A Magyarosi le dispararon por la espalda

arpad_magyarosi La información que poseen dos peritos bolivianos sobre el caso Rózsa contradice la tesis del enfrentamiento armado que el Gobierno sostuvo para explicar la muerte de tres presuntos terroristas en el Hotel Las Américas, el 16 de abril de 2009.

Hasta hoy no se conocía que una investigación interna diera cuenta de que Arpad Magyarosi, muerto por siete disparos, no tuvo oportunidad de usar su arma de fuego.

Nacido el 4 de febrero de 1981, el rumano-húngaro, de 28 años, murió en la habitación 456, ubicada en el cuarto piso del referido hotel.



Los forenses concluyeron que recibió siete impactos de bala, y el perito en balística encontró que cuatro se hicieron dentro del cuarto 456, aunque el experto en escena del crimen ubicó una pistola marca Power 9 mm y sus dos cargadores llenos de balas, envueltos en una bolsa, que se encontraban en una gaveta. Esa información es parte de las dos investigaciones sobre el caso Rózsa que se realizaron en Bolivia.

Según la tesis oficial, Eduardo Rózsa Flores, Michael Martin Dwyer y Arpad Magyarosi murieron la madrugada del jueves 16, tras un enfrentamiento de media hora. Diferentes informes que son parte del cuaderno de investigaciones de la Fiscalía llevan a la misma conclusión: los tres, desde sus habitaciones, abrieron fuego contra la Utarc y fallecieron; en cambio, los otros dos, Mario Tádic y Elod Tóásó esperaron a la Policía con las manos en alto.

“Ayer dejé instrucciones precisas para que se hiciera un operativo y que se detuviera a los mercenarios. Esta madrugada me informan que hubo una balacera de media hora en un hotel de Santa Cruz, han caído tres extranjeros y hay dos detenidos. Querían atentar contra la vida del Vicepresidente, del Ministro de la Presidencia y de Evo Morales”, declaró el jefe de Estado desde Cumaná, Venezuela, ese 16 de abril. Y esa posición fue defendida por el Gobierno durante la investigación de casi dos años.

En 2009, el caso Rózsa fue investigado por dos comisiones. La dirigida por el fiscal Marcelo Soza, tras la denuncia presentada por el Ministerio de Gobierno sobre supuestos aprestos terroristas en marzo de 2009 y la constituida por la Cámara Baja, e integrada por legisladores oficialistas y opositores, para contribuir al esclarecimiento del caso.

Los Tiempos ha cruzado la información obtenida por el Ministerio Público con la que fue lograda por el grupo de parlamentarios y que fue considerada válida por la Vicepresidencia, que la publicó en formato digital y en un libro de papel titulado “Terrorismo separatista”. Los testimonios obtenidos por la Comisión Multipartidaria se encuentran en el sitio: http://www.vicepresidencia.gob.bo/

En ese ejercicio, este matutino halló elementos nuevos que no han sido considerados determinantes en la investigación.

La información más valiosa fue provista a la Comisión Multipartidaria por el sargento Rider Condori Mamani, de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen de Santa Cruz, y el forense Rafael Vargas. Sin embargo, en su momento, no influyó en la conclusión de la comisión que, en cambio, dio relevancia a la prueba de absorción atómica que detecta si una persona usó o no un arma de fuego.

¿Enfrentamiento?

Magyarosi era un ciudadano rumano. En Hungría, su familia lo recuerda por su afición a la composición y la interpretación de música en el canto. En Bolivia, según el oficialismo, terminó sus días con el perfil de un militante de un grupo de derecha, francotirador y experto en el combate de cuerpo a cuerpo.

De los de Rózsa, fue uno de los últimos en llegar a Bolivia, arribó a Santa Cruz el 20 de febrero del 2009, procedente de España, gracias a los pasajes pagados por Alejandro Melgar Pereira, hoy prófugo y uno de los impulsores del “plan de defensa de Santa Cruz”, según la Fiscalía.

Existe la coincidencia entre informes bolivianos y húngaros de que Magyarosi recibió siete impactos de bala, la discrepancia radica en la causa de la muerte y el punto del ingreso y salida de las balas en el organismo del rumano.

“De acuerdo a las primeras investigaciones y según testigo del lugar, la Policía se encontraba realizando un operativo en dicho hotel, donde se encontraba hospedado el Sr. Arpad Magyarosi, de nacionalidad irlandesa (sic) con quien tuvieron un enfrentamiento con armas de fuego y a consecuencia del mismo llegaría a fallecer…”, señala el informe del levantamiento de cadáver firmado por el Jefe de la División de Homicidios de la Policía en Santa Cruz, capitán Gary Sánchez, en el piso cuatro del Hotel Las Américas.

Ese día, según se puede leer en los documentos, la Policía realizó un informe poco preciso, pero con la misma conclusión para cada uno de los tres fallecidos. “Los autores utilizaron violencia y armas de fuego”, asegura, por ejemplo, el “acta de registro del lugar del hecho”.

Sobre Magyarosi, la Comisión Multipartidaria afirma “que de las características, trayectoria y ángulo se determina que en la habitación (456) existió cruce de líneas de trayectoria provenientes del interior y exterior”.

Eduardo Rózsa estaba hospedado en la ya famosa 458, Dwyer en la 457, el boliviano Mario Tadic, en la 455 y el húngaro Elod Tóásó, en la 454.

El 3 de diciembre de 2010 la familia de Dwyer presentó una denuncia contra el Estado boliviano por el delito de ejecución extrajudicial ante el Relator Especial de las Naciones Unidas. Según la definición extendida en el Derecho Internacional de los Derechos Humanos, la ejecución extrajudicial es la privación arbitraria de la vida de una o varias personas por parte de agentes estatales. Una forma de pena sin proceso, aplicado al margen de un proceso legal.

Pistola y balas en bolsa

Condori fue uno de los tres policías que el 28 de abril de 2009 participó en la inspección del Hotel Las Américas junto a la Comisión Multipartidaria, cuyo presidente es el actual Viceministro de Coordinación con los Movimientos Sociales, César Navarro.

El director de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen, coronel Miguel Gonzales, que estuvo en la inspección, declaró: “El cabo Rider es el encargado de toda la fijación de las evidencias y la colección de las mismas a través de fijaciones fotográficas. Entra el cabo y fija todos los elementos que se encuentra en las habitaciones”.

A diferencia del informe que suscribió para la Fiscalía, Condori aportó detalles ante la Comisión. Precisó dónde encontró las armas en la habitación de Rózsa, en la de Dwyer y Arpad.

Dijo que en la 458 vio un revólver sobre el piso y tomó una fotografía ya muy difundida en la que se ve a Rózsa junto al arma.

Aunque se debe recordar que un video muestra que ese revólver se encuentra en la almohada de la cama del presunto mercenario, cuando éste ya había muerto.

“En relación a la habitación 456, aquí encontramos a un húngaro y una pistola nueve milímetros envuelta en una bolsa negra nylon, la misma que se encontraba en la segunda gaveta de un mueble de la habitación. En esa bolsa también se encontraban dos cargadores de cartuchos nueve milímetros, una computadora pequeña…”, relató la mañana de ese martes 28 de abril en Santa Cruz.

El detalle no pasa inadvertido para el diputado Bernardo Montenegro, entonces Vicepresidente de la Comisión Multipartidaria, hoy retirado de la actividad política. Él le pregunta al cabo Condori. “¿Podría repetirme la cantidad de armas que se encontraron y el calibre, en esta habitación, por favor?” Y el cabo respondió. “Claro que sí, en esta habitación constatamos la existencia de un arma tipo nueve milímetros, la misma que presentaba dos cargadores, cargadores llenos”.

En el “Acta de registro del lugar del hecho”, el sargento Rider Condori también precisa que encontró la pistola y los cargadores; sin embargo, en la sección “Breve relación del modus operandi” del mismo documento, el Policía llega a la conclusión de que “los autores utilizaron violencia y armas de fuego”, frase idéntica para el caso de Rózsa y Dwyer.

“En relación a la habitación 456, aquí encontramos a un húngaro y una pistola nueve milímetros envuelta en una bolsa negra nylon”.

Rider Condori | Sargento de la Felcc

Contradicciones sobre agonía

Uno de los debates sobre lo ocurrido la madrugada del 16 de abril de 2009 tiene que ver con la agonía de las tres personas abatidas.

El capitán Walter Andrade Sanjinés, el oficial que dirigió el operativo en el Hotel Las Américas, expresó que policías profesionales eliminaron instantáneamente a los presuntos terroristas, mientras los forenses de Hungría y Bolivia tienen versiones diferentes. En todo caso, las contradicciones no fueron indagadas por el Ministerio Público.

Sin embargo, esa posición es diferente a la suscrita por los forenses Antonio Torres Balanza y Rafael Vargas. Las tres personas padecieron de anemia aguda (shock hipovolémico) como causa de la muerte, aunque en el caso de Eduardo Rózsa precisa que ha sido el traumatismo encéfalo craneano, como consecuencia del disparo que recibió en la cabeza. La muerte por desangramiento es diferente al fallecimiento instantáneo.

Sobre Rózsa, el forense Rafael Vargas declaró: “Él recibió un tiro en la cabeza, que le lesionó el cerebro y yo no conozco a una persona que viva con un tiro que le atravesó el lóbulo”.

Contra la versión del capitán Andrade, el forense húngaro Balogh Itsván llegó a la conclusión de que los disparos contra Arpad Magyarosi no afectaron los órganos vitales. Es decir, el rumano pudo haber sobrevivido.

 

Cuerpo de Arpad cayó de frente

A la hora del examen forense, en el caso de Magyarosi se distinguen tres diferencias con relación a los otros dos cuerpos: en la habitación estuvo con las manos atadas por esposas de plástico (existen fotografías al respecto), cayó de frente y, según testimonio del forense Rafael Vargas, recibió proyectiles de fuego por la espalda.

La humanidad de quien fuera fundador de un grupo ultranacionalista recibió siete impactos de bala. Los forenses bolivianos no vieron signos de tortura, pero el médico húngaro Balogh István identificó varios puntos afectados por golpes.

Ante la comisión, Vargas fue elocuente y explícito al afirmar que recibió disparos en la parte “dorso lumbar”. Y cuando la entonces diputada Marisol Abán le pregunta “¿todos los disparos fueron por la espalda?”, el especialista y catedrático responde: “No, dos o tres, no me acuerdo”.

Silencio

El 14 de marzo, este medio contacta al forense Vargas, quien evitó responder preguntas con el argumento de que no puede ni debe hablar, pues se expresa sólo en procesos judiciales.El 7 de abril pasado, Los Tiempos habló en dos oportunidades con el cabo Condori, quien fue destinado a Santa Cruz. Se le explicó sobre la necesidad de conseguir mayores detalles de su informe a la Comisión. En principio pidió que se le vuelva a llamar y cuando se lo hizo, él simplemente respondió: “Usted debe conseguir una autorización del Comando” y colgó el teléfono.

Tras el operativo de la Unidad Táctica de Articulación, Reacción y Control de Crisis (Utarc) rige una especie de acuerdo interno de silencio para evadir respuestas y bajar por completo de perfil.

El 5 de octubre de 2009, el capitán Walter Andrade Sanjinés declaró que aquel 16 de abril actuaron tres grupos operativos de la Utarc y que reaccionaron ante el ataque lanzado por tres de los supuestos terroristas. Y “se produjo un enfrentamiento armado, no así con las habitaciones de las que no se recibió respuesta, por lo que se aprehendió a dos individuos posteriormente identificados como los señores Tadic y Tóásó. Los que no opusieron resistencia armada al arresto, por ello fueron reducidos a diferencia de las otras tres habitaciones”.

Entonces surge la pregunta. Si la pistola de Magyarosi, la única hallada en la habitación 456, estaba guardada en un gaveta, ¿cómo y con qué pudo enfrentarse a los policías?

Sin embargo, llama la atención que en las habitaciones de Tadic y Tóásó, el perito en balística hallara impactos de bala cuando el capitán Walter Andrade asegura que no hicieron disparos contra los cuartos 455 y 454.

 

Hay dos versiones sobre muerte de Rózsa

La historia oficial señala que Eduardo Rózsa, el principal acusado de terrorismo y separatismo, se enfrentó a la Policía y pereció; sin embargo, el forense Rafael Vargas, que hizo la autopsia, tiene dos versiones.

“Se establece la existencia de siete impactos de proyectil de arma de fuego que comprometen las regiones de la cabeza, tórax y abdomen. No se ha encontrado en ninguno de los orificios de ingreso de los proyectiles, signos de tatuaje y/o ahumamiento, lo que indica que los disparos fueron efectuados a larga distancia”, señala el protocolo de autopsia firmado hace dos años por Vargas y su colega Antonio Torres Balanza.

El mismo documento señala que hubo “una herida de 0,5 cms por 0,8 cms, con anillo de contusión” en la mano izquierda, en la base posterior del pulgar, lo que quiere decir que Rózsa hizo un movimiento instintivo en señal de defensa, según la explicación que dio a los parlamentarios de la Comisión Multipartidaria.

“Es mecanismo de defensa… es instinto, cuando por ejemplo, usted va manejando un auto y se encuentra que va chocar con una rama, cree que le va a entrar, pero el parabrisas lo protege”, añadió.

En otras palabras, ¿puede entenderse que un exmilitar como Rózsa haya levantado la mano izquierda en dirección hacia su rostro mientras disparaba a la Policía?

En el protocolo, ambos forenses suscriben que los disparos fueron hechos a larga distancia y aseguran que los cuerpos no llevan los tatuajes, los que se producen en disparos a corta distancia, es decir, a 50 centímetros del objetivo. “El tatuaje es la impresión que deja la pólvora deflagrada”.

En la audiencia, el ahora ex diputado Montenegro pregunta a Vargas: ¿El cuerpo del señor Rózsa tenía tatuajes? Y Vargas responde: “El cuerpo de Rózsa tenía tatuajes en el lugar por donde entraron los proyectiles (…), han sido disparos hechos a una distancia de 50 cms, no se olvide de que ellos estaban en un ambiente cerrado”.

Los Tiempos – Cochabamba