El conflicto: ¿base de una política?

Marcelo Ostria Trigo

MarceloOstriaTrigo_thumb1 Para nadie es un secreto que lo que está pasando en nuestro país, es grave, muy grave… No es parecido a la “trampa ante el ojo”: trompe l’œi, la expresión francesa que se aplica para caracterizar “una técnica pictórica que intenta engañar la vista jugando con la perspectiva y otros efectos ópticos”; es, por el contrario, tremendamente real. Estamos entrampados en pugnas, controversias, juicios (políticos y de los otros) y debates, entre tropezones de los encumbrados y de los del llano, todo esto junto a las consabidas acusaciones y amenazas. Realmente, el clima es de confrontación sectaria. Preocupa más que los antagonismos vayan creciendo, cerrando las posibilidades de soluciones equilibradas de los problemas.

Se advierte que la política oficial se nutre del conflicto; esto es gobernar alimentando la confrontación con el propósito la imponer políticas y de impedir cualquier asomo de discrepancia, pues no se concibe el justo medio. Es todo o nada; es la búsqueda de la polarización extrema. No se busca de la solución que se da en el punto de encuentro de lo deseable con lo posible.



Suponen los oficialistas que de la confrontación debe resultar un solo vencedor: el régimen. Así se deforma la democracia que tiene como uno de sus postulados “el respeto, mutuo y convergente, entre la mayoría y las minorías”, siempre circunstanciales. Negando esto, se da paso al designio de establecer una autocracia.

Hay quienes han observado que en este tiempo se han batido todos los records de frecuencia y número de conflictos. Pero lo grave no es la cantidad, sino el origen, naturaleza y magnitud. El conflicto más espectacular en lo que va de este año –en 2010 fue el gasolinazo– es el de las actuales demandas de incremento de los salarios, aunque el gobierno se había adelantado en dar un modesto 10% de aumento a los militares, policías, maestros y trabajadores del sector de la salud. Los extremos van desde el pedido del 30% para todos los sectores, hasta la inamovible decisión del gobierno de limitar el incremento al 10%. Aunque no se ha hecho conocer ningún estudio, está a la vista que, desde el gasolinazo, aunque desandado, los precios de la llamada “canasta familiar” han subido espectacularmente, justificando las demandas.

En cualquier caso, “gobernar significa que, si se pretenden grandes cambios, éstos deben efectuarse por consenso y no pueden desarrollarse en base a la fragilidad de una mayoría circunstancial. Finalmente gobernar –gobernar bien, se entiende– es la capacidad de resolver los conflictos. Un mal gobierno es aquel que los aviva en lugar de buscar una resolución pacificadora”. (Editorial de ForumLibertas.com). La propaganda, exagerada y desorbitada, que insistía en los espectaculares ingresos producto de la nacionalización de los hidrocarburos, se le volcó en contra. No le es fácil, cualquiera sea la justificación técnico financiera, convencer que no hay márgenes para otorgar un aumento justo en los salarios. A la vez, prevalece el criterio opuesto a las proyectadas adquisiciones de armas, y se objeta la compra del costoso avión para el jefe de estado, y es incomprensible el empeño en la adquisición de un satélite de dudosa prioridad.

Finalmente, es conocida la maniobra de distraer la atención pública para esconder los verdaderos problemas derivados de la gestión de un gobierno, exacerbando los sentimientos ciudadanos y montando espectáculos. Quizá, en este caso, la distracción no tuvo el efecto esperado. Las demandas crecieron y crecen.