todo en los políticos. Pero el poder total está negado a los humanos. La ambición desmedida con frecuencia refleja pérdida de control de apetitos y emociones, patologías ajenas a la responsabilidad de los pueblos. Además, en la CPE el Estado Plurinacional se declara pacifista, amante de la humanidad, del planeta y de todo el universo. No importa. Es bueno recordarlo: nunca se tiene todo el poder, y aunque muchos lo intentaron, por muchos años, todos fracasaron.

Hoy el Estado Plurinacional está en la mira, escudriñadora, del lente universal. El caso del general René Sanabria es un detonante. Por el bien del país, el Presidente tiene que escuchar, tiene que mirar alrededor. Qué solución tan simple. Verá que, al contrario de lo que le dicen, no hacen falta más estudios ni investigaciones para determinar que la cantidad de coca sembrada supera ampliamente la cantidad que hace falta para el consumo tradicional. Verá que es fácil deducir que la mayor parte, quizás más del 80%, se desvía a actividades ilegales, y que por tanto, el éxito de la interdicción que le susurran, por el mayor número de toneladas de droga incautada, es en realidad la constatación palmaria de que se produce muchísimo más que antes, de que está industrializada la producción de droga. Verá que, aunque nos duela, no todo son maquinaciones de la DEA –la encarnación del diablo-, en su obsesivo intento de hacer daño al país y a su gobierno. Hay que recordar también que al principio había coca solamente en los Yungas y que el acullico estaba restringido a poblaciones andinas y, más todavía, estaba limitado a la familia real y a unos pocos ligados a grupos de poder. Es triste constatar que en un gobierno “descolonizador”, empeñado en desterrar la marginación, la discriminación, todo signo de servidumbre y esclavitud, se difunda el acullico de la coca, el signo patético de la explotación de campesinos e indígenas, para eso se lo utilizó durante siglos antes y después de la colonia. Que no le digan señor Presidente que la coca no es cocaína. Está en la hoja de la coca, en estado natural, como está la sacarosa en la caña de azúcar o el agua en el río. De paradoja en paradoja, hemos pasado de un país con “acullicadores” a un país con sembradores de coca para la producción de cocaína en cantidades insospechadas, nunca vista, ni en los peores momentos como fue durante los gobiernos militares comprometidos con el narcotráfico. Si bien es cierto que el fenómeno económico y social del tráfico de cocaína no es nuevo en el país, su desborde, su magnitud, sí que lo es, y hay grupos criminales incrustados en la sociedad boliviana metidos en redes internacionales de narcotráfico.

Ahora le empiezan a hablar de “despenalizar” el consumo de cocaína, poniendo como ejemplo a los efectos de la ley seca sobre el alcohol, sin mencionar que el 30% de las muertes en el mundo (OMS 2011) están relacionados con su ingesta, y las cifras son peores cuando se refieren a muertes prematuras, de jóvenes entre 15-29 años. Similar a correr a hacer atajos mientras un grifo derrama el agua sobre las faldas de una montaña. Si no hay coca, no hay cocaína, y aunque el infierno sea algo personal, no debemos crear las condiciones para tenerlo más cerca. Señor Presidente, cierre el grifo.

El Día – Santa Cruz